(10/11/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)-. Minutos antes de concluir el Segundo Festival de Cine y Video Científico del MERCOSUR – Capítulo Argentino-, Agencia CyTA conversó con su director, el profesor José Luis Castiñeira de Dios, decano del Departamento de Artes Audiovisuales del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA). El festival, que tuvo lugar el 3 y 4 de noviembre pasado, fue organizado por la prestigiosa institución de enseñanza artística, junto con la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (SECYT).

-A punto de concluir el festival, ¿qué evaluación hace?

-Es muy bueno poder hacer un segundo festival un año después del primero. La continuidad nos habla de la reafirmación de la voluntad de hacerlo. Hubo una fuerte presencia institucional y una importante participación de los realizadores y creadores de todo el país, porque tuvimos una cantidad superior de envíos respecto del año pasado.

-Se presentaron 60 producciones.

-Sí, sólo de la Argentina. El año pasado tuvimos en total 80, pero cerca de la mitad provenía de otros países del MERCOSUR, lo cual prueba que hay muchísimo más material. Creo que en las próximas ediciones el número va a seguir creciendo. Los materiales van apareciendo año tras año, de modo que se sigue produciendo. Desde ese punto de vista, el festival estuvo muy bien. En cuanto a la repercusión, no participó toda la gente que debería haber concurrido, pero trataremos de subsanar el problema llevando reediciones de este mismo festival a las distintas provincias. Además, Gabriel Mariotto, subsecretario de Comunicación de la Nación, prometió la elaboración de una serie de trece programas para Canal 7 con todos estos materiales para el año que viene. Ahí vamos a tener la masividad que estamos buscando.

¿Qué concurrencia tuvo el festival?

-Estamos haciendo la evaluación. Supongo que entre las conferencias y las proyecciones, habrán pasado en los dos días entre 300 y 400 personas; pero lo notable es que mucha gente vino a ver las películas, que es una suerte de circuito paralelo. Al auditorio concurrió gente del medio, muy calificada e interesada en la producción, pero creo que fue mayor la cantidad de personas que vieron las proyecciones.

-¿Por qué esta vez se subdividió en una instancia local y una regional?

-Como en su primera edición el proyecto funcionó muy bien, la SECYT lo presentó en el ámbito de la Cooperación Internacional del MERCOSUR. El año pasado lo habíamos convocado en los países de la región y lo habíamos definido como MERCOSUR, pero esa convocatoria no tenía el patrocinio institucional oficial del área de cooperación científico – tecnológica del MERCOSUR, pero entre la primera y la segunda edición el proyecto se llevó a los espacios de discusión técnicos regionales y a partir de entonces, fue el área de Ciencia y Tecnología del MERCOSUR quien lo tomó como uno de los programas estrella para divulgar la ciencia entre los países de la región. Entonces se decidió que a partir de 2006 sea itinerante, que cada año se realice en uno de los países del MERCOSUR, con la recomendación de que cada país desarrolle su capítulo propio. Por el momento, creo que el argentino es el primero, porque tuvimos la iniciativa y la continuamos.

-¿Habrá un capítulo brasileño en Río de Janeiro en diciembre?

-No sé si Brasil llega a este primer festival del MERCOSUR con un capítulo brasileño, pero seguramente el año que viene lo tendremos. Empieza a formarse una red, que es lo que más valoramos en esta situación, en tanto algunos de estos países, como Chile o Brasil, tienen vías propias de comunicación masiva, es decir, canales propios de televisión. En Brasil está el Canal Cultura y hay una Red Nacional de Cultura. En Chile están los canales de las universidades, como el de la Universidad Católica, que es abierto. Entonces la posibilidad de que estos materiales alcancen la masividad va a estar muy próxima a partir de esta iniciativa y de la expansión que ha tenido el proyecto.

-¿Qué países van a participar en Brasil?

-Todos, porque estamos hablando del MERCOSUR ampliado. Estarán la Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia, Paraguay, Perú, Ecuador y Venezuela. Poco a poco se hará una cobertura de toda América del Sur.

-¿Cuántos premios se otorgan en el Capítulo Argentino?

-Siete, contando también las menciones. Esperamos en los años venideros tener premios en dinero o en materiales, que son cosas que los realizadores necesitan.

-¿Son producciones costosas? ¿Con qué apoyo se hacen?

-La mayor parte de ellas se realiza con fondos universitarios, salvo algunas producciones de carácter privado, que son iniciativas cercanas a las de cualquier documental, y por lo tanto están financiadas por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, aunque sólo en parte, porque casi todos los que las hacen coproducen y llevan adelante los proyectos. Por eso es necesario tener un estímulo verdadero, de tipo económico, además de la difusión.

-En el panel sobre “Políticas gubernamentales, investigación y divulgación científica”, el director Emilio Cartoy Díaz planteó la necesidad de liberar los derechos para facilitar la circulación del material.

-Es un tema un poco delicado porque en la medida en que estos proyectos se convierten en productos y entran en el mercado audiovisual comercial, merecen tener un tratamiento similar, en lugar de considerar que son producciones hechas por artistas y productoras benévolos. El Estado puede permitirse eso, pero no los creadores, porque no es una forma de realimentar su iniciativa. Creo que dentro de lo posible habría que tratar de que no se cedan los derechos, sino que se paguen, quizá categorizándolos en un área específica del tipo “producciones educativas”. Por ejemplo, en España desde hace muchos años la Sociedad de Autores lleva adelante una campaña para que se paguen los derechos. Prefieren que sea la Sociedad de Autores quien los ceda, y no obligar a las empresas o a los particulares a que lo hagan, porque es un mecanismo perverso, que implica pensar que lo cultural es gracioso, cuando no lo es para los que pretenden hacer de esto su profesión.

¿Cree que esa política termina desalentando a los realizadores?

-A largo plazo, sí. En el Departamento de Artes audiovisuales del IUNA, siempre insisto a los profesores y a los alumnos que vean esta actividad también como un campo profesional, que entiendan que el audiovisual no se limita a la ficción, a la expresión de sus propios deseos, o a la publicidad. Entre la una y la otra hay todo un campo de acción que relaciona la producción audiovisual con la sociedad, desde el documental científico, como en este caso, que vincula al realizador con la investigación, la universidad y la ciencia, hasta los servicios sociales. Tengo un amigo director que está haciendo una película para las Madres de Plaza de Mayo, que están realizando un proyecto de construcción de viviendas en Ciudad Oculta, y quieren tener una documentación audiovisual para poder promoverlo. Casi todas las actividades de la sociedad requieren hoy una participación del audiovisual. Aunque parezca mentira, una de las primeras armas que hace quien termina una carrera de Cine es hacer documentales sociales para los casamientos, porque los sociales se han convertido ya en un producto de una sofisticación increíble. Se hacen películas larguísimas, contando la vida y obra de la pareja y su familia. Eso también termina siendo una pequeña experiencia de producción nada desdeñable. Es una actividad realmente profesional donde el compromiso está en hacerlo lo mejor posible. Como actividad profesional, antes no existía.

-Hace más de una década, no.

-Claro. Creo que la sociedad tiene muchos requerimientos y está en nosotros encontrar cómo acompañarla en esas iniciativas y cómo proponerlas. No se puede estar esperando que a uno lo llamen o que le salga un crédito para hacer una película, concursar en un festival y volver a casa.

-¿Por qué históricamente televisión y ciencia fueron considerados “compañeros incómodos”?

-Aparentemente, esa condición de entretenimiento que tiene el audiovisual y que hizo que lo condenara en su momento Theodor Adorno y la Escuela de Frankfurt como parte de la alienación que proponía la sociedad capitalista contemporánea -aunque después el propio Adorno cambió de opinión, porque vio que era una realidad que se imponía de todas maneras-, pero quedó flotando la sospecha de superficialidad, que parecería estar reñida con la del tratamiento de los temas fundamentales y serios del conocimiento. Pero como también vivimos en una sociedad de masas, el conocimiento ya dejó de estar en la torre de los monasterios, como describía Umberto Eco en El nombre de la rosa. Quizá la condición más particular que tiene el conocimiento en este tiempo es la velocidad de su comunicación masiva, a veces difícil de alcanzar. ¿Por qué la televisión parece ser sólo diversión o entretenimiento? Los norteamericanos acuñaron la idea de diferenciar las Fine Arts (Bellas Artes) de lo que es entretenimiento, y desde un principio en los Estados Unidos el cine fue un entretenimiento, no muy diferente de lo que hoy son los jueguitos de las computadoras. Pero que sean un entretenimiento no quiere decir que no tengan ideología, ni que dejen de conformar un mundo o comunicar una estética. Al contrario, los jueguitos son fuentes de conocimiento y formas modélicas de la vida, como todos los juegos de la historia del mundo.

-Lo mismo sucede con la televisión.

-Así es. La televisión también propone formas modélicas de la existencia a través de juegos, del juego de divertir. Entonces, cuando la ciencia quiere emplear ese medio no puede utilizar la misma mirada que proponía cuando quería comunicar con el llamado “periodismo científico”, que era escrito, y en el cual había que buscar gente que a través de una prosa fluida tratara de traducir lo que los científicos expresaban de una manera tan oscura que sólo podían leer entre sí. Cuando uno hace el tránsito hacia el audiovisual, toma conciencia de que también tiene sus reglas, y hay que respetarlas. ¿Entonces por qué antagonizar? Al contrario, es un aprendizaje que tiene que hacer la ciencia para encontrar la manera de contar aquello que le interesa transmitir a la sociedad, para que la sociedad se entere y acompañe. Porque si la sociedad no acompaña, la ciencia termina siendo un diálogo cerrado, iniciático, de una secta universal de especialistas, que tiene su propio lenguaje y se ocupa de sí misma, cuando en realidad los científicos trabajan para sus sociedades, que necesitan identificarse con esta actividad. Hoy en día todo lo que la sociedad recibe pasa por ese medio. No hay ningún aspecto de la realidad que escape a eso: ni las religiones, ni el deporte, ni la cultura. Por consiguiente, hay que encontrar una estrategia para que se transforme en el medio más útil para transmitir esos conocimientos.

-¿Qué significa para el IUNA haber gestado esta iniciativa?

-Estamos muy contentos, aunque también es verdad que desde un comienzo trabajamos junto con la SECYT, que vio en este proyecto la posibilidad de concretar algo que buscaba desde hacía un tiempo. En este caso conseguimos darle un marco institucional y un impulso a la idea desde un área específicamente audiovisual. Nuestra gente trabaja todo el tiempo en torno a la reflexión sobre el audiovisual. Además, la política del Departamento de Artes Audiovisuales del IUNA desde hace tres años, cuando comenzó la carrera, apunta a encontrar una proyección social de la actividad del audiovisual. Por lo tanto, formamos a todos los alumnos y a los equipos de investigadores y profesores pensando en estos términos. Por ejemplo, ahora estamos haciendo dos interesantes videos para televisión: una investigación con el Hospital de Clínicas, sobre casos de Psiquiatría que se necesitaba documentar y a su vez una segunda película, muy notable, que seguramente estará lista el año que viene y que cuenta el caso de un paciente con esclerosis en placas, enfermedad terminal, que quiso hacer una película como testimonio audiovisual de lo que era la enfermedad y lo que acarreaba para la vida de una persona, y además que le sirviera a él para expresar su visión del mundo desde esa nueva situación que le tocaba vivir. Él nos presentó el proyecto y nosotros lo hicimos viable. Le agregamos una investigación terapéutica, es decir, sobre los efectos terapéuticos que puede tener para un paciente de esas características hacer un audiovisual de autoconocimiento sobre su enfermedad y, por otro lado, cómo es el proceso de gestación de una película de estas características, porque va a ser algo único.

-Va a ser una experiencia conmovedora también para los realizadores.

-Son estos los proyectos que tratamos de impulsar en toda la gente que está dentro de nuestro círculo, porque creemos que ese es el camino, independientemente de que luego los alumnos realicen una obra artística o expresiva de contenidos individuales. Pero esto también es mirar a la sociedad. Yo soy músico, y la primera vez que compuse para el cine lo hice de la mano de Jorge Prelorán, un documentalista argentino que está en Estados Unidos hace ya muchos años. Es el documentalista folklórico antropológico más importante de la Argentina; hizo innumerables películas desde los años 60 hasta el golpe militar, sobre culturas folk, tradicionales e indígenas, desde una realizada en conjunto con Ann Chapman, sobre los onas en Tierra del Fuego, hasta Hermógenes Cayo o Señalada en Juella, otra de las películas que hizo para el Fondo de las Artes en Tucumán y en el noroeste argentino. Fue él quien me dio una primera posibilidad de hacer música para un documental folklórico. Y yo vi que existían otras cosas, que no debía quedarme esperando a que me saliera un drama sentimental. Fue un aprendizaje muy grande, con una mirada de la realidad que también es importante que todos tengan porque si no resulta que vamos a creer que lo que hay que hacer es un segundo Hollywood, y no, no queremos ser un segundo Hollywood.