Los biólogos Roger Payne y Victoria Rowntree forman parte del equipo pionero que comenzó a estudiar la ballena franca austral en Península Valdés, Patagonia, hace casi 40 años. En la actualidad, es el programa de investigación de mayor continuidad en el mundo. Además, Payne descubrió cómo identificar a esos grandes cetáceos y el canto de las ballenas jorobadas. Hoy, se reparten las tareas de estudiar cómo impactan la contaminación y el cambio climático en los ecosistemas donde viven las ballenas.

(02/06/08. Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Laura García Oviedo) – Sus caminos se cruzaron cuando Roger Payne era profesor y Victoria Rowntree era una de sus alumnas en los Estados Unidos. Payne, experto en bioacústica, había estudiado desde murciélagos hasta polillas, pero aún tenía todo un camino por recorrer en el mundo de los cetáceos. Rowntree ya se interesaba por todos los animales, pero los caballos eran su pasión y quería ser veterinaria. Casi cuarenta años después, ambos forman parte de un equipo que es referente mundial en el estudio de las ballenas.

A fines de los ’60, Payne, quien es fundador y presidente del Ocean Alliance/Whale Conservation Institute (Instituto de Conservación de Ballenas, en español), comenzó un programa de estudio de la ballena franca austral en la Patagonia. Pocos años después, Rowntree se unió al equipo de investigación, y desde entonces son aliados en la conservación de esos cetáceos.

El programa de investigación sobre ballenas que llevan adelante en la Patagonia, basado en el seguimiento de individuos foto identificados, y que se realiza en forma conjunta con científicos del Instituto de Conservación de Ballenas de la Argentina, es el de mayor duración en el mundo.

Un comienzo promisorio

“Empecé a estudiar las ballenas en 1957, en una época en la que se mataban 33 mil ejemplares cada año. Estaba trabajando en acústica de animales, y pensaba que lo que estaba haciendo era entretenerme, pero sentía que no estaba haciendo algo que realmente importara. De repente, se me ocurrió que podía trabajar con las ballenas. No sabía nada de ellas, nunca había visto una, pero me di cuenta de que quería estudiarlas”, cuenta a la Agencia CyTA el biólogo neoyorquino, que dio una charla sobre el futuro de las ballenas la semana pasada en Buenos Aires.

El giro inesperado para la vida de Payne fue cuando descubrió el canto de las ballenas jorobadas a fines de los ‘50. “Estas canciones tuvieron una gran llegada emocional a la gente, y fue una buena manera de hacer que la sociedad se interesara por ellas. Estoy convencido de que la única manera que las cosas cambien, es convertirlas en parte de la cultura humana”, dice.

“Lanzamos las grabaciones de las ballenas jorobadas, que tuvieron un gran éxito. Luego hicimos un artículo para la National Geographic Society, que incluyó un disco con ellas. Publicaban 10,5 millones copias de la revista, así que tenían que ordenar la impresión de la misma cantidad de discos”, señala el experto. Aún en la actualidad, esa orden de grabación permanece como la más alta en la historia de la industria disquera. “Para que se entienda mejor, Michael Jackson vende muchos más discos, pero nunca antes se había llamado a una compañía para hacer un primer pedido tan grande”, sonríe al explicar la anécdota.

Victoria Rowntree detalla que conoció a su colega en la Universidad de Tufts, en Boston. “Él era profesor en un curso sobre comportamiento animal. Yo quería ser veterinaria porque amo los animales. Roger me preguntó: ‘¿Por qué quieres estudiar animales enfermos cuando puedes estudiarlos vivos y entender lo que hacen?’. Y yo pensé, ‘¿por qué no?’”, recuerda.

Mientras tanto, el doctor Payne comenzó a estudiar las ballenas jorobadas y su canto. “Con cuatro hijos brillantes, necesitaba una niñera. Así que hice ese trabajo, cuidaba a los chicos mientras Roger y su esposa Katty salían a realizar trabajo de campo. Es una buena manera para una persona que quiere comenzar a involucrarse en un tema científico, ayudar a un investigador en su trabajo”, destaca Rowntree. En 1971, visitó la Patagonia para conocerla con sus propios ojos. Y en 1976, comenzó a trabajar con Roger y las ballenas.

En Península Valdés

¿Cómo llegaron a la Patagonia? Con su voz grave y profunda, Roger Payne señala que en 1969 leyó un artículo que informaba que un barco de la National Science Foundation había avistado ballenas en Península Valdés. “Era un barco llamado ‘The Hero’. Miré el mapa, y me di cuenta que Península Valdés estaba exactamente tan al sur del Ecuador como Cape Cod está al Norte del Ecuador en los Estados Unidos. Y sabía que las ballenas francas del Norte iban a Cape Cod cada primavera, así que se me ocurrió que quizás había ballenas francas que visitaban regularmente la Patagonia”.

El resultado de la búsqueda es conocido. Luego de obtener un subsidio, viajó a la Patagonia y finalmente hallaron las ballenas en Península Valdés. Fue gracias a la ayuda de un ciudadano local, que les estaba mostrando la zona en auto. “Se llamaba Juancito Olazábal y era un hombre maravilloso. Había sido cartero en Península Valdés. Le contó a mi esposa que siempre solía almorzar en un lugar donde se veían un montón de ballenas. Nos llevó a ese lugar, que es donde aún está ubicado el campamento base de investigación”, cuenta Payne.

En la actualidad, hay grandes desafíos para la conservación de estos gigantescos mamíferos. Uno de ellos es el cambio climático. “Estamos muy preocupados por el calentamiento global, y la destrucción del hábitat en el hemisferio Sur. Recientemente descubrimos que las ballenas dependen del krill. El krill joven vive dos o tres años debajo de las capas de hielo en la Antártida. Si debido al calentamiento global perdemos las capas de hielo, vamos a perder el hábitat para el krill joven”, destaca Rowntree. Y agrega que se estima que en los próximos 100 años, el krill, que es la presa primaria del ecosistema antártico, se reducirá el 95%”.

La disminución del krill sería un gran problema para las ballenas y también para todos los animales que dependen de él. “Todo el ecosistema está siendo afectado por el calentamiento global. Nosotros, que venimos estudiando a las ballenas desde hace tanto tiempo, observamos que uno de los indicadores del problema es que las hembras están teniendo menos crías”, informa la científica.

El desafío de la contaminación

Por su parte, Roger Payne opina que el desafío más grande es que la cacería de ballenas vuelva a estar bajo el control internacional. “En la actualidad, está completamente fuera de control, en manos de los balleneros mismos. Y eso debe terminar. Además, hay otros dos problemas muy graves. Uno está compuesto por las pesquerías, las redes y líneas, y el otro son los contaminantes que ingresan a los océanos”, dice.

El biólogo, que tiene como otro de sus logros haber descubierto que se pueden identificar a las ballenas por sus “callosidades”, acaba de finalizar un viaje alrededor del mundo, que duró cinco años y medio y tuvo como meta estudiar la contaminación en cachalotes. “Estamos muy preocupados por los contaminantes que hay en los océanos. Por eso, dimos la vuelta al mundo en nuestro barco “Odissey”. Recolectamos muestras de 968 cachalotes en todos los océanos del mundo, las analizamos y detectamos concentraciones altas de diferentes contaminantes de las peores categorías”, informa Payne.

“Uno de los hallazgos más sorprendentes fue que en vez de encontrar químicos sintéticos en gran cantidad, detectamos metales pesados. Es decir, veneno en forma de metal en las ballenas analizadas. Uno de ellos fue el cromo, en concentraciones altas. Las detectamos en lugares muy alejados de la costa, a grandes distancias de lugares donde hay procesos industriales o agroquímicos”, agrega el científico.

Payne destaca que las concentraciones de estos contaminantes son graves, y que hay que hacer algo urgente al respecto. De otro modo, señala, se acumularán en los peces que la gente come, y pronto los pescados no serán seguros como alimentos. “Lamentablemente, los pescados más preferidos por la mayoría de las culturas están en los escalones superiores de la cadena alimentaria, que son los más afectados. La humanidad está en peligro de perder el acceso al pescado como alimento, a causa de la acumulación de contaminantes en ellos”, advierte.

Ante la consulta sobre qué piensan de la Patagonia, ambos entrevistados se apuran en responder. “¿Patagonia? Lo más lejos que puedes escapar de las ciudades, mejor se pone todo. Y la Patagonia es un paraíso”, sonríe Payne. Para Rowntree, esa zona del planeta es una de las más hermosas. “En el mar de la Patagonia se puede ver el reflejo de los planetas”, describe ella. Y uno puede imaginar a ambos observando a las ballenas desde las áridas costas de esos pagos. Para conocerlas mejor, contarle al mundo sus aventuras y así protegerlas.

RECUADRO – REUNIÓN DE LA COMISIÓN BALLENERA INTERNACIONAL

(02/06/08. Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por L.G.O.) – La bióloga Victoria Rowntree participará junto al argentino Mariano Sironi, director de las investigaciones científicas del Instituto de Conservación de Ballenas de la Argentina, en la reunión del Comité Científico que antecede a la “60 Reunión Anual de la Comisión Ballenera Internacional” (CBI) que se realizará en junio en Santiago, Chile.

Mariano Sironi, que coordina el programa de investigación de la ballena franca austral en Península Valdés, contó a la Agencia CyTA que durante la reunión de la CBI, se presentarán seis estudios argentinos. Algunos de los temas son el impacto del calentamiento global en la alimentación de las ballenas francas australes, los varamientos producidos en Península Valdés, y los efectos del buceo turístico en el comportamiento de los cetáceos.

En la reunión de la CBI participarán representantes de los países miembros. Entre ellos, estarán presentes países del bloque que busca reforzar la conservación de las ballenas, entre los cuales se encuentra la mayoría de las naciones latinoamericanas, y también los del bloque “pro-caza”, liderado por Japón y Noruega.