Un trabajo de científicos argentinos publicado en la revista Physiological Entomology podría permitir diseñar estrategias de control de una plaga que amenaza a las abejas productoras de miel. La clave podría estar en un estadio larval vulnerable de la Mallophora ruficauda, una especie de insecto que ataca ese tipo de abejas.

 (03/05/10 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Una de las presas favoritas del moscardón cazador de abejas -cuyo nombre científico es Mallophora ruficauda- es la abeja productora de miel. Esta confrontación desigual entre ambos insectos provoca más de un dolor de cabeza para algunos productores de miel de la Argentina, uno de los principales exportadores de ese producto a nivel mundial.

Pero si se conociese mejor la biología del moscardón cazador de abejas, sería más fácil diseñar estrategias para su control. “Antes que el moscardón se convierta en un insecto adulto capaz de devorar abejas debe parasitar a un gusano blanco del suelo de la especie Cyclocephala signaticollis”, explicó a la Agencia CyTA, el licenciado José E. Crespo, del Grupo de Investigación en Ecofisiología de Parasitoides dirigido por la doctora Marcela Castelo, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Un trabajo de los investigadores de la UBA-CONICET publicado en la revista Physiological Entomology de 2010, describe los patrones de supervivencia y duración de los estadios inmaduros (larvales) del moscardón cazador de abejas. “Identificamos con claridad las diferentes restricciones fisiológicas y ecológicas de los cinco estadios larvales del moscardón cazador de abejas. Concluimos en el trabajo que la alta variabilidad en el tiempo de desarrollo del segundo estadio larval permite sincronizar su desarrollo con el hospedador (el gusano blanco) y así aumentar la probabilidad de parasitarlo exitosamente”, destacaron los autores.

Cinco estadios

Para que el moscardón cazador de abejas alcance el estadio adulto, debe atravesar por cinco etapas diferentes de su desarrollo como larva, indica el trabajo citado. Primero, las hembras depositan sus huevos en pastos altos lejos del hospedador. “Una vez que la larva del moscardón nace (primer estadio) busca enterrarse en el suelo y no parasita al gusano blanco. Luego, durante el segundo estadio, requiere de ese huésped para continuar su desarrollo”, señalan los autores. Y continúan: “En nuestro estudio, detectamos que la larva es capaz de variar su tiempo de desarrollo principalmente durante el segundo estadio, esto es, puede mantener baja su tasa de desarrollo en ausencia del hospedador  para aumentar así la probabilidad de parasitar de manera exitosa al gusano.”

Asimismo los investigadores del CONICET observaron que durante el tercer estadio, la larva aumenta en tamaño alimentándose de su hospedador y tiene una duración de cuatro días en promedio. Una vez que la larva del moscardón alcanza el cuarto estadio, mata a su hospedador y el quinto estadio se completa con sus propias reservas.

“Este estudio nos permitió conocer detalles del ciclo de vida de esta plaga y así poder determinar el punto donde la vulnerabilidad de este insecto es mayor. Pudimos observar que durante el segundo estadio larval es más vulnerable dado que la larva debe localizar y parasitar a un hospedador, y competir en el caso que haya superparasitismo con el fin de continuar su desarrollo. Por más que haya varias larvas parasitando un solo gusano, solo una larva puede sobrevivir. Esto nos permitirá poder desarrollar una estrategia de control integral y más efectiva que apunte a interrumpir el desarrollo de las larvas”, destacan los autores. Y agregan: “Nuestro próximo paso también se dirigirá a realizar estudios ecológicos adicionales, vinculados al éxito reproductivo del moscardón. Estos trabajos nos permitirán, en un futuro no muy lejano, poder divulgar en el ámbito apícola algunas prácticas para minimizar el impacto que este insecto produce sobre las colmenas.”

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Larva de tercer estadio de Cyclocephala signaticollis siendo parasitada por larvas del moscardón cazador de abejas, Mallophora ruficauda.

Créditos: Marcela Castelo.

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Adulto de Mallophora ruficauda alimentándose de una abeja melífera.

Créditos: José Crespo.