A diez días de lanzar la campaña, un instituto del CONICET en la Facultad de Medicina de la UBA ya recolectó 60 muestras procedentes de pacientes que cursan la enfermedad o se recuperaron.

(Agencia CyTA-Fundación Leloir. Por Sofía Polcowñuk)-.En distintos países se está investigando la posibilidad de utilizar plasma hiperinmune como tratamiento de COVID-19: un líquido amarillo, la fracción de la sangre que no contiene células sanguíneas como glóbulos rojos y blancos, y que, luego de una infección, se enriquece en anticuerpos que ayudan a combatir el virus.

En ese contexto, el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), que depende de CONICET y la UBA y funciona en la Facultad de Medicina de esa casa de estudios, comenzó a recolectar en un biobanco muestras de pacientes que hayan padecido la enfermedad o, incluso, que la estén cursando.

“Hace poco más de 10 días que se largó la campaña y ya llegamos a las 60 muestras”, señaló a la Agencia CyTA-Leloir Natalia Laufer, una médica infectóloga doctorada en la UBA que trabaja como investigadora en el INBIRS.

“Estamos aprendiendo sobre la marcha, para tener mejores resultados se requiere aumentar el número de pacientes y muestras analizadas”, señaló Laufer.

En el biobanco, se recogen, procesan y almacenan las muestras biológicas, para promover y facilitar las diferentes líneas de investigación sobre COVID-19, explicó en una transmisión en vivo por Instragram otra de las investigadoras, la doctora en biología Gabriela Turk. Sin embargo, la extracción de plasma (plasmaféresis) desde los pacientes se realiza en centros o institutos con servicios de hematología.

“Para ser un potencial donante, los convalecientes deben tener un título alto de anticuerpos y la capacidad de neutralizar el virus”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir Yésica Longueira, una bióloga del INBIRS con una maestría en biobancos.

Por otra parte, “hay que esperar al menos 28 días para asegurarse que este plasma no contenga partículas virales que puedan contagiar al paciente”, enfatizó Laufer.

Si bien el tratamiento está dirigido a pacientes graves, no podrá ser aplicado en cualquier momento durante el curso de la enfermedad. “Hay un punto de inflexión a partir del cual, cuando el paciente está muy grave, este tratamiento ya no serviría. Debe administrarse antes de que llegue a ese estado y será útil sólo en las personas que ya están presentando complicaciones”, aclaró Laufer.

No son esfuerzos aislados. El 18 de abril, el Ministerio de Salud de la Nación anunció la creación de un registro de donantes de plasma convaleciente de enfermos recuperados de COVID-19 para poder probarlo como posible tratamiento para los enfermos graves. Y una iniciativa de al menos 70 profesionales liderado por Laura Bover, una exinvestigadora de la Fundación Instituto Leloir radicada en Estados Unidos, también impulsa este enfoque en varios centros del país, como el Hospital Italiano y el CEMIC.

Según el último reporte había 4114 casos confirmados de COVID-19 en Argentina, de los cuales 1.151 personas habían sido dadas de alta.

Natalia Laufer, médica infectóloga del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA, que depende de CONICET y la UBA.