(19/05/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio) – Los seres humanos dependemos del capital biológico, del que somos parte. La diversidad dentro y entre las especies nos ha permitido disponer de alimentos, energía, materias primas, medicamentos y, en definitiva, de todo lo que está a nuestro alrededor.

La diversidad biológica, es la variabilidad entre los organismos vivientes, terrestres, marinos y acuáticos y los complejos ecológicos de los cuales forman parte. Esto incluye la diversidad dentro de las especies, entre las especies, y dentro y entre los ecosistemas.

Actualmente, dos de cada cinco especies del planeta que han sido evaluadas por los científicos enfrentan el peligro de extinción, de acuerdo con la última Lista Roja de Especies Amenazadas realizada por la World Conservation Union (IUCN), según informa NewScientist de mayo.

En conjunto, 16.191 especies de plantas y animales están en peligro de extinción, incluyendo 1 de cada 8 especies de aves, 1 de cada 4 especies de mamíferos, y 1 de cada tres especies de anfibios. Desde que comenzaron a llevarse los registros han sido declaradas extintas 784 especies. Según el Director General de IUCN, Achim Steiner, desde los polos a los desiertos “la pérdida de biodiversidad está aumentando, no dismunyendo”.

Gran parte de los ecosistemas de la Tierra menos alterados en su biodiversidad están en Latinoamérica. La Patagonia, Amazonia, los bosques tropicales de montaña, las concentraciones de fauna marina atlántica o del Pacífico sur y la Antártida son joyas de la naturaleza talladas a lo largo del tiempo que debemos preservar.

Los bosques tropicales son un almacén clave de la diversidad biológica del mundo. Se desarrollaron durante 100 millones de años de actividad evolutiva y ocupan sólo el 6 % de la superficie terrestre. En ellos viven más de la mitad de todas las especies de la Tierra.

La reducción de la biodiversidad es una consecuencia directa de nuestro desarrollo. Mientras que la caza y la disminución de los hábitats continúnan teniendo un efecto desastroso sobre el número de especies animales y vegetales, el calentamiento global emerge como otro peligro real.

Con nuestras actividades hemos empobrecido a muchos ecosistemas, convirtiéndolos en menos productivos, económica y biológicamente. Este uso inadecuado de los ecosistemas, además de perturbar su funcionamiento, también acarrea un costo que a la larga deberemos pagar.

Conservar la diversidad biológica exige que cambiemos nuestra actitud. Es preciso que pasemos de una postura de protección de la naturaleza frente a las repercusiones del desarrollo, hacia otra que tienda a satisfacer las necesidades de recursos biológicos y asegure la sostenibilidad a largo plazo de la riqueza biólógica de nuestro planeta.

La biodiversidad no es cosa de los ambientalistas y los conservacionistas, debe volverse una responsabilidad de cada uno con el poder y los recursos para actuar. La tendencia no es irreversible, pero no hay más tiempo que perder. De otro modo, nosotros mismos como especie seremos las víctimas de la destrucción que hemos iniciado.