Muchas mujeres en el Noroeste argentino utilizan la medicina tradicional andina para cuidar su salud sexual y reproductiva. La poca preparación del personal hospitalario hace que estas prácticas resulten incompatibles con el sistema médico formal, lo que genera renuencia en estas comunidades con respecto a la atención en centros de salud.

(30/11/07-Agencia CyTA.Instituto Leloir. Por Verónica Engler) – A diferencia de lo que sucede en los hospitales de centros urbanos, el sistema médico andino –que se practica en el Noroeste de la Argentina, como en otras regiones de América Latina– está formado por una combinación compleja de conocimiento herbario, elementos mágicos y rituales propiciatorios. Aunque todos estos elementos tradicionales están lejos del concepto científico de la medicina occidental, no necesariamente ambos sistemas de salud deben contraponerse.

Pero para que pueda darse una relación de cierta complementariedad entre los dos sistemas, es necesario que exista por parte de los médicos una comprensión más cabal de los usos y costumbres que guían los cuidados sanitarios en ciertas comunidades.

Justamente, una investigación realizada por científicos argentinos –publicada recientemente en el Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine– describe las prácticas de salud sexual y reproductiva que utilizan las mujeres que habitan las yungas en la provincia de Salta.

“En principio, lo que intentamos es desmitificar el “peligro” de la medicina tradicional”, admite una de las autoras del trabajo, la bióloga Norma Hilgert, doctorada en etnobotánica, es decir, la “botánica de los pueblos”, define.

“Es cierto que en algunas regiones la gente ya no recuerda bien los usos o confunde las plantas, pero también es cierto que en otras áreas, hasta hace poco tiempo absolutamente abandonadas por el sistema de salud formal, si la medicina tradicional hubiese sido tan errática, nosotros, los etnobotánicos, no tendríamos poblaciones que estudiar porque estarían extintos”, afirma la científica, integrante del Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico (en Puerto Iguazú), de la Universidad Nacional de Misiones, e investigadora del CONICET.

Un dato relevante en este sentido es el hecho de que la mortalidad de niños menores de un año no fue mayor entre las mujeres que los habían parido en sus casas –ayudadas por familiares o parteras– que entre aquellas pocas que habían tenido un “parto institucional” (en un hospital o centro de salud).

Para las mujeres de El Condado, La Misión y Los Toldos –todas localidades cercanas a la república de Bolivia– no es muy común el hecho de acudir a un hospital para parir. Esto se debe, por un lado, a la distancia que separa sus parajes de los centros de salud, en donde por lo general no se brinda alojamiento para la mujer parturienta ni su pariente antes y después del parto. Por otro lado, la medicina formal no suele respetar sus prácticas tradicionales, lo que genera cierta reticencia por parte de la comunidad –de origen quechua– a la hora de movilizarse hasta un centro de salud.

Por ejemplo, una costumbre ancestral es que después del parto los parientes puedan disponer del cordón umbilical o la placenta, algo que no es respetado por el personal hospitalario. Tampoco la comida de la madre se prepara de acuerdo con las prescripciones y recetas tradicionales.

Hierbas medicinales y temperatura corporal

La investigación sobre las mujeres se centró en los aspectos culturales y las plantas usadas en afecciones ginecológicas, los partos, el control de la natalidad –los métodos anticonceptivos y abortos– y los cuidados neonatales.

Según los datos registrados por los científicos, la medicina tradicional reconoce y trata 13 dolencias y/o estados fisiológicos distintos en las mujeres. Se emplean 7 especies como anticonceptivas, 18 para abortar, 1 como afrodisíaca, 40 para fortalecer el embarazo y facilitar el parto, 26 para el postparto, 8 para despedir la placenta y 12 como galactógenas, que favorecen la secreción de la leche.

En relación con los cuidados neonatales se hallaron 30 especies distintas. A su vez, respecto a las plantas útiles en el tratamiento de enfermedades femeninas que afectan al éxito reproductivo se reportaron 33 especies empleadas para tratar la menorragia, dismenorrea y amenorrea, 34 en infecciones vaginales y uterinas y en inflamaciones, hernias y prolapsos, y 1 en dolencias mamarias.

Las especies consideradas de mayor importancia –por las propiedades farmacológicas atribuidas y por el número de dolencias que pueden tratar– fueron: siempreviva (Peperomia fiebrigii), ruda (Ruta chalepensis), muna (Satureja boliviana) y muña o yerba del pájaro (S. parvifolia).

No resulta sencillo estimar cuáles son las plantas más utilizadas, “porque cada localidad y cada familia hace un uso distintivo de las plantas”, reconoce Hilgert. Sin embargo, la investigadora halló que en la región estudiada se utilizan de manera similar: lamanzanilla cimarrona o manzanilla hedionda (Anthemis cotula), manzanilla (Matricaria recutita), yerba mate (Ilex paraguarienses), tabaco (Nicotiana tabacum), anís del monte o perejil del monte (Tagetes filifolia), cafeto arábigo (Coffea arabica), mastuerzo de indias (Coronopus didymus), coca (Erythroxylum coca), pimentero falso (Schinus molle) y calguala (Microgramma squamulosa).

El saber médico andino gira en torno al eje “frío/caliente”. El balance de la temperatura corporal es la que va a definir el estado de salud o enfermedad en cada periodo. Por ejemplo, se considera que durante el embarazo el feto puede producir un desequilibrio importante en la temperatura de la madre, lo que podría causarle desórdenes mentales o inclusive la muerte. Por eso, durante este periodo se recomienda a las mujeres que no consuman comidas o bebidas caliente en exceso.

¿Estos usos tradicionales se oponen a los de la medicina formal? “Podría decir que los usos hospitalarios suelen contraponerse a los tradicionales y no a la inversa. Claro que siempre depende del grado de compromiso del médico con la gente y de cuánto se informó sobre las prácticas locales”, responde Hilgert.

“La gente de campo en general conoce distintos tipos de curas: la del curandero, que es la curación mística; la del médico de campo, con hierbas o tirando el cuerito; y la del centro de salud. Es común que el médico de campo o el curandero (que suelen trabajar juntos) admitan que una enfermedad es para el hospital cuando no pueden tratarla”.