Un investigador de la UBA explica que la transformación acelerada de las zonas costeras se debe en parte a la tendencia de trasladar la ciudad a la playa, llevando allí servicios e infraestructura que no deberían estar en esos lugares. Con su grupo de investigación trata de caracterizar los patrones de uso de los recursos naturales en partidos costeros y determinar si pueden sostenerse a largo plazo.

(4/7/07 – Prensa FCEYN- UBA. Por Patricia Olivella) – En los últimos 50 años las zonas costeras han sufrido una profunda transformación que todavía está en marcha acelerada. El aumento de la demanda mundial de alimentos provenientes del mar y la expansión de la industria del turismo le han conferido a estos espacios naturales nuevos usos que, en general, han significado un deterioro ecológico.

En la Argentina, cualquiera que recuerde las anchas y arenosas playas de Villa Gesell y del Partido de La Costa de los años `60 y `70 y las compare con las escuálidas franjas de arena actuales, sobresaturadas de carteles, restaurantes y cuatriciclos, tendrá una idea cabal del problema.

Para José Dadon, director del Laboratorio de Ecología Marina, del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el problema de raíz es la tendencia de trasladar la ciudad a la playa: “muchos servicios, mucha infraestructura, canchas de paddle, piletas al lado del mar, cosas que, en resumidas cuentas, no tendrían por qué estar ahí”.

Tal vez por eso, uno de los objetivos de la investigación del grupo es caracterizar los patrones de uso de los recursos naturales en partidos costeros y determinar si pueden sostenerse a largo plazo. También se busca analizar los efectos de esos patrones sobre los procesos naturales para constatar si se mantiene la calidad ambiental. Los resultados permitirán planificar y evaluar las alternativas de desarrollo.

“Estamos utilizando 70 indicadores socioeconómicos censales, de calidad de vida, de tipo y nivel de actividad, edilicios, de estructura del paisaje, de estructura de las comunidades bióticas y del estado de los recursos naturales renovables. Las matrices de datos resultantes se analizan mediante técnicas de clasificación y análisis que permiten la formulación del modelo y su validación al ser contrastados con datos independientes”, explica el investigador.

“Trabajamos en conjunto con urbanistas, arquitectos, geógrafos y geólogos. Pudimos identificar tres tipos de municipios costeros, con diferencias en la evolución esperable a mediano plazo. Además, detectamos que las urbanizaciones costeras, especialmente las turísticas, tienen un patrón de desarrollo diferente del observado en el interior de la provincia”.

Mediante distintas acciones, el grupo intenta instalar el concepto de turismo responsable.

Un concepto que, en palabras de Dadon, “implica diferenciarse de aquellas prácticas donde los recursos naturales y culturales son utilizados sin ningún miramiento ni registro del impacto ambiental y sus “muchas veces” irreparables consecuencias”.

Desde siempre, los procesos de urbanización trajeron como consecuencia la transformación de todo lo que tuvieron a su alcance y las costas no fueron la excepción.

“La transformación de áreas naturales costeras para fines productivos y turísticos es atractiva para las economías regionales y es viable en pequeña escala, pero no es sostenible a gran escala, tanto en los aspectos ecológicos como socioeconómicos”, dice Dadon. “El impacto que producen las modificaciones causadas por el hombre parece ser mínimo hasta que se manifiesta abruptamente, cuando ya resulta difícil desacelerar los cambios introducidos”, concluye.

El investigador explica, además, que “los perjuicios más comunes son el incremento de procesos erosivos; la mayor vulnerabilidad a eventos catastróficos como tormentas, inundaciones o invasiones biológicas; la desaparición de especies y el incremento de la contaminación entre otros”.

Con relación al cuidado en pequeña escala del ambiente y el entorno, se establecieron recomendaciones sencillas para que sean aplicadas por los balnearios. Por ejemplo, implementar sistemas para evitar la enorme cantidad de colillas de cigarrillos que ensucian la arena, la instrumentación de un método eficaz de recolección de basura, la instalación de baños públicos y la regulación de las duchas externas para impedir que llegue a las costas el agua mezclada con jabón o champú.

El investigador tampoco soslaya el problema de la contaminación visual y auditiva. “Si llego a la playa y está llena de publicidad, me estoy trasladando a una especie de shopping sobre la arena. Los anuncios deberían limitarse sólo a los sectores administrativos o de servicios, sin superar las alturas de las edificaciones ni obstruir la vista hacia la playa. Tampoco tiene sentido escuchar música a todo volumen en lugar de escuchar el mar”, dice.

Para Dadon “por su condición de interfase entre el ámbito terrestre y el acuático, las zonas costeras presentan características singulares (especies, comunidades, ecosistemas, paisajes y servicios ecológicos únicos, valor escénico particularmente valioso) y son al mismo tiempo muy vulnerables.

En este contexto general, es necesario desarrollar un modelo que permita predecir consecuencias para que los administradores y los técnicos puedan basar sus decisiones acerca del nivel y tipo de desarrollo deseado y las medidas que se requerirán para conservar los procesos naturales en un nivel adecuado”, concluye.