Dos nuevas drogas de última generación, el osanetanto y el talnetanto, prometen aliviar a los esquizofrénicos de sus trastornos psicóticos con menos efectos colaterales que los medicamentos actuales

(14/02/06 – CyTA-Instituto Leloir, Florencia Mangiapane) – En un reciente artículo de Nature Reviews los investigadores suizos Will Spooren y Claus Riemer, y el psiquiatra estadounidense Herbert Meltzer, sostienen que estas drogas podrían ser más eficaces que los actuales antipsicóticos para el tratamiento de la esquizofrenia y aún de otros desórdenes mentales.

La esquizofrenia es un trastorno crónico severo, originado por una compleja combinación de factores genéticos y sociales, que afecta al 1% de la población mundial. Quienes lo padecen sufren síntomas psicóticos, como delirios, alucinaciones y paranoia, y también apatía, aplanamiento afectivo y pérdida de la espontaneidad. Los impedimentos cognitivos son además un aspecto clave: los esquizofrénicos suelen tener déficit de atención y memoria, alteraciones en la motricidad fina y la fluidez verbal.

Aunque la psiquiatría la describió por primera vez a principios del siglo XX, la esquizofrenia es un mal muy antiguo. Ya en el 1400 antes de Cristo, en la India, se describió una condición bastante parecida, que se aconsejaba tratar con “meditación”. Si bien la enfermedad es difícil de sobrellevar, los esquizofrénicos pueden desarrollar sus capacidades creativas, muchas veces de manera sobresaliente. Los anales del arte están repletos de mentes afectadas por este trastorno, como el pintor holandés Vincent Van Gogh, el filósofo Nietzsche, el gran novelista James Joyce y el trompetista norteamericano Miles Davis.

Hoy, afortunadamente, algunos medicamentos son bastante eficaces a la hora de aliviar los síntomas psicóticos. Drogas como el haloperidol y la clorpromazina bloquean los receptores de dopamina, que juega un papel central en el desarrollo de la enfermedad.

La dopamina es un neurotransmisor que regula la función motora y ciertas secreciones hormonales. Además, influye sobre el sistema límbico, responsable de la vida emocional. En algunas enfermedades, como el mal de Parkinson, su nivel está reducido a la mitad. A la inversa, en el caso de la esquizofrenia, la cantidad de dopamina es excesiva.

Antipsicóticos típicos como el haloperidol o la clorpromazina han sido progresivamente reemplazados por otros denominados atípicos, como la risperidona y la olanzapina, que disminuyen los mareos y temblores que provocaban las drogas tradicionales, además de atenuar el déficit cognitivo.

El problema de muchos de estos medicamentos es que tienden a producir aumento de peso, torpeza psicomotora, trastornos cardiovasculares que suelen derivar en diabetes, y aumento de la prolactina plasmática, una hormona que estimula el crecimiento de las glándulas mamarias. Por eso, en los últimos años los científicos realizan diversos estudios para probar la eficacia de nuevas drogas.

“La tendencia actual es buscar medicamentos más puros, que brinden al paciente beneficios contra la psicosis, con menor cantidad de efectos adversos”, señala el doctor Jorge Testini, médico psiquiatra y docente universitario.

“El año pasado –añade- se presentó en la Argentina el aripiprazol, el antipsicótico atípico más avanzado que existe en el mercado, uno de los que menos producen aumento de peso. El problema con otros medicamentos utilizados hasta ahora, es que los pacientes, en especial las mujeres, se resisten a tomarlos, porque pueden producir en los seis primeros meses de uso hasta diez kilos de aumento de peso”, señala el especialista.

En tanto, según el Dr. Adolfo Méndez, médico psiquiatra del Hospital Municipal José T. Borda, “en el hospital público, los tratamientos más frecuentes son el haloperidol y la risperidona. El aripiprazol todavía es inaccesible: un paciente que lo consiguiera por su cuenta gastaría 300 o 400 pesos por mes”, destaca.

Los receptores de dopamina no son el blanco del osanetanto y el talnetanto, las nuevas drogas que se encuentran en estudio. Estas drogas apuntan contra los receptores de neurocinina -otro neurotransmisor-, que estimulan la producción de dopamina en el cerebro.

En el año 2004 se publicó un estudio clínico sobre el osanetanto en el que participaron 481 pacientes. El osanetanto, probado en dosis de 200 mg. diarios, resultó ser tan eficaz como el haloperidol, y sus efectos colaterales fueron menores. Además, mostró bajo riesgo de temblores y de aumento de peso.

Otro estudio evaluó la acción del talnetanto, que resultó eficaz para combatir los síntomas psicóticos y algunos trastornos cognitivos de 20 pacientes con esquizofrenia, sin evidencias de temblores y mareos, aumento de la prolactina plasmática, ni aumento de peso.

Si bien estas nuevas drogas podrían complementar a los antipsicóticos actuales, los científicos todavía son cautos con los resultados.

Una nueva droga no llega fácilmente al mercado: la investigación clínica atraviesa tres fases, que implican un largo trabajo de experimentación y prueba. En la primera, se evalúa en un grupo reducido de pacientes la seguridad de la droga, testeándola contra placebos. En la segunda, que puede durar hasta dos años, el objetivo es comprobar su eficacia en una población más grande. En la última, se la compara durante algunos años con otros medicamentos en uso, y si resulta exitosa, todavía tiene que pasar los estándares de calidad y seguridad de la Food and Drugs Administration (FDA), que tarda un año en expedirse. Sólo el 20% de las drogas que se descubren llegan al mercado.

El osanetanto y el talnetanto son drogas claves para el desarrollo de medicamentos contra la esquizofrenia, pero no las únicas en estudio. Los especialistas creen estar frente a resultados promisorios. De confirmarse la eficacia y tolerancia a largo plazo de estas drogas, se las comparará directamente con terapias actuales, para determinar si pueden convertirse en un tratamiento de primera línea para los esquizofrénicos e incluso para quienes sufren otros tipos de psicosis.

Con los últimos avances, Van Gogh y esquizofrénicos de siglos anteriores quizá lo habrían pasado mejor. A fines del siglo XIX, el magnífico pintor impresionista terminó pegándose un tiro en un manicomio, poco después del conocido episodio en el que se cortó la oreja. En estos tiempos, el destino personal de ese genio tal vez hubiese sido otro.