Según un estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution que surge de los resultados de un estudio global llevado a cabo por la Red MIREN, la riqueza de especies vegetales no nativas en diferentes regiones montañosas de todos los continentes creció en promedio un 16% en 10 años. Agustina Barros, investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales de Mendoza, y una de las coautoras del trabajo, explica los riesgos de este aumento y cómo es la situación en la zona de los Andes.

(Agencia CyTA-Leloir. Por Luciana Díaz).- Debido en gran medida a la rigurosidad de su clima y las dificultades de acceso, hasta hace poco la alta montaña era un ambiente que permanecía ajeno al impacto de la actividad humana y el avance de especies invasoras tan frecuentes en las tierras más bajas. Pero de la mano del cambio climático y una mayor construcción de caminos e infraestructura, la situación empezó a cambiar para mal: la riqueza de especies vegetales invasoras exóticas (no nativas del lugar) en diferentes regiones montañosas de todos los continentes creció en promedio un 16% en 10 años, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.

“Las montañas son ecosistemas de alto valor de conservación, caracterizados por una gran biodiversidad y la presencia de especies únicas, tanto vegetales como animales. Pero se observa un creciente grado de invasión de plantas exóticas, lo cual constituye una amenaza para la biodiversidad y los servicios ecosistémicos y culturales que brindan, como la provisión de agua, la regulación de caudales, entre otros”, señaló a la Agencia CyTA-Leloir Agustina Barros, investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) de Mendoza, y una de las coautoras del trabajo.

“Si bien no conocemos el impacto ecológico de mucha de las especies exóticas registradas en las montañas, sabemos que algunas pueden competir por polinizadores y, entonces, afectar la reproducción de las plantas nativas; alterar las características de los suelos (pH, nutrientes, entre otros); o disputar recursos, entre otros impactos”, añadió la licenciada en Gestión Ambiental y magíster en Manejo de Vida Silvestre.

Liderada por Iseli Evelin y Jake Alexander, del Instituto de Biología Integrativa de la Escuela Politécnica Federal (ETH) Zúrich, en Suiza, la investigación contó con la participación de 34 científicos que analizaron la situación en zonas altas de Estados Unidos continental, Hawái, centro y sur de Chile, Noruega, Suiza, Tenerife (España), India, y Australia.

Las investigadoras del CONICET Lorena Bonjour, Agustina Barros y Alisa Álvarez, tres de las cuatro integrantes del grupo PIBAS (por las siglas en inglés de “Plant Invasions and Biodiversity in the Andes”).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“El cambio climático, sumado a la presión de la actividad humana con la construcción de nuevos caminos e infraestructura no planificada, el aumento en la frecuencia de incendios y la ganadería doméstica intensiva, son los factores que promueven el avance de las plantas no nativas hacia las montañas”, describió la científica argentina. Y advirtió: “Esto es muy preocupante en ambientes altoandinos, dónde las plantas suelen ser de lento crecimiento y tienen distribuciones muy acotadas en el espacio”.

El trabajo fue impulsado por la Red Mundial de Investigación sobre la Invasión de Montañas (MIREN), que busca entender los efectos del cambio global en la distribución de especies y biodiversidad en esos ambientes elevados. Para esto, la Red MIREN desarrolla estudios observacionales y experimentales que cada cinco años mide y monitorea la presencia de especies exóticas y nativas a lo largo de caminos vehiculares de montaña. En la última publicación, se evaluaron los cambios en ecosistemas de montaña de 11 regiones del mundo.

Aporte regional

Con las también científicas del CONICET en Mendoza Valeria Aschero, Alisa Álvarez y Lorena Bonjour, Agustina Barros integra un grupo al que bautizaron PIBAS (por las siglas en inglés de “Plant Invasions and Biodiversity in the Andes”). “Con ellas, y el apoyo voluntario de miembros de nuestras instituciones y estudiantes, establecimos un sitio MIREN en 2017 en tres áreas mendocinas protegidas de montaña”, informó Barros, quien señaló que el país cuenta con otro sitio MIREN en Bariloche.

Como al momento de la elaboración del nuevo estudio apenas llevaban un año de mediciones, Argentina no formó parte del análisis recientemente publicado. Pero ya finalizaron el segundo monitoreo de 2022. “Si bien no hemos terminado los análisis comparativos, los patrones observados no escapan a las tendencias globales en cuanto a un aumento en la riqueza de especies exóticas y en el avance en el límite de su distribución”, dijo Barros.

Una de las especies invasoras exóticas que ha disparado señales de alarma es la rosa mosqueta (Rosa rubiginosa), nativa de Europa e introducida con fines ornamentales hace cerca de un siglo.  Según contó Barros, se detectaron ejemplares en alturas de hasta 3.700 metros sobre el nivel del mar, cuando en 2017 esa misma especie, en los caminos relevados, no “trepaba” más allá de los 3.000 metros. “La rápida velocidad de expansión de esta especie es una preocupación creciente para los Andes áridos por sus posibles impactos sobre la vegetación nativa y los ecosistemas, ya que requiere más cantidad de agua que las plantas residentes y eso puede afectar la hidrología local y las condiciones del suelo”, advirtió Barros, quien añadió que la invasión afecta otras regiones de montaña de Argentina, incluyendo la Patagonia.

“Hemos encontrado que el número promedio de especies exóticas en nuestra región es similar al observado en los sitios MIREN de Chile, Estados Unidos y Australia. La mayoría proviene de Europa y Asia, aunque también hay originarias de los Estados Unidos”, aseguró Barros. Y mencionó los casos del “diente de león” (Taraxacum officinale) y los pinos Pinus ponderosa y Pinus contorta.

Mejor prevenir…

Más allá del aumento en la temperatura debido al cambio climático, la actividad humana es otro de los grandes promotores de la expansión de las especies exóticas hacia las alturas. “Los caminos y senderos actúan como vectores de dispersión desde los valles hacia elevaciones superiores, ya que las semillas se trasladan en las ruedas y el equipamiento de los vehículos, de la misma manera que pasa con el calzado y la vestimenta de las personas y el movimiento de vacas, caballos y cabras”, ejemplificó Barros.

Para la especialista, limitar el avance rápido de plantas invasoras hacia las alturas representa un gran desafío, ya que implica el compromiso de múltiples sectores –científico, gubernamental, de la sociedad civil, empresas– de forma coordinada. “A nivel global, regional y local se requieren reforzar los controles de bioseguridad para evitar la dispersión de semillas de especies exóticas adheridas en equipos, vehículos, bicicletas o indumentaria”, enfatizó. Y graficó: “En varios países del mundo existen estaciones de limpieza antes del ingreso a un área protegida; una medida súper simple y económica”.

Agustina Barros y Alisa Álvarez realizando estudios en sendas del Aconcagua.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por último, Barros mencionó que otra buena estrategia de control es la planificación del uso público en áreas protegidas de montaña. “En lugares donde el turismo es popular y no hay sendas formales se generan múltiples senderos informales. Esto produce un impacto mayor sobre la vegetación y promueve la dispersión de plantas exóticas. Además, habría que evitar el pastoreo intensivo del ganado doméstico en las áreas de alto valor de conservación, con pautas y convenios acordados entre los productores y las autoridades de gobierno en materia ambiental”, propuso.

Las redes de monitoreo a largo plazo permiten conocer la velocidad de expansión de especies exóticas y detectar aquellas con mayor potencial de invasión para poder tomar decisiones antes de que las tendencias se conviertan en problemas. “Nuestros estudios alertan sobre la urgencia de establecer medidas de mitigación y prevención para frenar la proliferación de vegetación invasora y evitar, así, los potenciales impactos sobre los ecosistemas”, concluyó Barros.

 

Originaria de Europa, la rosa mosqueta es una amenaza creciente en zonas montañosas de la Argentina. (Fotos: Gentileza Valeria Aschero)