Hasta ahora la forma tradicional de investigar a los hipocampos consistía en inyectarles un colorante que permitía individualizarlos, pero dos investigadores del CONICET proponen un nuevo protocolo en base a fotografías submarinas y la confirmación de que los patrones de puntos blancos que decoran sus cabezas cumplen la función de huellas dactilares.

(Agencia CyTA-Leloir).- Existen en el mundo unas 50 especies de caballitos de mar y gran parte de ellas están incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Para preservar la vida de estos peces tan singulares es necesario conocer sus poblaciones, comportamientos y desplazamientos y para eso se los debe identificar individualmente por medio de un método que resulta invasivo porque requiere que se les inyecte un colorante para “marcarlos” y poder reconocerlos en el tiempo. Pero, ahora, dos investigadores argentinos presentaron en la revista Scientific Reports un enfoque novedoso no invasivo y altamente eficiente para estudiar a los caballitos de mar en su hábitat natural.

“Confirmamos que el patrón de manchas de la cabeza de los caballitos de mar es característica de cada animal y sirve para identificarlos, igual que la huella digital para nosotros. Así, por medio de macrofotografías vimos que se puede lograr lo mismo que con el colorante, en el mar y con menos tiempo de manipulación de los ejemplares”, aseguró a la Agencia CyTA-Leloir el doctor en Biología Diego Luzzatto, investigador del grupo de Ictiología y Acuicultura Experimental del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales (IPATEC), que depende de la Universidad Nacional del Comahue y el CONICET y tiene sede en Bariloche.

Medición de un ejemplar de hipocampo debajo del mar.

 

 

 

 

 

 

Autor del artículo junto a su colega Víctor Cussac, también investigador del CONICET en el IPATEC, Luzzatto es un verdadero pionero en el estudio de los caballitos de mar en el país; de hecho, fue quien hace casi dos décadas describió por primera vez al caballito de mar patagónico o Hippocampus patagonicus, la única especie presente en la Argentina. Y resolvió de una manera creativa el desafío de medir en su medio natural a estos peces de la familia de los signátidos, que comprende también a los peces aguja y los dragones de mar. “Es algo muy difícil porque son animales super flexibles y su morfología no ayuda. Como tienen la cabeza a 90° del eje del cuerpo, lo que les da forma de L, no se puede aplicar la medida del largo estándar que es en un solo plano. Si el animal está vivo lo tenés que colocar sobre una regla y tomar medidas complementarias, pero se enrosca y es muy frustrante”.

Así fue que, buscando alternativas más amigables, un día tomó la tabla de un clásico anotador con gancho y lo reemplazó por dos elásticos de costurera dispuestos de manera horizontal y una regla vertical. Y vio que al colocar un ejemplar debajo del elástico, éste se estiraba completamente y se quedaba quieto.

En cuestión de segundos, entonces, ahora se puede realizar la medición y liberar a los caballitos de mar. Con eso datos, más las fotografías y un software especial ya comenzaron a sistematizar la información.

Protección y conservación

La población de caballito de mar patagónico es la más austral de la especie y está presente desde el sur de Brasil hasta el norte de la Patagonia. En la Argentina, se lo encuentra en Mar del Plata (ciudad que lo declaró “Monumento Natural”), en Monte Hermoso y en la Bahía de San Antonio, provincia de Río Negro.

“Nuestro caballito de mar patagónico se parece a otras especies que habitan fondos blandos y pastos marinos y son diferentes a las de los arrecifes de coral o gorgonias. Hay más espinosos, más flaquitos, más gordos”, describió Luzzatto, quien en 2007 se mudó a Las Grutas, muy cerca de la Bahía de San Antonio, el mejor escenario para estudiarlos. Y agregó: “Figura como ‘vulnerable’ en la lista roja de la UICN porque enfrenta varias amenazas. Es buscado para el mercado de las medicinas tradicionales y el de los suvenires playeros, y además es víctima de pesca incidental entre quienes buscan camarones, langostinos o pulpos. También está sufriendo enormemente la degradación de su hábitat”.

Diego Luzzatto (der.) junto a Gerardo “Tata” Aguayo, buzo científico que lo acompaña en los buceos y quien saca las fotos submarinas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los caballitos de mar nadan erguidos en el agua y utilizan su cola prensil para anclarse a las praderas marinas, los corales y otras superficies. Cuando necesitan desplazarse se sueltan hasta que vuelven a fijarse en otro lado. Se alimentan, sobre todo, de pequeños crustáceos. Una de sus características más llamativas es que el cortejo dura varios días, en los cuales el macho y la hembra nadan entrelazando sus colas. Finalmente, ella libera los óvulos y el macho los introduce en una bolsa que posee en su vientre, donde los fertiliza. Luego de tres semanas de gestación, nacen cientos de crías: parecen plumitas que se desprenden del cuerpo del adulto.

Para el estudio recientemente publicado, Luzzatto y Cussac fotografiaron un total de 976 ejemplares de Hippocampus patagonicus y no sólo confirmaron que los patrones de puntos blancos que decoran sus cabezas funcionan como auténticas huellas dactilares individuales, sino que además demostraron que las fotografías submarinas son tan o más eficaces que las etiquetas invasivas para identificarlos. Un verdadero hito para la investigación y preservación de esta especie amenazada.