El virólogo del CONICET Mario Lozano elogió las medidas de contención adoptadas por Argentina, y enfatizó que la principal amenaza del COVID-19 es el riesgo de que desborde la capacidad de respuesta del sistema de salud y conspire contra la atención de otras enfermedades.

(Agencia CyTA- Fundación Leloir. Por Matías Loewy)-. El COVID-19 se expande de manera acelerada. El brote empezó en Wuhan, China, en diciembre. El primero de febrero ya había 12.000 casos confirmados en 23 países, pero el 99% estaban en China. Un mes después, había 87.000 casos en 58 países. Y al 16 de marzo ya eran 168.000 casos en 150 países o territorios, y la mayoría fuera de China.

El coronavirus “es un predador que encontró un campo completamente virgen. Y, en esta primera oleada, no parece haber encontrado una población que lo pueda contener”, asegura en diálogo con la Agencia CyTA-Leloir el doctor
Mario Lozano, virólogo, investigador del CONICET, exrector de la Universidad Nacional de Quilmes y autor del libro de divulgación “Ahí viene la plaga. Virus emergentes, epidemias y pandemias” (Siglo XXI,
2004).

Según Lozano, quien también es secretario de Educación, Culturas y Deportes de Quilmes, la estrategia argentina para contener la pandemia es inédita, pero acertada. Y también señaló que la principal amenaza para la salud pública no es su letalidad per se, sino el peligro de que desborde la capacidad de respuesta del sistema de salud y conspire contra la atención de otras enfermedades.

Extractos de la entrevista:

¿En qué cree que se diferencia esta pandemia de otras anteriores?

En las epidemias de influenza, quizás con excepción de la de 1918, el mundo estuvo afectado. Pero tenía de alguna manera un grado de inmunidad basal contra el virus, la adaptación entre el virus y el huésped era menos violenta. En este caso, me parece que la inmensa mayoría del planeta no tenía memoria inmunológica para virus de este
tipo. Cualquiera individuo de las regiones afectadas es factible de ser infectado. Todo virus es un predador, y el que produce el COVID-19 parece ser uno que encontró un campo complemente virgen. Tiene una tasa de transmisibilidad alta y, en esta primera oleada, no parece haber encontrado una población que lo pueda contener.

¿Le sorprendió su dispersión global?

Fue muy rápida. Es evidente que en China tuvo una dispersión rápida inicial: cuando las autoridades se dieron cuenta del problema epidemiológico, el virus ya estaba circulando mucho… Los chinos construyeron curvas analizando los casos diagnosticados y determinaron que, para cuando ellos confirmaban 40 casos, ya había otros 400 reales en la población que recién se iban a detectar una semana después.

¿Hay algo que aprender de la experiencia china?

Yo creo que poco, porque ellos tuvieron la epidemia inicial, no importada, y cuando la detectaron ya había adquirido un volumen importante. Sí se puede tomar la experiencia de otros países, que empezaron a tomar medidas para contener la diseminación. De hecho, Argentina está ensayando una nueva manera de contención: iniciar la
clausura antes de tener la circulación del virus en la comunidad. Habrá que ver cómo funciona en términos sanitarios y epidemiológicos, pero creo que son buenas medidas.

¿Qué tan letal es el virus?

En comparación con otras enfermedades, el COVID-19 no tiene mucha gravedad en términos individuales. En Corea del Sur, el índice de letalidad es del 0,68%; en China e Italia es más alto, hasta 4-5%. Es probable que las diferencias estén dadas por la respuesta del sistema de salud, pero también tienen que ver con el número de ensayos de
diagnóstico por habitante aplicados que es significativamente mayor en Corea (6 veces mayor que en el resto de los países). En todo caso, la tasa de mortalidad no es muy alta. ¿Por qué, entonces, es un problema serio de salud pública? Porque como tiene una diseminación tan rápida y no encuentra inmunidad previa en los pacientes, los individuos que van a tener complicaciones graves aparecen todos juntos y saturan el sistema de salud, que, en consecuencia, tiene problemas para responder a otras patologías, como las cardiológicas u oncológicas.

¿De ahí la importancia de aplanar la curva de nuevos casos, con medidas como el distanciamiento social?

Exacto. Eso viene de la percepción de que la epidemia no se puede parar, que somos un terreno fértil para el virus, que vamos a infectarnos y que es necesario que esa distribución (de nuevos casos) sea lo más lenta posible. Que los casos graves aparezcan más gradualmente y que no se colapse el sistema de salud. En ese sentido, también sería muy útil realizar más pruebas diagnósticas, como hace Corea del Sur: nos permitirá saber dónde estamos parados, tener un conocimiento cabal de dónde están los infectados, para poder actuar en consecuencia.

¿Cómo anticipa la evolución de la pandemia?

Me da la impresión de que, con la alarma mundial que se ha generado, vamos a ver vacunas y tratamientos para la enfermedad en unos meses.

Justin Lessler, profesor de epidemiología de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, en Estados Unidos, pronostica que la primera oleada del coronavirus puede llegar a infectar del 40 al 70% de la población mundial.

Esos cálculos se basan en modelos matemáticos con determinado sesgo o contexto que no necesariamente reflejan la realidad. El desarrollo de la epidemia va a depender de las condiciones socioeconómicas de un territorio, así como de la respuesta de los Estados o individuos. Yo creo que el índice de progresión de esta epidemia es directamente proporcional a la cantidad de personas irresponsables. Es importante que todos sepamos que no somos actores pasivos: cada uno tiene algo para hacer, y vale la pena hacerlo. Cuando todo el mundo responde bien, la epidemia da un paso atrás.

¿Podría ser que este coronavirus vuelva como la gripe estacional todos los años, aunque para entonces ya habrá vacunas y personas con inmunidad adquirida?

Es un escenario probable.

Hasta ahora, la Organización Mundial de la Salud se había mostrado contraria al cierre de fronteras y la restricción de vuelos como medidas para contener epidemias.

Quizás esta pandemia obligue a revisar algunas recomendaciones. De todos modos, hay que tener en cuenta que cada vez que uno toma medidas de este tipo, o le pide a la gente que se quede en sus casas, eso tiene implicancias económicas y sociales. Y una de las consecuencias va a ser una gran recesión mundial, lo cual genera o propicia otros problemas de salud que deben ser considerados.

Mario Lozano, virólogo, investigador del CONICET, exrector de la
Universidad Nacional de Quilmes y autor del libro de divulgación “Ahí viene la plaga. Virus emergentes, epidemias y pandemias” (Siglo XXI, 2004).