A pesar de que hasta ahora se creía que la división del trabajo en las colmenas estaba signada por la apetencia de azúcar, la respuesta frente al dolor también parece desempeñar un papel clave tanto en el aprendizaje como en la asignación de roles entre las abejas. Así lo indica un trabajo, dirigido por un investigador argentino, que fue publicado recientemente en PLoS One.
(28/01/09 -Agencia CyTA-Instituto Leloir) – Durante mucho tiempo, los entomólogos pensaban que la exitosa organización social de las abejas, basada en su sofisticada división del trabajo, se debía en gran parte a las diferencias entre individuos en su apetencia por el azúcar. Un nuevo trabajo publicado en PLoS One sostiene que el eje de la diferenciación no es sólo el azúcar sino también la resistencia al dolor.
“Es un hecho que las abejas especializadas en recolectar néctar, por ejemplo, responden sólo a altas concentraciones de azúcar, mientras que las abejas que recogen polen son poco selectivas y responden a cualquier solución azucarada, concentrada o diluida; su punto de interés es para ellas el polen y no el azúcar”, explica el doctor Martín Giurfa, director del laboratorio dedicado al estudio pluridisciplinario de la cognición animal del Instituto del Centro de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS, según sus siglas en francés).
“A partir de esas diferencias, diversos modelos teóricos explicaban la división de tareas en las abejas, diciendo que la respuesta al azúcar se constituía en el único factor diferenciador entre los individuos. Se pensaba incluso que si una abeja respondía altamente al azúcar, también lo haría para cualquier otro estimulo de naturaleza diferente”, dice Giurfa.
Sin embargo, el trabajo publicado PLoS One demuestra que además del placer que el azúcar produciría, la respuesta al dolor desempeña un papel clave en el aprendizaje y la división de las tareas en la colmena, y que ambas sensaciones no guardan relación alguna. De ese modo, abejas particularmente sensibles al azúcar no necesariamente lo son a un leve impulso eléctrico y viceversa.
Para sacar esas conclusiones, Giurfa y un equipo de colegas estudiaron dos comportamientos reflejos de la abeja: la extensión de la trompa que muestran las abejas cuando son estimuladas con azúcar, y la del aguijón, provocada por un leve impulso eléctrico. “Observamos que en uno y otro caso, existían diferencias notables entre individuos. A pesar de parecer idénticas, hay enormes desigualdades entre las abejas de una colmena. Se observan claras predisposiciones para responder más al azúcar, en un caso, o al impulso eléctrico, en otro caso. No solo el azúcar determina quien es quien en una colmena; también lo hace, y en forma diferente, la respuesta a los estímulos dañinos”, explica Giurfa quien también se desempeña como presidente del Consejo de Neurociencias del CNRS.
En ese sentido, el estudio muestra que las abejas que más toleran el dolor, es decir que menos responden a los impulsos eléctricos de intensidad creciente, son las guardianas. Mientras que aquellas con menor tolerancia son las recolectoras de alimento. En otras palabras, “dime cómo respondes al azúcar y te diré quien eres, pero decime también cómo respondes a los estímulos de dolor para saber quien eres; dos caras de la misma moneda.”, indica Giurfa quién estudió biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y se fue del país en 1990 para seguir especializándose en centros del exterior.
De acuerdo con el estudio, para que se desarrolle la vida social de las abejas es necesario que sus individuos tengan diferencias innatas sobre las que se construyan los roles a partir de una sensibilidad diferente a los estímulos, tanto placenteros como dolorosos.
Además el trabajo muestra como esas sensibilidades diferentes a los estímulos influyen en las capacidades de memoria y aprendizaje de las abejas. Existe así la capacidad de aprender que un evento dado está asociado con una recompensa o con un castigo. El equipo de Giurfa demostró en el caso de las abejas que ser particularmente sensible al azúcar o al impulso eléctrico lleva a aprender y memorizar mejor un olor asociado con esos estímulos. “Sobre las tendencias naturales de cada individuo (abeja) se agrega el aprendizaje y la experiencia individual que terminan reforzando las diferencias ya existentes”, afirma Giurfa.
Los resultados de este experimento abren caminos nuevos de investigación en el mundo de las abejas. Aún falta descubrir los genes que explican la diferencia de respuestas que evidencian esos insectos frente a los estímulos, indica el autor del trabajo, y aclara: “Sabemos que las bases nerviosas de estas diferencias reposan en dos neurotransmisores, la octopamina y la dopamina. La primera, se libera en el sistema nervioso de las abejas toda vez que se genera una recompensa azucarada; la segunda, en cambio, aparece cuando hay castigos. Diferencias en el nivel de una y otra determinarían las tendencias naturales de cada individuo y su rol en la colmena”, concluye.