(27/6/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)-. En diálogo con Agencia CyTA la doctora Silvia Debenedetti reflexionó sobre la situación actual de las drogas vegetales en la Argentina, después del boom de consumo registrado en 2001, así como las dificultades para investigar sobre el tema por la falta de recursos. También advirtió que los médicos y farmacéuticos tienen que ponerse a tono con los avances mundiales en drogas vegetales, para poder asesorar a la población acerca de sus usos terapéuticos, efectos adversos y posibles interacciones con las drogas de síntesis.

Debenedetti es doctora en Farmacia y profesora titular de Farmacognosia en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y en la Universidad de Belgrano (UB), dirige la carrera de Farmacia en la Universidad de Belgrano e integra el Consejo Asesor del Magíster en Plantas Medicinales de la UNLP. Es miembro de la Subcomisión de Farmacopea para la redacción de Monografías de drogas vegetales y de la Comisión de Medicamentos Herbarios del Instituto Nacional de Medicamentos de la ANMAT.

Días pasados participó en las Jornadas Mercofito III, en una mesa redonda donde se planteó la posibilidad de que el MERCOSUR cuente con una Farmacopea -código oficial de drogas- para este tipo de productos.

-¿En qué situación se encuentra la Argentina en cuanto a drogas vegetales en la Farmacopea?

-La Argentina tiene uno de los mejores niveles de América Latina, y está en línea con Europa. No tanto con Estados Unidos, que maneja otro criterio. La Farmacopea de Estados Unidos incluye dos tomos, United States Pharmacopeia (UPS) y National Formulary (NF). Las plantas medicinales no aparecen en el primero, donde están las drogas, sino en el segundo, porque no se las considera drogas, sino aditivos alimentarios o suplementos. Si bien Estados Unidos tiene los criterios más altos en cuanto a control de calidad de drogas en general, recién ahora se está poniendo a tono con las drogas vegetales. Es una farmacopea privada, distintos equipos de investigación intervienen en la confección de las monografías y tienen muchos grupos dedicados a eso.

-¿En Estados Unidos las plantas medicinales no son consideradas drogas?

-No, a excepción de aquellas que tienen identificados sus principios activos, ninguna es aceptada como droga. Alrededor de esto hay un gran problema legal. En 1994, cuando el público y las industrias presionaban para que los medicamentos herbarios fueran reconocidos como drogas, la Food and Drug Administration (FDA) se negó a reconocerlas como tales y por lo tanto salió como ley del Congreso que podían ser incluidas en la Farmacopea como suplementos dietarios. Esa ley, llamada “Dietary Supplement Health and Education Act “(DSHEA) fue firmada por el presidente Bill Clinton el 14 de noviembre de 1994 y considera a la mayor parte de las plantas medicinales y sus productos como suplementos dietarios. A raíz de eso se produjo un desbarajuste mundial, porque la mayor parte de ellas han sido utilizadas desde hace cientos de años por sus propiedades terapéuticas y no por sus propiedades alimenticias, por lo que deben ser consideradas drogas. Yo siempre digo en mis conferencias que, por ejemplo, nadie come valeriana, y de hecho hay muchos estudios que avalan el uso tradicional de valeriana como inductor de un sueño fisiológico. Europa sí las consideraba drogas: estuvieron incluidas como medicamentos desde la primera Directiva de la Comunidad Europea (Directive 65/65/EEC). Estados Unidos invadió los mercados con suplementos dietarios que contenían hierbas medicinales o drogas vegetales, que no tienen control de activos, sino solo un control de identidad y buenas prácticas de manufactura.

-¿Por qué?

-Son criterios diferentes. Ellos establecen las características microscópicas y macroscópicas de la planta para determinar su identidad. Y valoran un marcador que no es necesariamente el compuesto activo sino un compuesto característico que les indica identidad. No les importa el activo, porque no la toman con esa idea.

-¿No esperan que tengan un efecto terapéutico?

-Exactamente. Si el ácido isovalerénico es el marcador para la valeriana, no les importa si es activo o no es activo. En cambio, la Farmacopea Europea tiene otro criterio. En mi caso, y en el de la mayoría de mis colegas que trabajan en Farmacognosia, tendemos a coincidir con el criterio europeo.

-¿Cuál es el criterio europeo?

-La Farmacopea Europea tiene una tradición, desde 1965 que las viene reconociendo como drogas. Los medicamentos herbarios, las cápsulas de ajo por ejemplo, se venden en las farmacias. Una comisión de Alemania llamada Comisión E (Commission E) hizo un estudio de unas 300 drogas vegetales, evaluó todos los trabajos científicos sobre eficacia y seguridad e informó para cada una de ellas qué efectos terapéuticos tenían basamento científico y cuáles no y qué posibles efectos adversos o toxicidad podían presentar. También decían qué usos no eran posibles porque faltaban estudios. Europa está muy avanzada en el tema de drogas vegetales. En Estados Unidos hasta sacaron en un momento la Farmacognosia del plan de estudios de Farmacia, es decir la redujeron solamente a la extracción de principios activos.

-Frente a este panorama, ¿cómo se ubica entonces nuestro país?

-Nosotros en este posicionamiento estamos en línea con Brasil y Europa. Y por supuesto en lo que es Farmacopea general estamos también en línea con la USP de Estados Unidos. La ANMAT sigue criterios de la USP y de Europa. En ese sentido, estamos en uno de los mejores niveles. No digo el mejor, porque falta dinero para el desarrollo de nuevas monografías, reuniones, hacer patrones o estándares, etcétera. El patrón es la droga de referencia contra la cual se puede comparar la propia droga. Para hacerlo se necesita dinero.

-¿No hay subsidios para desarrollar estos métodos?

-Tengo que reconocer que hace tres años la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica nos otorgó un subsidio para desarrollar estos métodos, pero este tipo de subsidios es fácil de obtener. Porque para el CONICET el desarrollo de métodos de control de calidad de drogas vegetales autóctonas parecería no ser ciencia y no es considerado como un tema de investigación subsidiable. No es fácil obtener financiamiento para hacer los patrones de drogas autóctonas y ésta es la gran problemática que tenemos. Porque para confeccionar las monografías farmacopeicas de drogas vegetales europeas, solo se repiten los métodos propuestos por la Farmacopea Europea o la USP/ National Formulary de Estados Unidos, y se corrige lo que es necesario, pero los métodos para el control de calidad de drogas vegetales autóctonas los tenemos que desarrollar nosotros.

-¿Cuántas drogas vegetales autóctonas tiene la Argentina?

-En total, hay más de 1.000 plantas que tienen efectos terapéuticos, pero no todas tienen actualmente un uso popular, son usadas por algunas comunidades y pueblos, pero no tienen una difusión muy importante. En Capital hay una gran tradición europea, con lo cual muchos de los comprimidos o medicamentos que se usan son de plantas europeas, como la valeriana, el ginkgo, el ginseng o el castaño de India, que son las más comunes. Pero aun en Capital hay algunas otras plantas que son de muchísimo uso, al igual que en el interior, como el ambay, la congorosa, la carqueja, la marcela, la pezuña de vaca, la cola de caballo, entre otras.

-¿Dónde se venden estas plantas?

-Se venden mucho en herboristerías, muchas de Capital. Fueron un boom en el año 2001, cuando la gente no tenía acceso al medicamento y recurría a las plantas medicinales. Ahí se hizo evidente que faltaban métodos de control de calidad. El desarrollo de estos métodos lleva tiempo. Esa es la falencia más grande que tenemos. Como dijo la doctora Amélia Henriques, de Farmacopea brasilera, no se puede tomar una sola planta y desarrollar con esa sola los métodos de identificación y valoración.

-¿Por qué?

-Porque uno tiene que constatar que una planta recogida, por ejemplo, en Misiones, tenga las mismas características en todos los demás lugares del país. Si no, limitaríamos la comercialización a Misiones. Hay que posibilitar la mayor distribución posible. Por ejemplo, para hacer la monografía de carqueja con la doctora Henriques, viajé a Porto Alegre (Brasil) con una serie de muestras recogidas en diferentes provincias de la Argentina; ella tenía otras muestras de carqueja y pudimos establecer características comunes tanto macroscópicas como microscópicas y especialmente establecimos un perfil fitoquímico de la carqueja coincidente tanto para la Argentina como para Brasil. Lo mismo vamos a hacer próximamente con la cola de caballo. Todo esto implica dinero. Ahora estoy buscando financiamiento para viajar. Ese es el único problema serio que tenemos.

-¿Qué porcentaje de la población hace uso de estas drogas habitualmente?

-No hay una cifra cierta, porque la gente en general no se lo dice al médico, tiene vergüenza. El único que puede conocer las cifras es el farmacéutico. Sí hay un uso importante en el interior del país y en el interior de la provincia de Buenos Aires, donde se consumen muchas hierbas y productos elaborados con ellas, por una cuestión que va más allá de la moda. La gente está cansada del fármaco de droga de síntesis, que produce más efectos adversos que otra cosa. En cambio, las drogas vegetales, cuando son eficaces, tienen muchos menos efectos adversos. Porque colaboran muchos principios activos para producir una determinada actividad, por ejemplo en la actividad antiinflamatoria.

-¿Cómo es eso?

-Cada principio activo por separado produce un efecto que puede estar potenciado por otros compuestos, probablemente con distintos mecanismos de acción y así producen el efecto deseado, concurren todos en esa actividad, pero por separado su cantidad es insuficiente para producir efectos no deseables y entonces la planta tiene menos efectos adversos. Lo cual no quiere decir de ninguna manera que sean inocuas ni que no tenga que haber un sistema de farmacovigilancia.

-¿Cuál es el papel del farmacéutico?

-El farmacéutico tiene que estar enterado del uso concomitante con medicamentos de síntesis, porque también hay una serie de interacciones o posibles interacciones. Como ejemplo podemos mencionar el ginkgo y la aspirina. El ginkgo tiene efecto antiagregante plaquetario que puede potenciar el efecto adverso de la aspirina y pueden llegar a producir hemorragias. Por eso hay que suspender la toma de ginkgo cuando uno se va a sacar una muela o va a ser sometido a una cirugía, por lo menos una semana antes. Hay una serie de cosas que son más nuevas en el campo de la fitoterapia y el farmacéutico las debería estar conociendo, porque las drogas vegetales son prácticamente de automedicación.

-¿Y el médico cómo puede manejarlo?

-El médico tiene que aggiornarse, saber que existen las drogas vegetales y preguntar al paciente sobre sus hábitos, haciendo lo posible para que el paciente se sienta cómodo y no se sienta juzgado. En vez de decirle que “puede tomarse ese tecito, no hace nada”, debe tomar conciencia de que son fármacos y pueden producir efectos adversos. También debe ser consciente de que el uso prolongado de estas plantas, sobre todo de aquellas sobre las que no hay estudios, puede ser perjudicial. Si el día de mañana viene alguien y a uno le dice que tal persona se murió de un tumor en el hígado, nadie lo va a atribuir a que se tomó durante 20 años un tecito de tal o cual planta medicinal. En este aspecto hay que tener cuidado. El equipo médico tiene que estar presente. Hoy por hoy la tarea no es más unidireccional, sino multidisciplinaria. La tarea del médico se complementa con la del farmacéutico, que debe advertirle al paciente sobre las interacciones. Porque muchas veces sucede que en la farmacia la persona pide un medicamento para la diabetes que le recetó el médico, por ejemplo un hipoglucemiante, y aprovecha para llevarse el tecito de pezuña de vaca. Y en realidad pueden existir muchísimas interacciones.

-¿Qué debería hacer el farmacéutico en ese caso?

-Podría decirle que lo tome, pero dos horas después del medicamento. Por ejemplo, nadie dice nada del jugo de pomelo, que tiene miles de interacciones con los medicamentos. Y la gente se toma el jugo de pomelo con la pastilla a la mañana.

-¿Qué tiene el jugo de pomelo?

-Es un inhibidor del citocromo P450. Por decirlo en términos sencillos el citocromo P450 se refiere a una familia de proteínas heme presentes en todas las células de los mamíferos. El sistema citocromo P450 tiene una gran importancia porque está implicado en la activación o desactivación de muchos fármacos. La mayor parte del citocromo P450 se encuentra en el hígado y es allí donde se metabolizan las drogas.

-¿Puede reducir la absorción?

-Reducirla o potenciarla, según el caso. El mismo jugo de pomelo puede inhibir una de las isocimas de ese citocromo, entonces no degrada el producto y por lo tanto termina con una dosis en sangre mayor de lo previsto. Porque ese medicamento está dosificado teniendo en cuenta su degradación para que cuando uno lo tome y se degrade tenga determinado efecto terapéutico. Si se inhibe la degradación se tiene mayor concentración en sangre, lo que implica mayor dosis y un efecto potenciado. Con medicamentos como un cardiotónico puede provocar la muerte, porque la dosis tóxica y la dosis efectiva son muy cercanas.

-¿Y al revés también?

-Claro, puede pasar que active la isocima, y la persona lo metabolice más rápido. Entonces se reduce la dosis y esto es importante en drogas como las retrovirales. Se ingiere un medicamento que por causa de su mayor metabolización no llega a alcanzar la dosis efectiva. Esto puede generar resistencia, porque no produce el efecto buscado, el virus está en contacto con el medicamento, éste no lo afecta y se vuelve resistente.

-¿Eso también pasa con el jugo de naranja?

-Con el jugo de naranja no tanto. El jugo de pomelo tiene otro tipo de flavonoides. Casi todos los flavonoides tienen cierta acción sobre el citocromo P450, por eso también son digestivos y coleréticos. Las frutas tienen muchos flavonoides, pero el jugo de pomelo es el que más tiene. Esto se sabe, pero pocos lo dicen. Hay toda una serie de interacciones entre alimentos y medicamentos, así como hay interacciones entre drogas vegetales y medicamentos. Al fin y al cabo, la droga vegetal no es más que una planta. Los médicos deberían estar más empapados de estas cosas.

-¿Qué lugar tiene en la formación de un farmacéutico y de un médico esta perspectiva?

-El farmacéutico tiene en la Facultad las materias Farmacobotánica y Farmacognosia, que hablan del conocimiento de plantas medicinales, su anatomía, su composición química, su uso, sus actividades biológicas y los efectos adversos que pueden producir. Y tiene más cursos sobre plantas medicinales. El médico tiene poco. La Asociación Argentina de Fitomedicina da algunos cursos en la Facultad de Medicina, pero son muy pocos. Y los médicos también son un poco reacios al tema, lo cual es comprensible porque no existen dosis exactas y esto no les da seguridad. Pero deberían estar atentos, saber que las plantas medicinales son activas y no son inocuas. No pueden decir: “tómelo, que no pasa nada”, deberían tratar de saber qué es lo que pasa, es decir tomar en serio a los productos elaborados con drogas vegetales sabiendo en principio qué son y cuáles no recomendar.