Según la OMS el tabaco es el responsable de al menos 25 grupos de enfermedades. La mayoría de los fumadores quiere superar su adicción, pero no muchos lo logran. “La clave del éxito para dejar de fumar está en la participación del paciente”, afirma el neumonólogo Reynaldo Smith, director del Programa de Tabaquismo RESPIRE del Hospital Británico de Buenos Aires.

(11/02/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – En un informe reciente, la Organización Mundial de la Salud (OMS), revela que el tabaco es el responsable de al menos 25 grupos de enfermedades de alta relevancia para la salud pública, entre las que se incluyen: bronquitis crónica y enfisema, cáncer de pulmón, angina de pecho e infarto de miocardio, enfermedades vasculares, trombosis cerebral, impotencia e infertilidad, osteoporosis y otros cánceres en boca, en laringe y en esófago, entre otras.

“Se estima que en la actualidad el tabaco produce 40 mil muertos cada año en la Argentina”, asegura el neumonólogo Reynaldo Smith, director del Centro Médico para la Prevención y Control del Tabaquismo RESPIRE del Servicio de Medicina Respiratoria del Hospital Británico de Buenos Aires. “A nivel mundial, las muertes atribuidas al tabaco superan a las muertes sumadas producidas por el SIDA, los accidentes de tráfico, los accidentes laborales, la heroína o la cocaína juntos”.

Alrededor del 39 por ciento de toda la población general en la Argentina consume tabaco. “Parecería que existe un cierto aumento del consumo en jóvenes, especialmente en las mujeres”, afirma Smith.

En el país, se han realizado campañas contra la adicción al tabaco, pero la dependencia a su consumo es difícil de superar.

En el Programa RESPIRE, por ejemplo, se valoró la eficacia del tratamiento de la adicción nicotínica sobre un total de 1048 fumadores. Los resultados mostraron que el índice de éxito al mes de inicio del tratamiento fue del 82 por ciento, pero esa cifra descendía al 52 por ciento un año después.

Una adicción muy poderosa

La nicotina penetra en la sangre a través de los pulmones y llega al sistema nervioso central en apenas 7 a 15 segundos. Allí se une a los receptores correspondientes y produce la liberación de diversas neurohormonas como la dopamina, la adrenalina, la noradrenalina y la serotonina, entre otras.

“Estas sustancias químicas son las responsables de las sensaciones sedantes, antidepresivas, de placer o alegría, así como la disminución del apetito, el aumento de la concentración y la atención, generando una sensación de bienestar denominada ‘recompensa positiva’”, explica Smith.

El cerebro tiene receptores para la nicotina y a medida que aumenta su consumo se incrementa la cantidad de receptores. De acuerdo con Smith, varios estudios de experimentación con animales demostraron que la exposición a la nicotina aumentaba hasta en un 100 por ciento la cantidad de los receptores.

Una vez que se producen esos cambios en el organismo, si los fumadores no reciben la dosis de nicotina acostumbrada, se dispara una violenta reacción llamada síndrome de abstinencia. “Unas pocas horas después de que el fumador se abstiene de fumar, experimenta síntomas tremendamente molestos como enojo, irritabilidad, angustia, depresión, aumento del apetito, insomnio, alteraciones en la capacidad de atender y concentrarse, entre otros”, resalta Smith.

Según el experto, esas reacciones son las responsables de que el individuo quede atrapado en un círculo vicioso.”Para no experimentar esa reacción psicofísica, vuelve una y otra vez a su falsa fuente de placer, la nicotina, que se autoadministra en mínimas y continuas dosis diarias”, subraya.

Adios al tabaco

De acuerdo con Smith, varios estudios indican que casi el 90 por ciento de todos los fumadores quiere dejar de serlo, pero sólo el 4 por ciento logra abandonar el hábito definitivamente por propia voluntad, el resto necesita ayuda especializada.

El tratamiento que suelen recibir los fumadores consiste en dos tipos de intervención. “Una conductual, encaminada a combatir la dependencia psíquica que pudieran padecer, y otra farmacológica, para aliviar la dependencia física por la nicotina”, señala Smith.

Articulado con el apoyo psicológico, el tratamiento contempla varias formas de terapia sustitutiva de nicotina basadas en chicles, en parches y en spray nasal, así como también en fármacos.

“Los chicles, los parches y el spray nasal, que tienen nicotina, pero en dosis menores, contribuyen a frenar el deseo compulsivo de fumar. Mientras que el bupropión, y la vareniclina son drogas cuya acción sobre el sistema nervioso reducen el deseo de fumar y atenúan los síntomas de abstinencia”.

A medida que el paciente va dejando la adicción, el apoyo farmacológico se va reduciendo hasta su interrupción total.

Para que el tratamiento tenga éxito es muy importante la colaboración del paciente. “La motivación es muy importante. Muchos de los pacientes que visitan mi consultorio por primera vez manifiestan, no muy convencidos, su necesidad de dejar de fumar. En general se trata de fumadores que son derivados por médicos dado que padecen algunas de las incontables enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco”.

En otros casos, los pacientes dicen que deben dejarlo concientes del daño que provocan a su salud o que tienen que hacerlo, “en general por la presión que sobre ellos ejercen los componentes del grupo familiar, es decir, fumadores pasivos”, indica Smith y agrega: “Decir yo quiero no es lo mismo que yo necesito o yo debo o yo tengo que dejarlo. Decir yo quiero es la principal clave para lograr el éxito”.