Los traumatismos encefalocraneales suelen ser una de las principales secuelas que dejan los accidentes viales, entre otros percances. Muchas personas sufren lesiones cerebrales que no afectan la motricidad, pero sí producen cambios en la conducta, en el ánimo, o en las funciones cognitivas. Dos expertos en neuropsiquiatría destacan la importancia de realizar diagnósticos adecuados para que los pacientes reciban un buen tratamiento para retomar su vida.

(03-06-08 -Agencia CyTA- Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Cada año, en el mundo, mueren más de un millón de personas por causa de choques en la vía pública y hasta 50 millones resultan heridas, revela un estudio de la Organización Mundial de la Salud.

“Los traumatismos severos en general constituyen la principal causa de muerte e incapacidad en la población por debajo de los 40 años de edad. Específicamente en nuestro país, los accidentes de tránsito constituyen la causa más frecuente de muerte en personas jóvenes, siendo el traumatismo encefalocraneal (TEC) el principal determinante del fallecimiento del paciente que sufre un politraumatismo severo”, señala el doctor Gustavo Petracca, médico neurólogo y neuropsiquiatra, director médico del Instituto de Neurociencias Buenos Aires – INEBA.

Según el experto, en jóvenes o adultos jóvenes, los TEC son la causa más frecuente de lesión cerebral aguda, que en caso de no desencadenar la muerte, representan la principal causa de discapacidad.

De leves a severos

Un TEC es el daño o lesión que sufre el cerebro o las membranas y vasos que lo recubren. “Puede ser causado al golpearse la cabeza fuertemente contra un objeto como el volante o parabrisas de un auto o sobre una superficie, por ejemplo, el impacto de la cabeza contra el asfalto en un accidente en moto, sin la protección del casco”, explica Petracca. Y agrega: “Claro está que los TEC también se producen aunque con menor frecuencia, en diversas circunstancias ajenas a los accidentes viales”.

“En líneas generales se entiende por TEC leve aquel que produce un período de confusión o de amnesia post-traumática menor de 30 minutos. El período de alteración de la conciencia es de 30 minutos a 24 horas en el caso de los traumatismos moderados, y mayor a las 24 horas en los TEC severos”, explica el doctor Ricardo Jorge, neurólogo y psiquiatra argentino, profesor del departamento de psiquiatría de la Universidad de Iowa, Estados Unidos.

De acuerdo con Petracca, la gente suele asociar discapacidad fundamentalmente a un déficit motriz como hemiplejías o paraplejías, pero determinadas lesiones cerebrales pueden producir trastornos conductuales, emocionales o cognitivos sin afectar la motricidad. “Los pacientes pueden presentar unas u otras alteraciones conductuales, anímicas y/o cognitivas según la ubicación de la lesión cerebral que suele estar relacionada con la forma en que se produjo el TEC severo”, indica Petracca y continúa: “Esas alteraciones disminuyen la capacidad funcional de las personas, es decir, su capacidad para desenvolverse en diferentes ámbitos de la vida de manera satisfactoria e independiente”.

Dado que los TEC son muy frecuentes en personas jóvenes, con la mayor parte de la vida por delante y potencialidades por desarrollar, el padecer estas alteraciones cognitivas y conductuales produce un efecto negativo en su desempeño en los ámbitos familiar, educativo, social, y laboral, asegura Petracca.

“Vemos personas jóvenes que antes del TEC tenían vínculos familiares, de pareja o sociales satisfactorios, en plena carrera universitaria, laboral y con un futuro promisorio, pero un evento súbito como un TEC severo marca ‘un antes y un después’ en sus vidas. También eso sucede con la familia del paciente, al ver al ser querido con limitaciones, cambios en su conducta o una forma de ser que no se condice con cómo era el paciente antes del TEC. Al ver ese contraste, eso genera en el entorno, un gran impacto emocional. Además, se produce una sobrecarga en la convivencia por el cuidado a dispensar”, afirma Petracca.

Por su parte, el doctor Jorge señala que numerosos estudios han demostrado que pacientes con TEC pueden presentar trastornos cognitivos (asociados a la memoria, a la atención y otras funciones), depresión, desinhibición conductual, impulsividad, apatía (falta de voluntad, interés e indiferencia), entre otras manifestaciones. “Los factores de riesgo asociados a los trastornos neuropsiquiátricos secundarios al TEC son: la edad del paciente, el antecedente de trastorno psiquiátrico y el abuso de sustancias o alcohol previo al TEC, entre otros”, acota.

Trabajo en equipo

De acuerdo con Petracca, las alteraciones que involucran a la conducta, emociones o cognición, provocadas por un TEC, son muy discapacitantes en la vida del paciente. “En general, son subdiagnosticadas, es decir, no se diagnostican en forma correcta porque no suelen tenerse en cuenta; y lo cierto, es que no se trata en forma adecuada lo que no se diagnostica”, resalta.

Para el experto, los agentes de salud que atienden a pacientes que sufrieron TEC deberían estar familiarizados con la detección de trastornos conductuales y cognitivos secundarios a lesiones en el cerebro. “Se ha avanzado, sobre todo en los últimos 20 años, en el conocimiento sobre los circuitos cerebrales involucrados en el procesamiento de emociones, estados de ánimo, regulación de impulsos y funciones cognitivas”, asegura. Asimismo, destaca la importancia que tiene para la práctica asistencial y de investigación, la integración de la neurología y la psiquiatría a partir de los avances de la neurociencia.

“Los trastornos neuropsiquiátricos son limitantes en la rehabilitación neurológica de los pacientes”, subraya Petracca. Y concluye: “Su adecuada detección y tratamiento, a través de programas diagnósticos y terapéuticos específicos para pacientes con TEC, a cargo de un equipo interdisciplinario compuesto por especialistas en neuropsiquiatría o neurología conductual, neurología cognitiva, neuropsicología y psicología determina una mejoría en las alteraciones conductuales/cognitivas del paciente, posibilita una favorable rehabilitación, una mejoría en la independencia funcional y calidad de vida del paciente, así como la disminución de la sobrecarga familiar”.

Recuadro – CASO PARADIGMÁTICO DE LA NEUROPSIQUIATRÍA

(03-06-08 -Agencia CyTA- Instituto Leloir) – En 1848 Phineas Gage, un capataz de obreros, que trabajaba en el tendido de vías ferroviarias en USA al hacer detonar una carga explosiva sufrió el impacto de una barra de metal que se incrustó en su cráneo.

\”La barra de hierro penetró su cráneo y atravesó la zona anterior de su cerebro de abajo hacia arriba. El orificio de salida coincidía con la superficie superior del cerebro y cráneo. Tal accidente y traumatismo encefalocraneal no le impidió al obrero ser trasladado despierto para recibir asistencia médica y no sufrir como secuela ningún déficit motriz ni sensorial\”, cuenta el doctor Gustavo Petracca.

Luego del traumatismo encefalocraneal severo, Gage podía caminar, ver, hablar, vestirse, y no presentaba limitaciones para movilizarse. Sin embargo, con el correr de las semanas, el capataz comenzó a manifestar conductas inadecuadas, lenguaje grosero, irritabilidad y agitación, entre muchas otras alteraciones de su comportamiento.

“Perdió su empleo y pasó los últimos años de su vida trabajando en un circo mostrando la herida craneal sufrida y la barra causante, que conjuntamente al patrón alterado de sus conductas implicaban la atracción circense. Este clásico caso junto a posteriores descripciones clínicas e investigaciones en la materia, contribuyeron a inferir sobre los circuitos cerebrales involucrados en la regulación de la conducta y las emociones”, explica Petracca.