(13/8/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio)-. Fernando Polack es Director de la Fundación Infant de Argentina y de la Red Panamericana de la Universidad John Hopkins, con quienes hoy firma un acuerdo la SeCyT para formar grupos de jóvenes pediatras en el campo de la investigación y crear una red de investigación en enfermedades respiratorias pediátricas en Argentina.

En entrevista con Agencia CyTA cuenta el desafío que implicó crear en 2003 una fundación dedicada a la investigación en temas de infectología pediátrica en Argentina bajo estándares de calidad y competitividad internacional, y cuáles con sus expectativas respecto de la iniciativa que hoy se concreta en el marco del Programa Especial de Salud de la Dirección Nacional de Programas y Proyectos Especiales de la SeCyT.

¿De dónde salió la idea del acuerdo que se firma hoy entre Johns Hopkins University, Fundación Infant y la SeCyT?

De una convocatoria hecha el año pasado por la SeCyT, tanto a la Fundación Infant como a la Red Panamericana de la Universidad John Hopkins, que yo dirijo, y sobre la base de un programa que SeCyT ya instrumentó anteriormente con Harvard para llevar adelante un programa de formación en células madre. La propuesta concreta salió de un consenso buscando armar algo, específicamente para los pediatras y su inserción en la investigación. Consideramos que era un déficit en la Argentina.

¿De cuándo data tu vinculación con Johns Hopkins University de los Estados Unidos?

Me fui a vivir a los Estados Unidos en el año 1993. Estuve tres años en Michigan y luego como becado de posdoctorado en Johns Hopkins University en 1996. En 1999 empecé allí mismo como profesor asistente y actualmente soy profesor asociado y director del Centro Panamericano de esa universidad.

¿En qué temas trabajabas cuando estuviste haciendo el doctorado y el posdoctorado?

Trabajé en sarampión en el laboratorio de la investigadora Diane Griffin, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, editora de la publicación PNAS, y ex Presidente de la Asociación Americana de Virología. El día que terminé el posdoctorado pensé en otro tema para investigar, y como el sarampión y el virus sincicial respiratorio (RSV) son gérmenes muy parecidos comencé a trabajar en este último en el Centro de Desarrollo de Vacunas de Johns Hopkins, donde aún estoy. A partir de allí, me interese en las virosis respiratorias y continué trabajando en esos temas.

¿Cuándo volviste a la Argentina?

En realidad estoy en los dos lugares. En el año 2003 creamos en Argentina la Fundación Infant con la idea de tratar de cubrir la brecha que hay entre la investigación científica básica y la investigación aplicada en el área de las virosis respiratorias. Comenzamos a trabajar sobre el RSV. En general con este tipo de virus se trabaja sobre modelos de experimentos en ratones. Pero los síntomas clínicos que presentan esos animales ante el RSV son distintos a los de los humanos. Lo que tienen los chicos con este virus es bronqueolitis, un cuadro similar al asma. Eso me preocupaba y pensé que había que comenzar a traducir los descubrimientos de un modelo a otro. Por eso, decidimos implementar un programa de traducción de hallazgos científicos de los laboratorios a los pacientes y viceversa.

¿Esto comenzaron a hacerlo en Argentina?

En Argentina y en los Estados Unidos. Yo trabajo en la Fundación, donde tengo laboratorios y un equipo de trabajo, y también en mi laboratorio de enfermedades respiratorias en Johns Hopkins, donde tengo otro grupo de personas trabajando, muchos de ellos argentinos que antes estaban en Infant.

¿Y cómo evolucionó esa modalidad de trabajo?

Los proyectos fueron creciendo. Empezamos estudiando en ratones los mecanismos de enfermedades que producen el RSV y el metapneumovirus humano (hMPV). Paralelamente, comenzamos a trabajar en estudios de genotipos para hallar la respuesta a si hay ciertos polimorfismos en algunos genes, es decir, si fallas en algunos genes podían explicar el aumento de sensibilidad ante el RSV en algunos lactantes. Porque hay chicos que vienen del mismo medio social, similar situación familiar, son del mismo sexo y tienen la misma edad, pero sin embargo uno se enferma más que otro. Por lo que hay sin duda otros factores que determinan la severidad de la enfermedad. En este tema comenzamos a trabajar conjuntamente con el Instituto de Salud de los Estados Unidos en el año 2003, mediante subsidios que nos fueron otorgados.

¿Y continuaron con los otros temas?

Sí, simultáneamente continuamos con trabajos que llevaba en los Estados Unidos tratando de entender los mecanismos específicos que inducen la enfermedad más severa por RSV en el modelo de trabajo experimental con ratones. Y cruzando los hallazgos que hacíamos allá con los resultados de los trabajos en Argentina.

¿Realizan la investigación básica en un país y la aplicada en otro?

No, realizamos allá y aquí tanto investigación básica como aplicada. Cuando decidí trabajar en Argentina consideré esencial traer parte de la investigación básica, porque es lo que vengo realizando desde hace muchos años. Además, como la Argentina y los Estados Unidos están en contratemporada, podemos trabajar el doble. Por ejemplo, tenemos un subsidio en el que trabajamos sobre enfermedades respiratorias y asma de marzo a diciembre en la Argentina y de septiembre a mayo en los Estados Unidos. Ciertos meses estamos trabajando en ambos países y otros estamos trabajando en uno u otro lado. De ese modo en un año entero tenemos, por decirlo así, 18 meses de trabajo. Dentro de esta línea un trabajo involucra cinco centros en Argentina y cuatro en los Estados Unidos.

¿Fue dificultoso armar este sistema de trabajo?

Sin duda, demoramos en llegar a armarlo porque requiere grandes fondos, hacen falta subsidios muy importantes. Pero, finalmente, gracias a Dios funciona.

¿Qué hacen en Argentina fuera del laboratorio?

Esencialmente trabajamos con el conurbano y Capital Federal. Encontramos un montón de gente joven con mucho entusiasmo por trabajar e involucrarse en los proyectos de investigación aplicada. Gente que trabaja en el Hospital de Berazategui, en el de Florencia Varela, el de Quilmes, el de General Rodríguez, el Posadas, el de Ituzaingó, etc.

¿Esto lo hacen voluntariamente?

No, toda persona que trabaja con nosotros en algún estudio es compensada. No creo en el trabajo voluntario, porque me parece imposible exigir a alguien que done su tiempo con el grado de compromiso que requerimos para hacer los trabajos. Tenemos una red en zona norte, una red en zona sur y una red en Capital. Trabajamos con gente del sector privado en ciertos estudios que requieren atenciones muy complejas, y en lugares del sector público cuando estamos tratando de contestar problemas que son necesidades de la población. Trabajamos con el Hospital Garrahan y la Maternidad Sardá en enfermedad pulmonar en chicos prematuros, con los hospitales del conurbano en RSV y asma, y en displasia broncopulmonar lo hacemos con Fundasamin, una fundación que trabaja para la salud materno-infantil.

Es decir que son proyectos bastante grandes.

Son proyectos muy grandes. Manejamos proyectos de 1200 chicos y sus padres en displacia broncopulmonar, 1800 personas en asma, y ya terminamos un proyecto con casi 900 lactantes con RSV. Son estudios muy nutridos y muy densos. Paralelamente, tenemos el trabajo de laboratorio, desde los modelos de enfermedad sincicial, hasta modelos de vacunas. Sobre este último tema hicimos muchas publicaciones científicas. Hace un par de años también empezamos a implementar un modelo de estudio de dengue hemorrágico en ratones, para comprender el por qué ocurre el dengue hemorrágico, tema sobre el que hay una gran polémica. Actualmente en investigación básica en los laboratorios trabajan seis personas en Argentina y cuatro en los Estados Unidos.

¿Cómo comenzaste a armar todo este esquema de trabajo y la Fundación en Argentina?

En 2002 decidí volver a la Argentina porque quería vivir aquí por cuestiones estrictamente personales y no pensaba ir para atrás, no volvía a ver qué pasaba, venía a quedarme de cualquier modo. Cuando inicié la Fundación el primer año recluté un médico joven, Federico Laham, que luego fue a los Estados Unidos y trabajó conmigo allá. De allí salió el primer estudio como Fundación. Cuando volví comencé a reclutar gente para trabajar aquí, y un grupo de amigos se acercó para ayudar ad honorem a organizar el Consejo de la Fundación y armar la estructura que tenemos.

¿Y los fondos?

Estaba convencido de que la única manera de mantener esto a flote era sostener la competitividad en relación a los Estados Unidos. Para eso había que identificar un área en la cual se pudiera competir exitosamente, ya que en ciertas áreas es imposible hacerlo fuera de los países más desarrollados, por los recursos con los que cuentan, y el soporte financiero.

¿Y cuál fue esa área?

Consideré que en enfermedades respiratorias podíamos tener varias ventajas comparativas: fácil acceso a poblaciones y mucha gente que quería trabajar en los hospitales con nosotros, cosa que en los Estados Unidos es muy laborioso y burocrático, además de muy caro. Por otra parte, teníamos ideas muy claras de lo que queríamos investigar, que no era lo que querían investigar otros grupos que están en estos temas. Además, y esto no lo preveía pero ocurrió, en el mundo de las ciencias ha habido un giro hacia una mayor globalización, tanto de los recursos como de la investigación, y eso nos favoreció. Empezamos con un subsidio del NIH, que con el tiempo se triplicó, y luego competimos por otros subsidios y nos fue muy bien.

Es decir que básicamente se sostienen a partir de subsidios.

Sí, todos son subsidios, manejamos una cartera de subsidios importantes y todos externos. En lo local tenemos becarios del Conicet, no tenemos otros apoyos económicos de aquí, pero la verdad que no los hemos buscado hasta ahora. El Conicet siempre ha tenido una muy buena actitud con nosotros.

¿Es una deficiencia grande en nuestro país el tema de los pediatras y la investigación?

Los pediatras y la investigación es un problema casi en todas partes del mundo. Los médicos residentes, aún en Estados Unidos y Europa, no tienen una formación real en ciencias. Lo que existe en los países desarrollados es una oportunidad posterior de formarse en ciencias. Una vez que sos pediatra, si hacés una subespecialidad, no está basada en la atención médica sino en el desarrollo de la carrera de investigador. Cuando hice la especialidad en infectología pediátrica tenía el 75 por ciento de mi tiempo protegido para hacer investigación. Me presentaron tres profesores, hoy colegas míos, y me dijeron “esta gente se va a encargar de que en tres años seas un investigador”. A ellos tuve que reportarles mi plan de trabajo, los desarrollos, etc. Cuando terminé el posdoctorado ya tenía publicados dos trabajos en Nature Medicine.

¿Y cómo es en la Argentina?

La salida laboral después de la residencia pediátrica es conflictiva. O tenés que tratar de ubicarte como jefe de residentes o tenés que buscar trabajo para mantenerte. En ese período nadie tiene tiempo para dedicarse a investigación. Y en general ya está muy sesgada la salida a la clínica, porque no hay un contexto favorable para la investigación. No se puede adquirir la formación en la Argentina a los 28 años después de la residencia, es muy difícil que eso ocurra. La investigación es un trabajo de tiempo completo; es un mensaje que en la Argentina sólo conocen los investigadores.

¿Este programa sobre el que hoy se firma el acuerdo apunta a resolver esa deficiencia?

Es un programa de mediano y largo plazo, que apunta a crear el germen de la solución para este problema. Reconoce varias cosas, una la idiosincracia de la situación médica en la Argentina, de modo tal que no pretende iniciar un programa de entrenamiento con los médicos que andan atendiendo pacientes para mantener a su familia. Adelanta de algún modo el proceso de entrenamiento a la residencia e inserta la investigación en un momento en el que el médico está pago por el hospital, centralmente para aprender a atender pacientes.

Siempre uso un ejemplo para explicar lo que es una masa crítica de investigadores. No es casual que Maradona sea argentino, porque aquí hay miles de chicos pateando la pelota todo el día, lo que provee una enorme masa crítica para que uno de ellos sea enormemente talentoso, otros casi tan talentosos y otros lo acompañen en el equipo para que pueda desarrollar ese talento. Si Maradona hubiera nacido en Ontario, Canadá, es probable que no hubiera logrado lo mismo o ni hubiera sido jugador de fútbol. En la ciencia se aplica la misma lógica. En el área de la investigación pediátrica hay que crear esa masa crítica para que emerjan los talentos y para que haya una red en la que puedan intercambiar conocimientos, y no lo hagan en el hospital individualmente, en la pieza del fondo y en los quince minutos libres. Creo que en este momento hay un compromiso claro del Estado en ese sentido.