Carlos Guardia se recibió de químico e hizo su doctorado en la Universidad de Buenos Aires, pero luego viajó a los Estados Unidos para realizar un posdoctorado en los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Hoy dirige allí el grupo de Biología Celular de la Placenta, que tiene como meta determinar mecanismos básicos de desarrollo y funcionamiento del único órgano humano temporal. Qué opina sobre la moda de comer la placenta luego del parto.

(Agencia CyTA – Leloir).- “A pesar de su importancia para el nacimiento de un bebé, la placenta es uno de los órganos menos estudiados del cuerpo humano”, define Carlos Guardia, graduado y doctorado en Química en la Universidad de Buenos Aires, cuyo derrotero profesional lo llevó a enfocarse en algo que nunca hubiera imaginado: la biología reproductiva.

Oriundo de Villa Tesei, en el oeste del conurbano bonaerense, a los 37 años Guardia lidera desde fines del año pasado el Grupo de Biología Celular de la Placenta de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), con el objetivo de determinar mecanismos básicos del desarrollo y funcionamiento del único órgano humano temporal y, eventualmente, impulsar terapias o intervenciones que eviten complicaciones durante la gestación, como la preeclampsia.

“La placenta es el primer órgano del bebé, no es de la mamá”, aseguró Guardia a la Agencia CyTA-Leloir. Y aclaró: “Se desarrolla a las dos semanas del embarazo, inmediatamente luego de que el embrión se implanta en el útero. La capa celular exterior del óvulo fecundado es la que va a generar la placenta, lo que significa que hay contribución de papá y mamá y por lo tanto es tejido del bebé”.

La función principal de la placenta es proporcionar oxígeno y nutrición al feto y eliminar los desechos. Está conectada al bebé mediante el cordón umbilical.

“Se conoce mucho sobre el cerebro y el Alzheimer o el Parkinson; sobre el hígado y la cirrosis; sobre el corazón y las enfermedades cardiovasculares. Pero de la placenta siempre se habla poquito, y creo que se debe a que es un órgano transitorio, que sólo tienen las mujeres embarazadas y que mientras el bebé esté bien no pasa nada. Nunca estuvo en las prioridades”, explicó Guardia luego de una charla que brindó a investigadores de la Fundación Instituto Leloir (FIL) durante su primera visita a la Argentina desde que se declaró la pandemia.

El científico aseguró que aprovechó el parate obligado por el aislamiento sanitario para interiorizarse en ese tema en el que trabajaba gente cercana al laboratorio donde él culminó su posdoctorado de ocho años. Pero su área de estudio, en verdad, era el de la autofagia celular: un mecanismo por el cual todas las células controlan el “estrés” mediante la  degradación de contenido nocivo y el reciclado de sus propios componentes.

“Me empecé a involucrar y a tratar de entender un poco qué es lo que sucede con el embarazo, el desarrollo de la placenta y la autofagia como reguladora del estrés y signo de que algo anda mal”, comentó Guardia. Y agregó: “Hay mucha gente trabajando en placenta, incluso excelentes investigadores y médicos en la Argentina. Pero el foco que quiero darle es un poco único: llevar el entrenamiento que tengo en biología celular y estructural a un área en dónde se necesita más ciencia básica para realmente descifrar los mecanismos de formación y función de la placenta”.

¿En qué sentido interviene la autofagia en la placenta? “Si la embarazada o el bebé tienen una enfermedad, la idea de nuestro grupo es que la placenta va a evidenciar ese estado a través de la autofagia: si por algún motivo la madre no le provee los alimentos necesarios o el bebé no puede adquirirlos, la placenta estará bajo estrés y la autofagia, activada”, describió Guardia. “Entonces, se puede conocer el estado del embarazo a través de la determinación de la autofagia de la placenta. E incluso se puede pensar en regularla o ver cómo activarla para controlar el estrés que está generando el problema”, precisó.

El investigador y su grupo buscan “tratar de entender mecanismos fundamentales de cómo se forma y funciona la placenta, con el objetivo a largo plazo de diagnosticar o tratar enfermedades del embarazo a través de ella”.

La moda de comerla: “No hay ningún beneficio ni indicación”

Es posible que, hasta ahora, ese órgano transitorio haya tenido más protagonismo en revistas populares que científicas. “Cuando nazca mi hija voy a comer la placenta”, reveló la modelo argentina Barby Franco, en la línea de otras figuras mediáticas como Juana Repetto o las internacionales Evaluna Montaner y Kim Kardashian.

La moda de comer placenta se instaló por sus supuestos beneficios, entre los que sus promotores mencionan un menor riesgo de depresión posparto,  mejor estado de ánimo y de suministro de leche. Sin embargo, no hay ninguna evidencia científica que lo respalde, sostuvo Guardia, quien sospecha que esa tendencia podría estar basada en el hecho de que la mayoría de los mamíferos se come la placenta luego de parir. “Pero en los animales tiene que ver con una cuestión de supervivencia, porque si quedan restos puede atraer depredadores. Ciertamente, en la sociedad moderna no hay ningún beneficio probado ni indicación para hacerlo”.

 

Carlos Guardia (segundo desde la izq.) con su equipo del NIH: Oleksandr Kirsanov, Lisa Padilla-Banks y Asmita.