Un grupo de historiadores y sociólogos de Estados Unidos sugieren que ese país estaría perdiendo liderazgo en materia científica a nivel mundial a causa del debilitamiento de la economía. Para enfrentar ese reto, aconsejan la creación de institutos de investigación de tamaño reducido, sin burocracia y con un dinamismo mayor que el de las enormes universidades del país del norte.

(01/08/2008 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Alejandro Manrique) – Los Estados Unidos estarían perdiendo liderazgo en materia científica frente a otros países, según un artículo publicado en la revista Nature del 24 de julio pasado a cargo de un grupo de historiadores y sociólogos liderados por J. Rogers Hollingsworth, Profesor Emérito de Historia de la Universidad Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.

De acuerdo con el trabajo, al igual que las grandes potencias científicas europeas en su momento, los Estados Unidos disminuyen su preponderancia sobre otras naciones en lo que respecta a inversión y producción de investigación en ciencia e ingeniería. Al mismo tiempo, se indica que las masivas inversiones en el sector científico por parte de la Unión Europea, China, India, Japón y Rusia, han puesto un equilibrio en el escenario de la ciencia internacional.

Se estima que la tendencia pondría fin a la era de colosal superioridad que los Estados Unidos han ostentado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando se comenzó a financiar la investigación científica con grandes presupuestos, ingente cantidad de recursos humanos e imponentes institutos y laboratorios con instrumental sin precedentes.

“Lo que vemos es una proliferación de buenos centros científicos en todo el mundo, una tendencia que a largo plazo es buena para la ciencia”, dice Hollingsworth. “Pero también significa que los Estados Unidos, en relación al resto del mundo, ya no tiene supremacía”.

El artículo redactado por Hollingsworth, junto a Ellen Jane Hollingsworth, también de la Universidad Wisconsin-Madison, y Karl H. Muller, Director del “Vienna Institute for Social Science Documentation and Methodology” de Austria, establece que la ciencia en los Estados Unidos es aún poderosa y se realiza con un gran nivel. Pero el declive de la economía norteamericana, en términos internacionales comparativos, originaría el fortalecimiento de la ciencia en otras latitudes.

Los autores citan a China como el ejemplo más destacado en ese aspecto: en 1995 se encontraba en el quinceavo lugar en la producción de trabajos de ciencia e ingeniería a nivel mundial. En 2007, el gigante asiático escaló al segundo lugar, un logro impulsado principalmente por el crecimiento económico.

China también obtuvo grandes avances en el quehacer científico: en el período 1985-2005; el número de doctorados en ciencia e ingeniería se incrementó siete veces y llevó al país al tercer lugar en el mundo.

Cifras análogas en el número de doctorados y la cantidad de publicaciones científicas se han alcanzado en Europa, India, Japón y Rusia. Hollingsworth sostiene que esa tendencia es el resultado de la creciente capacidad de competir por parte de muchas naciones en el concierto de una economía global emergente.

Desafíos y competencia global

El avance de la ciencia mundial presentará nuevos desafíos a los Estados Unidos. Según Hollingsworth, la mayor amenaza para la competitividad de la ciencia estadounidense puede ser el inmenso tamaño de los centros de investigación de las universidades, que producen un alto volumen de trabajos publicados, que no se traduce en un incremento de grandes descubrimientos.

Los investigadores de Estados Unidos son responsables de más de la mitad del 1 por ciento de los trabajos científicos más importantes del mundo. Sin embargo, destacó Hollingsworth, el 50 por ciento de los trabajos publicados por los científicos de Estados Unidos no son citados por sus pares, lo que plantea la cuestión de si la cantidad de publicaciones aumenta realmente el bagaje de conocimientos.

“Creo que hemos estado demasiado obsesionados con las medidas cuantitativas de la ciencia, el volumen de trabajos publicados, dónde se publican y el número de subsidios obtenidos”, explicó Hollingsworth. “Para salir adelante en esta transición de una hegemonía científica hacia un escenario competitivo global, la mayor prioridad serán la adaptación y la flexibilidad”, agregó.

Hollingsworth recomienda una gran inversión en un nuevo segmento de la ciencia que sea dinámico e interdisciplinario, impulsada por los Institutos de Salud y la Fundación de la Ciencia de los Estados Unidos. El investigador establece que la creación de institutos de investigación en pequeña escala, que sean autónomos de las actuales universidades, podría arrojar buenos resultados. Los mismos operarían con menos burocracia y sin las restricciones convencionales de los departamentos académicos, y serían más propensos a estimular el pensamiento crítico.

Institutos del tipo como los que propone Hollingsworth podrían repetir los éxitos de universidades de reducida dimensión, donde se produce un alto porcentaje de avances en investigación y descubrimientos. El éxito de este tipo de instituciones, afirma el académico, se basa en una cultura y estructura organizacional ágil, de colaboración y multidisciplinaria.