Investigadores chilenos, mexicanos y españoles crearán un banco genético de peces y otros animales marinos. Uno de los objetivos es garantizar la seguridad alimentaria. Además, se busca conocer el impacto del cambio climático y la sobreexplotación pesquera en las especies que se comercializan.

(23/06/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Laura García Oviedo) –Desde hace miles de años, los seres humanos se dedican a “cultivar” peces en ambientes controlados para luego servirse de ellos como alimentos. Ahora, un grupo de investigadores se propone ir un paso más allá. Pondrán en marcha el primer banco genético de acuicultura, donde conservarán información sobre peces, crustáceos y moluscos.

El proyecto tiene una duración de tres años y comienza en 2008. Costará un millón de dólares. El gobierno de Chile, a través de Corfo-INNOVA, aportará 600 mil dólares, y habrá cofinanciamiento con empresas privadas del sector acuícola.

Participan del proyecto la Universidad de Concepción, a través de su Centro de Biotecnología (CBUdeC); la Universidad Católica del Norte, ambas de Chile, el CICESE de México, y las universidades de Cádiz y de Oviedo de España.

¿Para qué sirve tener un banco genético de ese tipo? Según explica uno de los líderes de la iniciativa, Cristian Gallardo, el estudio de la diversidad genética de las poblaciones es una de las formas de determinar el efecto de las modificaciones ambientales. Por ejemplo, el impacto del cambio climático y de la sobreexplotación de pesca.

“Con las técnicas actuales es posible establecer una huella genética de un individuo o población y rastrear cómo ha variado a través del tiempo su constitución genética. Dicha información permite establecer medidas de conservación de recursos acuícolas y evaluar el efecto de la administración de los recursos pesqueros, entre otras”, dijo a la Agencia CyTA, Gallardo, del Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción.

Bioseguridad alimentaria

“En términos de trazabilidad, esto es, de la determinación del origen de un producto alimenticio, nos permite certificar la inocuidad de los productos producidos en Chile y diferenciarlos a su vez, de sustitutos o fraudes”, agregó el especialista.

El lugar físico del banco de información genética para la industria alimentaria de

exportación será el centro de biotecnología de la Universidad de Concepción. La colaboración internacional se basará en la búsqueda de marcadores moleculares de ADN que permitan establecer la ‘huella genética’ de los peces.

El proyecto se realiza en el marco de diversas normativas y regulaciones de la industria alimentaria a nivel internacional. Así, se busca certificar la bioseguridad de los pescados como alimentos.

“Los mercados finales donde son exportados los productos acuícolas chilenos como Europa, Norteamérica y Asia, han aumentado las exigencias en torno al desarrollo de sistemas de trazabilidad. Regulaciones como la COOL, reglamento Europeo y ley de bioterrorismo han propiciado la implementación de herramientas que permitan la identificación animal”, destacó Gallardo.

El banco genético servirá de base para conocer el impacto de sustancias tóxicas en los pescados en la salud humana. En definitiva, la iniciativa tendrá por objetivo que las grandes cadenas de distribución puedan conocer la procedencia del pescado y los mariscos.

Huellas genéticas

Para la doctora Laura Luchini, de la Dirección de Acuicultura de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos (SAGPyA) de la Argentina, el proyecto tiene mucha importancia para la región del cono Sur. “Es una inmensa novedad puesto que no es lo mismo un salmónido pescado en el mar, cuya trazabilidad es imposible de determinar, que un salmónido o cualquier otro organismo acuático (de agua dulce o marina) de cultivo. La gran proyección de Chile en el mundo con su actual producción de salmónidos, justifica la creación del banco genético”, dijo.

“Chile exporta gran parte de su volumen a diferentes países y entre ellos a los de la Unión Europea, donde se requiere contar con la llamada \”trazabilidad\” según las normativas. De esa forma Chile podrá demostrar desde la reproducción y a través de todo el cultivo, dicha ‘traza’ con certificaciones adecuadas”, agregó Luchini.

Chile es el primer productor de salmónidos, como la trucha arco-iris y varios salmones, en el mundo y el segundo de salmón del Atlántico (Salmo salar) detrás de Noruega. Según informó Luchini, su producción exportada para el año 2007 en salmón y trucha alcanzó las 498.360 toneladas, por un valor de 2.326 millones dólares estadounidenses. “El salmón y la trucha en Chile constituyen el 61% de las entradas generadas por los peces de exportación y el 35% de lo exportado por volumen”, detalló.

Con respecto a la Argentina, la especialista destacó que este país recién comienza

a tener desarrollo en acuicultura. Especialmente, en agro-acuicultura de peces de aguas cálidas en el Noreste argentino y de trucha arco-iris en un polo de desarrollo productivo en el norte de la Patagonia (por el momento, en el embalse de Alicurá).

Luchini destacó además, que el total de la acuicultura en Argentina no alcanzó las 3.000 toneladas en 2006, pero la tendencia es que la producción general aumenta. A diferencia de Chile, Argentina no posee sobre el Atlántico la potencialidad de sitios resguardados (como los fiordos chilenos) para un desarrollo en salmónidos. Por otra parte, “cada día nuestro país es más agrícola y la frontera agraria se expande aún más con los cultivos de soja y maíz, entre otros”, acotó.

Mientras tanto, Chile sirve de ejemplo en la región de cómo es posible aprovechar al máximo el potencial en el área de la acuicultura. No sólo cultiva salmónidos, sino también, gran cantidad de organismos marinos como mejillones, vieiras, abalones, crustáceos de agua dulce y diferentes familias de peces.