El 14 de septiembre pasado murió una joven de 23 años a consecuencia de una cirugía estética. La médica pediatra Mirta Guelman de Javkin, terapeuta familiar, ex docente de la Universidad de Rosario y autora de varios libros, presenta en la siguiente nota de opinión un análisis sobre los factores que empujan a los adolescentes a poner en riesgo su vida mediante estas prácticas.

(20/9/07 – Agencia CyTA – Por Mirta Guelman de Javkin) – Cada tanto se “sabe” aunque no se cree, que alguna joven muere por dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal. Se trata de un desorden incluido dentro del conjunto de trastornos obsesivos compulsivos que describe la falsa percepción de un “defecto” físico, o la sensación de fealdad que tanto afecta la inserción social.

El 14 de septiembre, se conoció el deceso de la ex bailarina brasilera María Christiane Oliveira, por someterse a la lipoaspiración, que tallaría su cuerpo.

El ideal estético e histérico, que impone el consumo globalizado, indujo a esta joven de 23 años a incrustarse siliconas y si hubiera continuado viva, probablemente, hubiera continuado, obedeciendo al canibalismo del mercado.

Si bien hay cirujanos plásticos, (muchos dedicados a la noble cirugía reparadora y correctiva), que inducen a la reflexión y hasta convencen a las pacientes para que al menos posterguen su decisión, son demasiados los que refieren, que estas intervenciones carecen de riesgo.

En los adolescentes, la alteración del esquema corporal es frecuente y suelen enfrentarse al rechazo o “síndrome de bullying” (de burla permanente) que termina instalando o agravando el cuadro. La primera descripción del término, pertenece a E. Morselli, en 1891, y refería que era infrecuente. En esta época, el mercado del consumo vano pretende que los niños se comporten como adultos compradores compulsivos, que los jóvenes estén disconformes y huyan de la realidad, que los adultos tengan pánico a la vejez, que los viejos alucinen que son jóvenes y se quiten los “estigmas” de sus trayectorias vitales, no solo las arrugas…

Los negocios de estas ansiedades y angustias, también aumentan las ventas de fármacos, cosméticos, y ciertas terapias que necesitan “lugares” costosos y especiales.

A fin de detectar la dismorfofobia, los psiquiatras utilizan el DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana) y sus criterios diagnósticos se basan, entre otros, en la preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico (cuando hay leves anomalías físicas, la preocupación del individuo es excesiva) o en aquella que provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Es necesario reconocer y denunciar estas muertes por cirugías estéticas para comenzar a comprender que se trata de suicidios inducidos