Cuando hablamos, utilizamos sin darnos cuenta “gestos verbales” que refuerzan nuestro mensaje o aportan información extra, no contenida en las propias palabras. Se trata de una forma de comunicación muy poco estudiada hasta ahora, que un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago acaba de bautizar como “expresión acústica analógica”.

(2/10/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)– Seguramente todos somos más o menos conscientes de que modificamos el ritmo o la entonación de lo que decimos en circunstancias especiales. Por ejemplo, cuando tildamos a una película que nos aburrió de “leeeeeeeenta” o le hablamos a un bebé exagerando el tono.

Pero estas situaciones no son la excepción, sino la regla. Un estudio llevado adelante por psicólogos de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, comprobó que los hablantes modifican todo el tiempo y de manera espontánea las propiedades acústicas de sus enunciados en función de los hechos o datos del mundo exterior a los que se refieren cada vez.

“Los signos analógicos consisten en señales continuas no digitales de propiedades más o menos similares a la información que se busca transmitir, y son bastante comunes en la comunicación animal y los gestos que acompañan el habla humana”, explican Hadas Shintel, Howard Nusbaum y Arika Okrent, autores del trabajo en cuestión, publicado en el Journal of Memory and Language en julio pasado.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que, al igual que los gestos corporales, la expresión acústica analógica amplía la capacidad de comunicación de las personas y la mayor parte de las veces no es intencional. Además, comprobaron que los oyentes son capaces de interpretar estos signos, aun sin conocer si efectivamente hay intención por parte del hablante.

“Una persona levanta apenas la voz al final de una oración cuando dice “la Bolsa está en alza” y la baja si manifiesta lo contrario. Estas modulaciones también hacen más comprensible una conversación telefónica o una intervención radial”, explica Howard Nusbaum, coautor del trabajo y Jefe del Departamento de Psicología de la Universidad de Chicago en un comunicado de prensa de la casa de estudios estadounidense.

El equipo de Chicago realizó dos clases de experimentos para probar su hipótesis. En el primero, los participantes observaron un video que mostraba puntos en movimiento y tuvieron que describir si los veían subir o bajar. Cuando los veían ascender, levantaban la voz, mientras que al verlos descender, la bajaban. Curiosamente, lo mismo sucedió cuando se les pidió que leyeran las oraciones “Está subiendo” y “Está bajando”, sin ver ninguna acción.

“Los resultados demuestran que los hablantes usan la expresión acústica analógica de forma natural, incluso si no existe la intención de dramatizar una descripción”, explican los autores.

En el otro grupo de experimentos, los investigadores mostraron a los sujetos puntos que se movían de izquierda a derecha, a diferentes velocidades. A medida que se aceleraba el movimiento del punto, las personas hablaban más rápido. Luego, hicieron escuchar las oraciones a otros sujetos que no habían estado presentes en la prueba. Los oyentes fueron capaces de determinar si el hablante estaba describiendo un punto que se movía rápido o uno que lo hacía lentamente.

“En este primer estudio nos concentramos en el papel que desempeña la expresión acústica analógica en la transmisión de información sobre las propiedades visuales-espaciales de los objetos y hechos del mundo, prestando especial atención a la correspondencia entre la frecuencia fundamental y el desplazamiento vertical, por un lado, y entre la velocidad de movimiento y la velocidad de articulación, por el otro”, señalan los autores en el trabajo.

Según los investigadores, el campo de la expresión acústica analógica podría abrir un nuevo horizonte para el estudio del lenguaje. Tradicionalmente, se ha hecho hincapié en que el rasgo fundamental del lenguaje es el empleo convencional de símbolos discretos que se relacionan con su significado de manera arbitraria, característica que explica por qué los distintos idiomas usan palabras diferentes para referirse a los mismos objetos.

“El hecho de que los hablantes utilicen la expresión acústica analógica sin seguir ninguna indicación y sin mayores esfuerzos sugiere que estamos ante una dimensión natural del uso de la lengua que representa una manera distinta de comunicarse, muy utilizada, pero largamente soslayada hasta ahora por la ciencia”, concluyen.