(20/11/07. CyTA-Instituto Leloir. Por María Cristina Chaler) – Ya nos referimos al sodio cuando recorrimos la Tabla Periódica en una extensa excursión. Junto con otros elementos forma parte de nuestro organismo y sin su presencia no podríamos vivir.

Una persona sin alteraciones en su salud posee aproximadamente 100g de sodio en su cuerpo, 55% se encuentra en el líquido fuera de la célula, 40 % en huesos y el resto en el líquido dentro de la célula.

Este mineral es esencial ya que ingresa sólo por la alimentación que aporta de 6 a 12g de sal común (cloruro de sodio) por día, aunque a veces esa cantidad es mucho mayor ya que depende de la dieta de cada individuo.

La eliminación de este mineral se hace principalmente por la orina y por el sudor.

Cuando la ingesta de sodio disminuye, la eliminación por la orina se reduce y se produce la reabsorción en el riñón a fin de que se mantenga el nivel necesario.

Si la concentración de sodio se altera, se producen trastornos en el balance hídrico de nuestro organismo, ya sea edemas por exceso o deshidratación por defecto.

La acumulación de agua en los tejidos, hiperhidratación, se da en pacientes con deficiencias renales o con tratamientos prolongados con corticoides.

Cuando el equilibrio hídrico se altera por enfermedad (vómitos, diarreas, sudoraciones excesivas) se produce deshidratación a causa de la eliminación excesiva de agua y con ella las sustancias salinas que la acompañan, principalmente sodio y cloro. Cuando la pérdida de agua es excesiva también se elimina potasio intracelular y en todos los casos hay que reponer lo perdido inmediatamente para evitar serias consecuencias.

El cuerpo humano tiene un gran porcentaje de agua que actúa como solvente para todas las reacciones químicas que en él ocurren y este solvente transporta con ayuda de otras moléculas las sustancias alimenticias y los desechos que debemos eliminar.

En esa gran cantidad de agua se disuelven los minerales en forma de iones (partículas con carga eléctrica tanto positiva como negativa) estabilizados cada uno de ellos con la configuración electrónica del gas noble que les corresponde.

El agua representa el 60 % del peso corporal en el adulto varón y el 55 % en la mujer, en los niños el porcentaje de agua aumenta y en las personas mayores de 60 años disminuye en relación con la disminución de la masa muscular.

Esta cantidad de agua no se distribuye uniformemente sino que abunda en determinados lugares más que en otros: la piel posee 72 %, los músculos 75 %, los huesos 22%, el hígado 68%, el riñón 82%, el intestino el 74% y la grasa el 10 %.

Hay mayor cantidad de agua dentro de las células que fuera de ellas y aún dentro del líquido extracelular hay diferencia de aquel que se encuentra entre los vasos sanguíneos (intravascular) y del que se encuentra entre los tejidos (intersticial), ya que estos últimos están irrigados con mayor cantidad de agua. En el interior de la célula existen diferentes órganos que a su vez tiene distintos porcentajes acuosos.

Cuando el individuo esta sano el porcentaje de agua total se mantiene equilibrado y para ello contribuyen a mantener este equilibrio los diferentes minerales.

El sodio es el principal catión (partícula con carga positiva) junto con el anión cloruro que se encuentran en abundancia fuera de la célula y el potasio junto con el fosfato son los más abundantes dentro de la célula.

La diferencia de concentraciones de estos minerales genera una variación de presiones que permite la regulación de la entrada y salida del agua, desde afuera hacia adentro y viceversa. Así se mantiene el equilibrio hídrico en los tejidos de cada uno de los sistemas que conforman al ser humano.