Los dispositivos electrónicos permiten que las personas trabajen, estudien y se diviertan estén donde estén. El estadounidense Steven Roberts se pasó diez años recorriendo su país con una bicicleta conectada a Internet. Un investigador argentino advierte sobre la tendencia creciente al aislamiento y llama a recuperar las potencialidades sociales de las nuevas tecnologías.

(27/8/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Entre 1983 y 1994, Steven K. Roberts, un consultor tecnológico estadounidense, pedaleó 17 mil millas alrededor de su país utilizando una bicicleta especialmente construida, equipada con sistemas teleinformáticos conectados a Internet, convirtiéndose en pionero del “tecnomadismo digital”.

Cuando le preguntan dónde vive, Roberts responde: “En Internet. Online. Mi casa es la Web”. Para este tecnófilo, si uno tiene conectividad suficiente, la ubicación física se vuelve irrelevante.

“La tendencia actual es hacia la movilidad. Ya no necesitamos quedarnos atados al escritorio. Si tenemos la posibilidad de ubicar los componentes principales de nuestro hogar en la Red -un grupo de amigos, un lugar para trabajar en los proyectos propios, una base para ejercer nuestra ocupación y recursos para distraernos- la vieja fantasía de la libertad está a nuestro alcance”, dice Roberts, en un artículo publicado en Internet World.

¿Y lo demás? “En cuanto al lugar para dormir, la repisa para los libros o los CD, basta con elegir el vehículo adecuado”, resuelve rápidamente.

Hogar, móvil hogar

Sin llegar al extremo de Roberts, muchas personas en el mundo practican hoy el tecnomadismo digital. Hojeando los anuncios de la prensa se observa el interés de las empresas que fabrican o comercializan dispositivos electrónicos por atraer a los consumidores sobre la base del estilo de vida “deslocalizado”: Palms para llevar los negocios a cuestas cuando estamos lejos de la oficina y mini-iPods que se convierten en “personal trainers” de corredores son apenas algunos ejemplos.

“El tecnómade es una persona que trabaja, estudia, se comunica y se entretiene desde lugares no físicos y/o en movimiento utilizando dispositivos digitales provistos de pantallas electrónicas”, explica Diego Levis, doctor en Ciencias de la Información, en una ponencia presentada a principios de agosto en el marco del Simposio de Antropología Social que organizó el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) en Buenos Aires.

Levis, profesor e investigador universitario especializado en los usos sociales de las tecnologías digitales, recuperó en la presentación el concepto “tecnómade” para caracterizar el uso creciente de dispositivos informáticos portátiles polifuncionales.

Las computadoras portátiles y de bolsillo y los teléfonos celulares multifunción, entre otros aparatos de uso cotidiano, permiten realizar en cualquier lugar, incluso en movimiento, tareas que hasta no hace mucho tiempo requerían un espacio dedicado, como la empresa, el hogar, o el centro de estudio, comenta Levis.

El ser telenético

Para el especialista, las comunicaciones digitales –caracterizadas cada vez más por la miniaturización de los dispositivos y el desarrollo de redes inalámbricas de alta capacidad- van construyendo un ser “telenético”, que vive la vida a través de una pantalla interpuesta y termina aislándose dentro de un caparazón electrodigital.

“Es una forma refinada de control que atomiza a la sociedad hasta convertirla en un conjunto de individuos falsamente autónomos, comprometidos fundamentalmente con el deseo de satisfacer sus necesidades personales, ajenos al interés común y a la construcción colectiva del espacio público”, apunta.

Ahora bien, ¿la televida y el tecnonomadismo son las únicas opciones posibles? Desde ya que no, contesta el investigador: “Nos encontramos ante una tergiversación de la verdadera potencialidad descentralizadora e integradora de las tecnologías de comunicación y simulación digitales”.

Según Levis, el uso comunitario y descentralizado que ha caracterizado durante años a Internet revela que existen alternativas viables a las prácticas que se buscan imponer desde los centros de poder económico y político.

Más allá de la propaganda, estas tecnologías pueden abrir paso al desarrollo de nuevos mecanismos de integración ciudadana que ayuden a establecer lazos culturales y solidarios entre personas y grupos de comunidades diferentes.

De hecho, en 1993 el propio tecnómade Roberts hablaba de la configuración de la Red como un recurso social clave, donde las amistades no tienen fronteras geográficas y las relaciones se desarrollan independientemente de la apariencia física y toda una serie de implicancias culturales.

“Al favorecer la aparición de nuevas formas de socialización y de integración entre individuos pertenecientes a diferentes contextos geográficos y culturales los medios digitales pueden contribuir a construir nuevas formas de cohesión social”, concluye Levis.