El cáncer de cuello de útero, una de las principales causas de muerte por cáncer entre mujeres en la Argentina, tiene un impacto social y económico devastador en los hogares de quienes lo padecen. Así lo revela un estudio en el que participaron pacientes del Instituto de Oncología Angel H. Roffo. La aplicación de programas de prevención efectivos podría evitar la mayoría de las muertes por esta causa, como ocurre en los países desarrollados.

(4/4/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Aproximadamente 1 millón de mujeres en el mundo padecen cáncer de cuello de útero, y 280 mil mueren por año, 80% de las cuales viven en los países en desarrollo. En Argentina, cada año se les diagnostica cáncer de cuello de útero a aproximadamente 3000 mujeres, y 1600 mueren a causa de la enfermedad.

Estas cifras hablan de pacientes que, además de tener que enfrentarse con el dolor, la discapacidad y el miedo a la muerte, deben lidiar con los gastos relacionados con el tratamiento, la pérdida de empleo, la reducción de los ingresos y los cambios en la organización familiar.

Hasta la fecha, son virtualmente inexistentes las investigaciones para determinar el impacto socio-económico del cáncer de cuello de útero en las familias afectadas de los países en desarrollo.

“El estudio del impacto socio-económico del cáncer es importante no sólo desde una perspectiva social, sino también desde un punto de vista clínico y epidemiológico, ya que puede reducir la capacidad de las pacientes para cumplir con la radioterapia, un tratamiento que puede mejorar la calidad de vida y aumentar las probabilidades de sobrevida si se cumplen la cantidad y el cronograma de sesiones establecidos por el médico”, afirma la Doctora Silvina Arrossi, quien trabajó en la Agencia Internacional de Investigaciones sobre Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (Lyon, Francia) entre 2000 y 2006.

La Doctora Arrossi –que en la actualidad desarrolla trabajos de investigación social sobre cáncer y sobre la prevención del cáncer de cuello de útero en el Centro de Estudios de Estado y Sociedad-CEDES, Buenos Aires-, y un equipo de especialistas del Instituto de Oncología Angel H. Roffo, de la Universidad de Buenos Aires, y de la IARC, realizaron una investigación que midió el impacto socioeconómico del cáncer de cuello de útero en los hogares de las pacientes en diferentes dominios de la vida familiar: empleo, ingresos, presupuesto familiar, educación, acceso a la salud y el cuidado de los niños. El estudio también analizó la influencia de dicho impacto en el cumplimiento de la radioterapia. Los resultados del estudio fueron publicados en la prestigiosa revista científica estadounidense Gynecologic Oncology.

“Para medir el impacto socio-económico y a la vez saber cómo influye en el cumplimiento del tratamiento oncológico, entrevistamos, previo consentimiento, a 120 pacientes que padecían cáncer de cuello de útero y a las cuales se les prescribió radioterapia en el Instituto de Oncología Angel H. Roffo entre octubre de 2002 y marzo de 2004”, señala Arrossi y agrega: “Mediante un cuestionario específico recabamos datos sobre el impacto socio-económico de la enfermedad para cada miembro del hogar y sobre el cumplimiento de la radioterapia por parte las pacientes”.

Características socio-demográficas de las pacientes

El promedio de edad de las 120 pacientes era de 51 años, 54% estaban casadas y el 37% eran viudas o divorciadas; un 35% eran jefas de hogar, y un 19% pertenecían a hogares que contaban entre 6 y 12 miembros.

“El 7% nunca fue a la escuela y el 69% tenía primaria completa o incompleta. Un 76% no tenía cobertura medica, un 45% estaban bajo la línea de pobreza y un 29% vivían en viviendas inadecuadas”, señala Arrossi y agrega: “39 pacientes fueron diagnosticadas con la enfermedad en estadío III o IV”, es decir, en los estadíos más avanzados, cuando la enfermedad es más difícil de tratar y la probabilidad de sobrevida es mucho menor”.

Si bien algunas pacientes viajaron desde el interior para seguir el tratamiento, la mayoría de las pacientes provenía de Capital Federal, Gran Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires.

Impactos socio-económicos

A pesar de que los costos de la radioterapia no fueron pagados por las pacientes -en el 96% por ciento de los casos lo cubrió principalmente el hospital o la obra social -, el impacto socio-económico del cáncer de cuello de útero en el hogar de las pacientes fue dramático.

En un 45% de los hogares de las pacientes por lo menos un miembro redujo la cantidad de horas de trabajo y en un 28% de los casos algún miembro de la familia tuvo que dejar el trabajo. Un 34% perdió entre un 25 y 50% del ingreso familiar, y el 19% perdió 50% o más. Como resultado, el nivel de pobreza en este grupo de pacientes aumentó del 45% al 53%.

“La reducción total o parcial de ingresos en los hogares fue concomitante con el aumento de gastos, dado que, si bien la radioterapia en si misma no tuvo costo, las familias tuvieron que hacerse cargo de numerosos gastos relacionados con la enfermedad, por ejemplo, medicamentos o elementos descartables necesarios para el tratamiento, que el hospital no provee, y el gasto de transporte. Hay que tener en cuenta que solamente el trayecto de ida y vuelta al hospital representó un 25% o más de los ingresos familiares para el 36% de familias y para casi un 15% de los hogares representó un 50% o más de los ingresos familiares”, destaca Arrossi.

Incluso para aquellos hogares en los que no hubo pérdida de ingresos, hubo un aumento de los gastos relacionados con la enfermedad, lo que implicó en muchos casos que para poder seguir con el tratamiento debieron reducir el consumo en otras áreas del presupuesto familiar: En un 37% de los hogares se redujo el consumo de alimentos y el 38% por ciento debió vender elementos de su propiedad o usar sus ahorros. El atraso en el pago de servicios esenciales como teléfono y electricidad afectó a un 43% de los hogares y como resultado a 14 familias le suspendieron esos servicios.

“Los impactos relativos a la educación que más afectaron los hogares fueron la ausencia escolar y los problemas para pagar gastos relacionados con la asistencia a la escuela, por ejemplo, útiles escolares, que afectaron respectivamente a un 28% y 23% de los hogares”, puntualiza Arrossi.

Según la experta, en muchos hogares la paciente es la madre o la abuela de los niños del hogar, y la que se encarga de llevarlos o traerlos a la escuela. Como el tiempo de estas personas se dedica al tratamiento, las pacientes tienen dificultades para llevar los niños al colegio. En otros casos el problema es que no tienen dinero suficiente para pagar el pasaje.

Más familias involucradas

“Encontramos que el impacto de la enfermedad no se limita al hogar de la paciente, sino que también incluye al entorno social más amplio al que ésta pertenece. Para casi la mitad de las pacientes, al menos dos familias estuvieron involucradas en los arreglos necesarios para cuidar a la enferma y acompañarla al hospital, y enfrentar los gastos derivados de la enfermedad”, explica Arrossi.

Un 45% de las pacientes recibieron cuidados de una o más personas que no vivían en su mismo hogar, por ejemplo, un hijo adulto. Estos hogares, 62 en total, también sufrieron un impacto considerable: en el 61% sus miembros tuvieron que reducir las horas de trabajo, un 40% tuvo que vender elementos de su propiedad o usar ahorros para enfrentar los gastos vinculados a la enfermedad. Un tercio tuvo que reducir el consumo diario de alimentos y el 26% tuvo atrasos en el pago de servicios esenciales como la electricidad y el teléfono.

“Si consideramos las pacientes incluidas en el estudio, la enfermedad de 120 mujeres impactó social y económicamente a 182 hogares, y la vida de 654 personas, es decir, un número 5 veces mayor que el número de pacientes consideradas aisladamente de su entorno familiar”, subraya Arrossi.

Cumplimiento de la radioterapia

Un 30% de las pacientes no pudo cumplir con la radioterapia. “Entre las pacientes de hogares pobres el porcentaje de aquellas que no cumplieron con el tratamiento fue mayor.”, destaca Arrossi.

Como el cumplimiento con la radioterapia es fundamental para aumentar las probabilidades de curación, no solamente las pacientes enfrentan una situación social devastadora, sino que además esta situación limita sus probabilidades de sobrevida.

“Si una paciente no tiene dinero para pagar el transporte al hospital, y no encuentra medios alternativos para viajar, sencillamente no puede ir y pierde la sesión de radioterapia”, señala Arrossi y agrega: “En otros casos los cambios en la organización familiar pueden desmotivar a la enferma a luchar contra la enfermedad y seguir el tratamiento, por ejemplo, si para que ella pueda ir al hospital sus hijos tienen que dejar de ir a la escuela.”

“Me parece que hay que hacer hincapié en dos aspectos, la necesidad de medir y comprender el impacto social y económico del cáncer, que es en definitiva una de las principales causas de enfermedad y muerte en la Argentina, y desarrollar políticas de salud que brinden apoyo social a las pacientes a fin de limitar el impacto socio-económico de la enfermedad, de esa forma, será posible aumentar la capacidad de las pacientes para cumplir con el tratamiento”, asegura Arrossi.

Se trata de mejorar las condiciones de vida de las familias que enfrentan dicha enfermedad, y aumentar las probabilidades de sobrevida de las pacientes.

“Sin embargo, no se puede actuar sobre lo que no se conoce. Este tipo de investigaciones deben multiplicarse y extenderse a pacientes que sufren otro tipo de tumores, con otro tipo de tratamiento, en distintos momentos del ciclo de vida”, subraya Arrossi.

La prevención es clave

“A pesar de que la enfermedad es prevenible mediante la realización periódica del test de Papanicolaou, en los países en desarrollo no existen en general programas organizados de prevención, y dónde existen, en su gran mayoría han fracasado debido a problemas logísticos, técnicos y de falta de calidad. Sin acceso a programas efectivos, las mujeres buscan atención médica cuando ya han manifestado síntomas y el cáncer está demasiado avanzado y es difícil de tratar”, asegura Arrossi.

En los países desarrollados con programas de prevención efectivos, como es el caso de Finlandia, la incidencia y la mortalidad por cáncer de cuello de útero es casi inexistente.

RECUADRO 1

TESTS DE PREVENCIÓN

Papanicolaou

El Papanicolaou es una prueba concebida para detectar células cervicales anormales. El procedimiento consiste en raspar el cuello uterino para obtener células que luego se extienden y se fijan en una laminilla de vidrio (portaobjetos). Éstas se envían a un laboratorio de citología –rama de la biología que estudia las células- donde son evaluadas por un citólogo o citotécnico capacitado que determina la clasificación de las células según el grado de anormalidad. Las mujeres con resultados anormales son derivadas posteriormente para diagnóstico y tratamiento. La sobrevida de las mujeres que han recibido tratamiento de las lesiones precancerosas es de prácticamente 100%.

Test de HPV

El virus del papiloma humano (HPV por su sigla en ingles), una de las infecciones de transmisión sexual más comunes, es la causa primaria del cáncer cérvico-uterino. Este hecho ha permitido el desarrollo de un test que consiste en el análisis del ADN para detectar si una mujer es positiva para los tipos de HPV de alto riesgo. Este método tiene como principal problema su alto costo, así como también limitaciones derivadas con el manejo y seguimiento de las mujeres que son identificadas como positivas por el test.

Inspección visual con ácido acético

En este método de detección precoz se aplica al cuello del útero un algodón embebido con una solución de ácido acético (vinagre) del 3 al 5 por ciento antes de proceder a su examen visual. Debido a las diferencias de estructura y la opacidad de las células precancerosas, las células anormales adquieren un aspecto blanquecino temporal cuando se ponen en contacto con esta solución. Las mujeres son clasificadas como positivas o negativas, y a las que son positivas se las deriva para diagnóstico y tratamiento.

La inspección visual es un método económico, que necesita menos infraestructura y logística que el Papanicolaou, pero su eficacia no ha sido probada a nivel programático en gran escala, por lo cual no es posible por el momento su recomendación como técnica masiva de detección precoz.

RECUADRO 2

POLÍTICAS DE SALUD

El sufrimiento que provoca el cáncer de cuello puede evitarse mediante la organización de un programa organizado de prevención que funcione de manera eficiente.

“La Argentina cuenta con los recursos y la tecnología para poder lograrlo, tiene que haber una voluntad política que se traduzca en la implementación de un programa de prevención eficiente, con metas establecidas, e indicadores de resultados y calidad perfectamente mensurables”, asegura la doctora Arrossi.

Según Arrossi, la aparición en el último año de una vacuna contra el HPV también exige una profunda reflexión acerca de cómo debe organizarse el programa de prevención de cáncer de cuello de útero, de manera tal de diseñar e implementar el programa que mejor se adapta a la capacidad tecnológica instalada, así como a la realidad social, cultural y económica del país.