La edad en que se aprende un idioma influye sobre el patrón de ondas que se lee en un electroencefalograma. El hallazgo podría ayudar a refinar la enseñanza de lenguas.

(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. Aunque tengan un alto nivel de competencia en inglés, quienes aprendieron ese idioma antes de los 7 años y quienes lo hicieron después se distinguen mediante una prueba neurolingüística basada en frases shakesperianas, informaron investigadores argentinos.

“Estudios como el nuestro refinan los conocimientos sobre cómo ciertas variables individuales (en este caso, la edad de adquisición de un idioma) moldean los mecanismos neurocognitivos implicados en el procesamiento de lenguas extranjeras”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir el neurolingüista Adolfo García, director científico del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias (LPEN) del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCYT) y de Fundación INECO, en Buenos Aires.

En particular, García y sus colegas se enfocaron a analizar, en usuarios de inglés como lengua extranjera, la discriminación de ciertas figuras retóricas: las “transcategorizaciones”, un recurso literario que consiste en emplear palabras a las que se le asigna una función gramatical distinta de la que generalmente manifiestan.

Los transcategorizaciones son típicas de la obra de Shakespeare, explicó García, quien ha estudiado e investigado sobre neurolingüística en la Universidad de Nueva York y en la Universidad Rice, en Estados Unidos. Por ejemplo, en inglés, lip funciona típicamente como sustantivo (labio). Sin embargo, Shakespeare la emplea como verbo al escribir “To lip a wanton in a secure couch (pasaje de Othello que podría traducirse como “Besar a tu esposa creyéndola casta cuando no lo es”).

En el estudio, los investigadores emplearon 40 fragmentos de obras de Shakespeare que contenían transcategorizaciones., y otras 40 oraciones que no contenían tal recurso.  Como fueron escritas en una variante ya remota del inglés (el “inglés moderno temprano”), las oraciones con transcategorizaciones se adaptaron a una variante contemporánea del idioma, sin sacrificar la presencia clave de esa figura retórica. Así, por ejemplo, una oración con transcategorización del experimento fue: “Whenever I am in trouble, she truly friends me” (Cada vez que estoy en problemas, ella realmente me amiguea”), mientras que la versión control de esta misma oración fue “Whenever I am in trouble, she truly assists me (Cada vez que estoy en problemas, ella realmente me ayuda”).

Los participantes del estudio (18 bilingües tempranos y 16 bilingües tardíos, con edades similares y niveles comparables de competencia en inglés y exposición a dicha lengua) leían las oraciones en una computadora y debían indicar si las habían comprendido o no, presionando una tecla.

Durante la tarea, los científicos midieron la actividad eléctrica cerebral mediante electroencefalografía de alta densidad. Los análisis demostraron que los bilingües tempranos mostraban menores oscilaciones eléctricas en un rango de frecuencia específico llamado “banda theta”.

“Lo que encontramos fue que en los bilingües tempranos (aquellos que habían aprendido inglés antes de los siete años) había patrones cerebrales que distinguían entre oraciones con transcategorizaciones y oraciones normales. En cambio, en los bilingües tardíos, no había tal diferenciación a nivel cerebral”, explicó García, quien también es profesor adjunto de Neurolingüística y director de la Maestría en Lenguaje y Cognición en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), en Mendoza.

“Los resultados mostraron que la edad de adquisición de la segunda lengua influye sobre la identificación implícita de determinados recursos literarios”, agregó.

Para García, también investigador del CONICET, los resultados del estudio abonan un creciente cuerpo de datos “que podrían promover o refinar prácticas pedagógicas o de diseño curricular en el ámbito del aprendizaje de idiomas”.

Del avance, descrito en la revista Neuropsychologia, también participaron Martina Vilas (primera autora), Agustín Ibáñez, Lucas Sedeño, Federico Adolfi y Ezequiel Mikulan, de LPEN, INCYT, Fundación INECO y CONICET; Facundo Manes, Micaela Santilli y Miguel Martorell Caro, de LPEN, INCYT y Fundación INECO; y Eduar Herrera, de la Universidad ICESI, en Colombia.

 

Los científicos midieron la actividad eléctrica cerebral de los voluntarios mientras leían fragmentos de obras de Shakespeare.