La actividad científica ocupa el tercer lugar en la lista de profesiones más prestigiosas, después de la de los médicos y profesores, según una encuesta realizada en el país por el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. No obstante, cerca de un 60 por ciento de las personas consultadas consume poco y nada sobre temas científicos en diarios o televisión.

(4/4/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Los resultados de la segunda encuesta sobre “La Percepción de los argentinos sobre la investigación científica en el país”, fue dada a conocer el jueves 3 de este mes en la sede de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SeCyT). La muestra alcanzó a 1936 personas, de 21 localidades del país.

“Los encuestados constituyen una muestra de carácter nacional y corresponden a una población urbana que vive en ciudades de 10 mil habitantes o más”, afirmó Carmelo Polino, investigador del Centro Redes, quien estuvo a cargo de primera encuesta en el 2003, y ahora de la segunda edición, efectuada en el 2006.

Mientras que en la primera encuesta, los consultados creían que el sector privado era el principal soporte financiero de la investigación científica en el país, en el estudio recién difundido la figura del estado cobró un mayor protagonismo frente a las fundaciones privadas que, de todos modos, siguen teniendo un lugar importante. Ese cambio, de acuerdo con el mismo informe, se debería “a una mayor presencia de los temas científicos y tecnológicos en el discurso social y mediático” y también “a un contexto político y económico diferente del registrado en el 2003”.

En lo que sí no parecen haberse registrado cambios es en relación con los hábitos de informarse de la población. En ambas encuestas se concluye que la mayoría de los argentinos no tiene incorporado el hábito de interiorizarse sobre temas de actualidad científica. Con respecto a los programas de televisión y a la lectura en los diarios de temas científicos, un 20 por ciento de la población parece tener un consumo nulo; más del 40 por ciento de ese universo se concentra entre el consumo nulo y bajo, es decir ocasional, y apenas un 10 por ciento equivale al consumo alto, afirma Polino.

Dentro de la grilla televisiva no se elige principalmente a la programación científica, sino más bien los noticieros, los programas de entretenimiento y los deportivos. “Hay que tener en cuenta que en lo que respecta a la programación de aire, los programas con contenidos científicos son marginales, aunque hay una alta tasa de personas con acceso al cable, que incluye señales de canales específicos destinados a la ciencia y a la tecnología”, indicó Polino.

De 14 profesiones que figuran en la encuesta, la tercera profesión que más prestigio tiene, desde la óptica de los encuestados, es la del científico, antecedida por las de los profesores y los médicos, que ocupan el primer lugar. Siete de cada diez argentinos piensa que los científicos tienen “mucho” prestigio (casi el 40%) o “bastante” (34.4%).

El estudio también demuestra que desde el punto de vista de los consultados, los científicos que trabajan en las universidades detentan la mayor credibilidad como fuentes de información, cuando los resultados de la investigación científica y el desarrollo de las tecnologías son polémicos. Le siguen los médicos. Sin embargo, el 60 por ciento de los encuestados percibe que los jóvenes no se sienten atraídos por las carreras científicas al ser visualizadas como actividades mal remuneradas.

Para el secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SeCyT), ingeniero Tulio Del Bono, “El dilema pareciera bastante fácil de resolver, hay que poner más esfuerzos, y en esto somos muy concientes desde el Estado que es preciso mejorar la remuneración del científico. Hemos hecho esfuerzos muy grandes –de hecho, es uno de los sectores de la administración pública que ha tenido más incremento en sus remuneraciones, al menos en el caso de los investigadores del CONICET–, pero también sabemos que estamos a mitad del camino y que todavía hay que seguir avanzando”.

Del Bono subrayó la importancia de que la ciencia y la tecnología les resulten atractivas a los jóvenes para que el país cuente con una masa crítica de investigadores, cuya labor es clave para el desarrollo social y económico. Para el secretario de la SeCyT, el hecho de que la opinión pública considere la labor de los científicos como una profesión prestigiosa, como es el caso de los médicos y de los profesores, y que su credibilidad sea altamente valorada, no es un dato menor: “Se trata de un indicio cultural que para nosotros es vital, porque el médico, el profesor y el científico se asocian al saber, no a la riqueza o a la fama”, afirmó.

Otro de quienes estuvo en la presentación, el profesor Mario Albornoz, coordinador del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, dijo que la encuesta de percepción pública de la ciencia es la expresión de un nuevo contexto relacionado con el reemplazo “de una vieja política científica que estaba sólo en manos de los expertos y de los científicos y que hoy está en manos también de la sociedad en su conjunto. En los últimos años se ha comprendido que la ciencia, la tecnología y la innovación son herramientas muy poderosas para el desarrollo económico y social”, destacó.

Albornoz sostiene que los avances científicos y tecnológicos, además de generar beneficios, en algunos casos pueden generar riesgos. Por esa razón “la sociedad tiene que pronunciarse, y las políticas públicas deben incorporan la opinión de los ciudadanos como un elemento decisivo para poder lograr una adecuada definición”.

En ese sentido, para Albornoz, la encuesta es un instrumento de participación ciudadana en ciencia y tecnología y por ende forma parte de la democratización del conocimiento.

Al respecto, Del Bono puntualizó que “si la sociedad no esta bien informada, corremos el riesgo de que no participe en el debate y que sea fácilmente manipulada. Por lo tanto, si como surge de la encuesta el nivel de información es de medio para abajo, debemos redoblar los esfuerzos para mejorar ese nivel”.

Para el secretario de la SeCyT, ese cambio debe ser básicamente asumido por el Estado, las instituciones científicas y los divulgadores científicos, entre otros actores.

Otros datos que se desprenden de la encuesta es que ocho de diez consultados sigue apoyando la idea de que los recursos públicos para investigación científica y desarrollo tecnológico tienen que aumentar en lo inmediato.

En relación con las áreas que más se destacan en el país, los deportes, la agricultura y la ganadería ocupan los primeros lugares, mientras que la investigación científica queda en una posición intermedia.

De acuerdo con el estudio, el conocimiento de las instituciones científicas argentinas sigue siendo bajo, tal como lo evidenció la otra encuesta realizada en 2003: seis de cada diez argentinos no conoce ninguna institución de investigación nacional, “lo cual – aseguró Polino- supone un llamado de atención importante desde el punto de vista de la política de comunicación social de la ciencia”.

Otro de los presentes, Ignacio Jawtuschenko, coordinador del Programa de Comunicación Social y Divulgación Científica de la SeCyT, opinó que los resultados de la encuesta hablan de una falta de apropiación social del conocimiento científico, la que puede ser también interpretada desde una mirada histórica, social y política. “Tiene que ver con la crisis educativa y la ruptura del contrato con la educación y con el conocimiento que se viene arrastrando desde la época de la noche de los bastones largos”, justificó.

Jawtuschenko cree que la intervención militar de 1966, la dictadura y la década de 1990, en la que un ministro de economía mandó a los científicos a lavar los platos, acentuaron la falta de cultura científica de la sociedad, una realidad que precisa ser revertida.

“Otra importancia que le asignamos a la encuesta es que nos proporciona insumos para poder planificar el conocimiento al servicio de la sociedad”, dijo Del Bono.

“Mal podemos realizar esta actividad sino sabemos exactamente como repercute el conocimiento científico en la sociedad”, concluyó.