Así lo indica un estudio internacional del que participa Ricardo Villalba, del CONICET y del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, con sede en Mendoza.

(Agencia CyTA-Leloir)-. Los anillos de los árboles tienen la capacidad de proveer información valiosa para reconstruir las variaciones climáticas del pasado, determinar cuándo las poblaciones nativas de América ocuparon una región, o inclusive establecer la autenticidad de un violín Stradivarius.

Ahora, un grupo de investigadores suizo-argentino liderado por el Profesor Markus Stoffel, de la Universidad de Ginebra, emplearon los anillos de crecimiento de la lenga (Nothofagus pumilio) para determinar las fechas de caída de grandes rocas en conos de deyección en los Andes Patagónicos australes.

“Descubrimos que los anillos de los árboles sugieren vínculos entre terremotos de intensidad moderada y caídas de rocas en sitios distantes a lo largo de la Cordillera Patagónica”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir uno de los autores del estudio, el doctor Ricardo Villalba, investigador superior del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA-CONICET), con sede en Mendoza.

Las cicatrices dejadas en el tronco de los árboles por grandes bloques que se desprendieron de las paredes muy empinadas del cerro Crestón, en el valle del Río Toro, Santa Cruz, fueron empleadas para determinar las fechas precisas de caídas de estas rocas.

En su caída, al impactar contra la corteza de un árbol, un bloque produce una herida en el leño que el mismo árbol cierra con el paso del tiempo. Sin embargo, la huella permanecerá para siempre en el leño. “A través del conteo de los anillos anuales de crecimiento de los árboles afectados, podremos establecer no solo el año en que ocurrió el impacto, sino también precisar el momento del año en que ocurrió el evento”, explicó Villalba.

Si el bloque impactó el tronco en primavera, la cicatriz se ubica al comienzo del anillo de crecimiento. Por el contrario, si el desprendimiento fue en verano, la marca dejada por el golpe se ubica en la parte media o terminal del anillo. “Finalmente, si la roca cayera en invierno, cuando las lengas perdieron sus hojas y no están creciendo, la cicatriz se formaría al final del anillo anual de crecimiento”, puntualizó Villalba.

Para el estudio, los científicos examinaron al pie del Crestón 63 secciones transversales provenientes de 20 ejemplares de lenga fuertemente deformados por los impactos de grandes bloques que se desprendieron periódicamente de la pared casi vertical del cerro durante los últimos 100 años. “Pudimos registrar un total de 127 impactos, establecer en que años ocurrieron las caídas y aproximar la estación del año en que los bloques se desprendieron”, afirmó Villalba.

Tal como describe un artículo en la revista “Scientific Reports”, los autores pudieron documentar que las caídas de rocas son más frecuentes en la primavera cuando ocurre el derretimiento de la nieve y el descongelamiento de las rocas. Por el contrario, los desprendimientos son más raros en el invierno, porque el hielo intersticial actúa como argamasa y sujeta de alguna manera las rocas sueltas.

“Pero la historia no termina aquí”, indicó el científico mendocino. Las fechas de impactos no están distribuidas totalmente al azar, sino que los investigadores constataron que el mayor número de desprendimientos en años particulares puede ser atribuido a la actividad sísmica en los Andes australes.

Si bien la relación entre movimientos telúricos y caídas de rocas es algo bien establecido, el estudio demostró, que al contrario de lo que se pensaba, los desprendimientos no requieren que los sismos sean próximos ni de muy grande magnitud.

De hecho, los científicos calcularon que, en regiones donde la abrupta topografía andina juega un rol importante, los terremotos de intensidad moderada (inferiores a 7 grados en la escala de Richter) precipitaron las rocas a distancias de hasta 300 kilómetros desde el epicentro.

“Es un hallazgo inesperado que obliga a revisar la idea aceptada que los movimientos sísmicos de intensidad moderada (M = 5-7) solo inducen desprendimientos de rocas en lugares muy próximos al epicentro no mayores a 15 kilómetros”, señaló Villalba. Y agregó: “Por lo tanto, la datación a partir de los anillos de los árboles puede proporcionar información importante para la evaluación de las amenazas sísmicas y, por lo tanto, para analizar los patrones regionales de abundancia, frecuencia y magnitud de las caídas de rocas generadas por terremotos”.

Del estudio también participaron Juan Antonio Ballesteros Cánovas, de la Universidad de Ginebra, Suiza; Brian Luckman, de la Universidad de Ontario, en Canadá; y Alejandro Casteller, del Instituto de Investigación de Nieve y Avalancha, en Suiza.

 

El estudio mostró que los anillos de los árboles sugieren vínculos entre terremotos de intensidad moderada y caídas de rocas en sitios distantes a lo largo de la Cordillera Patagónica.