Se las denomina “intrínsecamente desordenadas” o IDP, y podrían estar vinculadas al desarrollo del cáncer, enfermedades neurodegenerativas e infecciones virales. Ahora, la Comisión Europea le otorgó el mayor subsidio de investigación básica a un consorcio internacional de científicos que incluye a bioinformáticos de tres instituciones de Argentina.

(02/08/2017 – Agencia CyTA-Leloir)- Un tipo de proteínas desafía el paradigma clásico establecido por el bioquímico estadounidense Christian Anfinsen, Nobel de Química 1972, según el cual la secuencia de “ladrillos” o aminoácidos de esas moléculas codifica para una única estructura tridimensional que determina su función. En realidad, ahora se sabe que un tercio de ellas son muy flexibles, cambian constantemente de conformación e interactúan de manera compleja y hasta “promiscua” con otras proteínas.

Ahora, para estudiarlas con métodos computacionales y ayudar a dilucidar su participación en la génesis del cáncer, enfermedades neurodegenerativas e infecciones virales, un grupo de científicos argentinos integrará un consorcio internacional que va a recibir el principal subsidio de la Comisión Europea para la investigación básica.

Las proteínas en cuestión se conocen como “intrínsecamente desordenadas” o IDP, y representan un enigma para la ciencia. “Despiertan interés dentro de la comunidad científica porque hay evidencia creciente de que, entre otras cosas, se asocian a numerosas enfermedades”, indicó la doctora Cristina Marino-Buslje, jefa del Laboratorio de Bioinformática Estructural del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA), que depende de la Fundación Instituto Leloir y del CONICET.

Junto a colegas de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), los bioinformáticos del Leloir forman la “pata argentina” de un consorcio internacional que, en conjunto, recibirá cerca de 1.300.000 euros del Programa Marco de Innovación e Investigación Horizonte 2020 de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea.

“La oportunidad que nos presenta el subsidio es única, ya que permite combinar y reunir las capacidades de múltiples expertos en disciplinas experimentales y bioinformáticas para avanzar en nuestra comprensión de la función de esta clase de proteínas.  Este conocimiento podría permitir en el futuro el desarrollo de terapias innovadoras contra muchas enfermedades”, celebró Lucía Chemes, investigadora del CONICET y jefa del Laboratorio de Biofísica de Proteínas y Motivos Lineales del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB), que depende de la UNSAM.

El subsidio también va a permitir que el país albergue reuniones científicas internacionales, que se reciban investigadores extranjeros y que los argentinos puedan especializarse en centros de excelencia del exterior (más de 50 estadías de hasta 3 meses cada una), destacó por su parte el doctor Gustavo Parisi, jefe de la Unidad de Bioinformática Estructural de la UNQ, investigador del CONICET y presidente de la Asociación Argentina de Bioinformática y Biología Computacional.

Otros ganadores del subsidio son científicos de Italia, Hungría, Irlanda y del Laboratorio Europeo de Biología Molecular, conformado por centros de investigación de 18 países del continente.

 

Los doctores Lucía Chemes (izq.), de la UNSAM, Gustavo Parisi, de la Universidad Nacional de Quilmes, Cristina Marino-Buslje, del Instituto Leloir,  y Silvio Tosatto, de la Universidad de Padua.

Los doctores Lucía Chemes (izq.), de la UNSAM, Gustavo Parisi, de la Universidad Nacional de Quilmes, Cristina Marino-Buslje, del Instituto Leloir, y Silvio Tosatto, de la Universidad de Padua.

En naranja se observa una región desordenada de una proteína intrínsecamente desordenada. Varios estudios indican que este tipo de moléculas están asociadas al cáncer, a enfermedades neurodegenerativas y a patologías virales.  Créditos: Franco Simonetti / Bioinformática – Instituto Leloir

En naranja se observa una región desordenada de una proteína intrínsecamente desordenada. Varios estudios indican que este tipo de moléculas están asociadas al cáncer, a enfermedades neurodegenerativas y a patologías virales.
Créditos: Franco Simonetti / Bioinformática – Instituto Leloir