Las abejas pueden reconocer rostros humanos si son entrenadas para tal fin, revela un trabajo publicado en The Journal of Experimental Biology. De acuerdo con los autores del estudio, al igual que los seres humanos, esos insectos son capaces de reconocer imágenes de objetos a partir de la puesta en relación de algunas de sus características básicas.

(12/02/10 – Agencia CyTA – Instituto Leloir)-.  Si bien los rostros humanos no son estímulos biológicos importantes para las abejas, estos insectos pueden ser entrenados mediante un sistema de recompensas a fin de  reconocer diferentes rostros, revela un estudio publicado en la edición de febrero de The Journal of Experimental Biology y destacado en el periódico The New York Times.

Un estudio publicado años atrás por el doctor Adrian Dyer de la Universidad Monash de Australia había mostrado que las abejas podían aprender a elegir fotos de seres humanos si recibían una recompensa de solución azucarada en la foto presentada por el experimentador. Sin embargo, el equipo del argentino Martín Giurfa, director del Centro de Investigaciones sobre la Cognición Animal de Toulouse (Francia), recibió con escepticismo estos resultados. “Nuestra crítica apuntaba al hecho que no se podía decir qué elegían las abejas en esos experimentos; dado que las fotos eran complejas y no controladas, bien podría ser que las abejas no prestasen atención alguna al rostro de la foto y en cambio eligiesen en función de diferencias en aspectos como la tonalidad global de la foto”, señaló a la Agencia CyTA, el autor del estudio Martín Giurfa. Y continuó: “Si se trata de distinguir a Claudia Schiffer de Naomi Campbell, bien puede ignorarse el rostro de cada una y distinguirlas simplemente por la tonalidad de la foto de cada una”.

Otro trabajo de Giurfa, publicado en Nature en 2004, sugería que las abejas como los seres humanos podían reconocer objetos por su topología básica. “Por ejemplo, reconocemos una casa de acuerdo con un diseño básico (ver imagen Foto 1), hecho de la conjunción de diferentes líneas, cada una en una relación espacial especifica respecto de las otras, ya sea que se trata de una casa con estilo suizo o japonés, entre otras posibilidades”, explica Giurfa que también se desempeña como presidente del Área de Neurociencias del Consejo Nacional de Investigaciones de Francia (CNRS según sus siglas en francés). Del mismo modo un rostro presenta una configuración básica hecha de dos ojos, una nariz, situada por debajo de los ojos, y una boca por debajo de la nariz. Si se cambia la relación espacial entre estos elementos (si por ejemplo, la boca pasa a ocupar el lugar de los ojos) se pierde la configuración y la noción de rostro humano.

Con el propósito de despejar si las abejas, como los seres humanos, reconocen los rostros, ya no a partir de informaciones incontroladas sino a partir de su configuración básica, Giurfa, el mismo Dyer y otros colegas realizaron una serie de experimentos que demostraron que las abejas pueden reconocer los rostros humanos  a partir de su configuración básica interpretando la relación entre ojos, nariz y boca.

Con y sin azúcar

A tal fin, Giurfa y la estudiante Aurore Avargues emplearon imágenes esquemáticas de rostros compuestas de puntos que representaban dos ojos, y dos líneas, una para la nariz y otra para la boca. 

Las figuras fueron impresas en papel, controlando y variando parámetros tales como la longitud de la nariz, la distancia de la boca a la nariz y la separación de los ojos, de modo a crear distintos rostros. También usaron fotos de caras humanas.

Las abejas debían elegir entre dos estímulos situados en un laberinto en forma de Y al que entraban volando habiendo sido entrenadas a buscar solución azucarada en el mismo. Las figuras fueron presentadas verticalmente una en el fondo de cada brazo del laberinto. A cada elección correcta la abeja recibía una gota de solución azucarada sobre el estímulo recompensado. Los investigadores mostraron, por un lado, que las abejas podían ser entrenadas a distinguir dos rostros simplificados (un rostro recompensado, contra uno no recompensado). “Bastaba con alargar la nariz o separar los ojos, o aumentar la distancia entre boca y nariz para que las abejas reconocieran la diferencia y no eligiesen más la opción modificada”, explica Giurfa.

Por otro lado, en otro experimento, los investigadores entrenaron a las abejas a elegir siempre rostros recompensados contra combinaciones al azar de las líneas que formaban “no rostros” (elecciones no recompensadas). “Las abejas así entrenadas fueron luego enfrentadas a un nuevo rostro, distinto de los entrenados, y a un nuevo “no rostros”, tampoco visto antes. A pesar de la novedad de las imágenes, las abejas eligieron el nuevo rostro  y mostraron así que pueden aprender a la categoría ‘rostro’ e incluir en ella rostros diferentes  pero que compartían la misma configuración común (Ver imágenes Foto 2)”, destacó el científico argentino radicado en Francia.

“Lo que mostró el experimento es que las abejas pueden aprender a reconocer y elegir configuraciones de rostros. Pero esto no quiere decir que, como nosotros, entiendan el concepto de rostro, esto es, que asimilen que detrás de esa imagen existe un ser humano, con su historia individual y sus vivencias. Para las abejas estas figuras, sobre las que reciben azúcar si eligen bien, no son otra cosa que ‘flores un tanto extraña’”, explica Giurfa a la Agencia CyTA. Y agrega: “Pero el experimento muestra que usan la configuración ya que el cambiar un elemento (nariz, ojo o boca) de lugar hace que la figura no sea mas reconocida como un rostro. Por ejemplo, para una abeja entrenada a rostros, la alternativa de una imagen donde los rasgos están mal posicionados no es reconocida como un rostro. Son los mismos elementos pero la configuración ha sido perturbada.”

El trabajo destaca que al igual que los seres humanos, las abejas son capaces de percibir objetos a partir de sus configuraciones de base. “Esto permite crear innumerables configuraciones a partir de un número finito de elementos. Por ejemplo, cuando decimos “auto”, tenemos inconscientemente o conscientemente una configuración de base en mente compuesta de elementos tales como cuatro ruedas, puertas laterales y asientos, entre otros. Las abejas operarían de la misma forma, no para reconocer autos o rostros humanos que no tienen sentido alguno para su vida, pero sí para reconocer objetos que les interesan, por ejemplo las flores.”

Dyer, que investiga la fisiología de la visión con el fin de generar aplicaciones útiles para distintas actividades humanas, considera que las abejas son un interesante modelo para investigar el modo en que se procesa la información visual dado que su diminuto cerebro contiene menos del 0,01 por ciento del número de células que componen el cerebro humano.
Pese a la diferencia de tamaño, las abejas pueden realizar complejas operaciones de reconocimiento visual. Por esta razón, los investigadores opinan que este tipo de estudios puede contribuir al diseño de sistemas robóticos –para distintos fines- capaces de visualizar e identificar personas, animales o bien una multiplicidad de objetos diferentes.

 

foto 1 abejas

 

 

 

 

 

 

 

Foto 1

Las abejas como los seres humanos podrían reconocer objetos por su topología básica. Por ejemplo, los seres humanos reconocen una casa a partir  de un ese diseño básico, hecho de la conjunción de diferentes líneas, cada una en una en relación espacial especifica respecto de las otras.

Crédito: Centro de Investigaciones sobre la Cognición Animal de Toulouse (Francia).

 

foto 2 abejas

 

 

 

 

 

 

 

Foto 2

Las abejas fueron entrenadas para distinguir imágenes de rostros en contraposición a las imágenes de tipo “no rostro”, hechos con exactamente los mismos elementos

Crédito: Centro de Investigaciones sobre la Cognición Animal de Toulouse (Francia).

 

foto abejas 3

 

 

 

 

Foto 3

Imágenes de rostros que también fueron empleadas en el estudio

Crédito: The Journal of Experimental Biology