La utilidad de clasificar a los pacientes por su grupo étnico o racial cuando asisten a la consulta médica en busca de un tratamiento genera polémica en todo el mundo, sobre todo, por la complejidad de los factores que llevan a un individuo a padecer una enfermedad. Un estudio remarca la importancia de prestar atención a las variables ambientales, culturales y familiares.

(26/9/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Laura García Oviedo) – Caucásico, mongólido, negroide y australoide son algunas de las categorías que se utilizaron, y que en muchos lugares se siguen utilizando, para clasificar al ser humano. El gran interrogante es si la utilización de diferentes categorías étnicas y raciales para clasificar a pacientes en el ámbito de la medicina puede ser de ayuda para realizar un tratamiento más eficiente. O, si por el contrario, su uso puede implicar discriminación.

“¿Es una buena práctica médica clasificar visualmente a sus pacientes por sus razas o sus grupos étnicos, o incluso pedirles que se identifiquen ellos mismos?”, es la pregunta central de un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista PLOS Medicine, de los Estados Unidos.

Los autores ejemplifican la situación con un caso ficticio de la serie de televisión “Doctor House”, del canal FOX, cuyo protagonista es un médico que implementa métodos poco tradicionales para diagnosticar y tratar a los enfermos. En ese capítulo el médico le receta a un paciente de piel oscura tomar un medicamento que la FDA –la autoridad regulatoria en la materia en los Estados Unidos– ha recomendado para la población afro-americana. Y el paciente se niega a hacerlo porque considera que es discriminatorio, a pesar de los posibles beneficios para su salud.

“Clasificar pacientes por su raza puede ser visto como algo útil en una consulta rápida, pero sostenemos que realizar un asesoramiento rápido en base a la raza del paciente puede llevar a diagnósticos equivocados y tratamientos inapropiados”, afirman los investigadores que llevaron adelante el estudio, Lundy Braun, Anne Fausto-Sterling y Alexandra Shields, entre ellos, y que fue presentado en un workshop titulado “Raza, Medicina y Ciencia”, en Cambridge, Massachussetts.

Una cuestión compleja

Según los expertos, que pertenecen a las universidades como Yale, Harvard y Brown, las evidencias históricas y las investigaciones genéticas actuales sugieren que hacer una clasificación de los pacientes por su raza puede llevar a errores muy serios. Es por ello necesario realizar un debate público sobre su utilización en estudios de epidemiología, salud pública e investigación clínica.

Como cualquier palabra, las categorías de “raza” también tienen su historia. Pero la mayoría de las agencias de salud que promueven estudios poblacionales no tienen parámetros definitivos sobre las características biológicas y culturales que determinarían una raza en especial. Tampoco hay un consenso entre los editores de las revistas de ciencia y medicina, que publican investigaciones que muchas veces utilizan los conceptos de raza para clasificar a las muestras poblaciones bajo estudio.

“Las categorías raciales fueron históricamente creadas y generalmente implican significados ocultos” aseguran los autores del artículo de PLOS Medicine. ¿A qué se refieren? Un ejemplo paradigmático que citan los investigadores para defender su postura es cómo el gobierno de Apartheid en Sudáfrica clasificaba a su población en 1950. “Obsesionado con la pureza de la raza”, el gobierno de ese país definió a tres grupos por ley: los de color, los blancos y los nativos (los indígenas). Casi 50 años después, el concepto “de color” sigue generando polémica en diferentes países que tienen población de ascendencia africana, como los Estados Unidos y Brasil.

El equipo de investigación, que incluye asimismo a Duana Fullwiley, Evelynn Hammonds y Alondra Nelson, mostró las falencias de las primeras aseveraciones que relacionaban la raza con determinadas enfermedades. Por ejemplo, a principios del siglo XX se consideraba como hecho que las personas de origen africano tenían una capacidad pulmonar inferior o que eran más propensos a sufrir enfermedades cardiovasculares. Pero ninguno de los textos médicos ponían a consideración que ese grupo realizaba trabajos “pesados” que influían en su salud.

Sin etiquetas

Ahora bien, para un médico de principios del siglo XXI, ¿es útil clasificar a su paciente por su “raza”? Para los autores del artículo, los médicos deberían realizar un análisis más profundo y delicado; tener en cuenta otras variables, como los factores ambientales, la historia familiar, el acceso a la atención médica y el estrés de lidiar con el racismo si el paciente pertenece a un grupo étnicamente discriminado. “Es más importante conocer la historia familiar del paciente que clasificarlo por su raza”, subrayan.

La clave, afirman, es no caer en generalizaciones. Por ejemplo, estudios epidemiológicos sumados a los nuevos estudios genéticos pueden llevar a formar aseveraciones generales de asociación entre un grupo de población y la propensión a desarrollar una determinada enfermedad.

Sin embargo, ¿cómo se determinaría la “raza” con precisión? Existen casos de personas “blancas” que tienen entre su ascendencia parientes de tez negra, y personas “negras” que tienen parientes de otros grupos raciales o étnicos. Incluso, existen hasta casos de mellizos “bi-color” (uno es moreno y el otro blanco). La operación dista de ser algo simple.

“Cuando el médico presume la raza de su paciente, parece olvidar las formas en que las herencias genéticas múltiples interactúan con el ambiente. Los demás signos clínicos se tornan invisibles”, destacan los investigadores en el artículo, también firmado por William Quivers y Susan Reverby. Citan el caso ficticio de un paciente de la serie de televisión ER, que al ser de tez blanca no es diagnosticado correctamente (padecía una enfermedad asociada generalmente a los afroamericanos).

Por eso, los expertos recomiendan que más allá de las razas y de la cuestión biológica, los médicos e investigadores en salud pública tengan en cuenta “las tendencias históricas, las prácticas culturales y las condiciones ambientales que favorecen la prevalencia de una enfermedad”.

¿Utilizar o no las categorías raciales?

En el artículo de PLOS Medicine, los investigadores proponen como vía de solución, a largo plazo, realizar un consenso entre expertos en biomedicina de todo el mundo. A corto plazo, proponen que las instituciones que se dedican a financiar investigaciones clínicas tengan parámetros sobre la utilización de ese tipo de categorías, con el fin de no caer en la discriminación biológica.

Por eso, citan un concepto del antropólogo Michael Montoya: la idea sería utilizar las categorías etno-raciales en un modo descriptivo, “para documentar el progreso del estatus sanitario de las poblaciones”, pero no como categorías sociales para producir atribuciones biológicas que atenten contra el principio de igualdad del ser humano.

Porque, como dirían los antropólogos, “todos somos homo sapiens”.