Miles de visitantes recorrieron el Instituto Leloir y otros centros de investigación que abrieron sus puertas.

(02/11/2016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. La ciencia pisó fuerte en La Noche de los Museos 2016. Dentro de los espacios culturales de la ciudad de Buenos Aires, que sumaron un total de 240, hubo varios destinados a un público interesado en el quehacer y el conocimiento de los científicos.

La experiencia en la Fundación Instituto Leloir (FIL) grafica ese fenómeno. Formando una especie de “polo científico” con el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”  y la Asociación de Amigos de la Astronomía, ubicados en un radio de pocas cuadras, la institución de Parque Centenario liderada durante tres décadas por el Nobel de Química Luis Federico Leloir recibió 1.800 visitantes a lo largo de siete horas, una cifra que superó los 800 de 2014 y los 1200 de 2015.

“Nos alegra ver que cada año más gente se interesa por la ciencia y se muestra curiosa por lo que hacemos en nuestro día a día”, señaló la bióloga Martina Legris, coordinadora general de la FIL en la Noche de los Museos y becaria doctoral del CONICET en el Laboratorio de Fisiología Molecular de Plantas que lidera Jorge Casal.

La propia vocación de Legris se empezó a definir cuando, a los 15 años, visitó la FIL en el marco de las “Jornadas de Puertas Abiertas”, un evento clásico de la institución durante más de dos décadas en el que los visitantes recorrían laboratorios, participaban en experimentos y asistían a charlas de divulgación. “Descubrí que los científicos eran gente ‘normal’, en su mayoría jóvenes, muy animados y apasionados por lo que hacían”, dijo Legris.

El espíritu de las Puertas Abiertas se recreó en la FIL el fin de semana. Los visitantes, que ingresaron hasta el filo de las 3 de la madrugada del domingo, pudieron ver instrumentos fabricados por el propio Leloir, como un agitador de tubos de ensayos con el motor de un secador de pelos; disfrutar de la música interpretada en vivo por dos científicas, Karina Büttner y Mercedes Abbate; apreciar una exposición de acrílicos de Liliana Morón Kavanagh inspirados en imágenes microscópicas de neuronas; y presenciar charlas sobre temas tan variados como los relojes y calendarios biológicos, el almacenamiento de recuerdos en el cerebro, la estrategia del virus del dengue para ingresar a las células y la resistencia a antibióticos.

En otra ala del instituto, alrededor de 50 becarios de investigación condujeron distintos espacios interactivos sobre biología molecular de plantas, neurobiología, biología celular, desarrollo, cáncer, microbiología y bioinformática. Los visitantes podían, por ejemplo, ver bacterias fluorescentes al microscopio, observar detalles de las plantas bajo la lupa y realizar experimentos de comportamiento con moscas. En la concurrida Mesa del Gusto, dirigida por el doctor Luis Quesada Allué, jefe del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo de la FIL, los participantes descubrían su “perfil gustativo” y se introducían de manera divertida a conceptos de genética y herencia.

Abrir las puertas “contribuye a que la comunidad conozca un poco más qué es lo que hace una institución científica como la nuestra y es importante para lograr el apoyo público y privado que la ciencia necesita para la continuidad de sus proyectos”, indicó la doctora Ángeles Zorreguieta, también coordinadora general de este evento, vicepresidenta de la FIL y jefa del Laboratorio de Microbiología Molecular y Celular del Instituto.

Para Legris, en tanto, es necesario que los científicos den a conocer al resto de la sociedad lo que hacen, dado que su trabajo es financiado por el Estado. Pero también recordó que un evento de este tipo la ayudó a confirmar su vocación. “Del mismo modo, creo que esta Noche de los Museos también puede servirle a otros chicos que no saben o tienen una idea equivocada respecto de qué se trata trabajar en ciencia”, dijo.

Otras instituciones científicas que participaron de la actividad fueron el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y el  Centro Cultural de la Ciencia (C3), en Palermo.

En la Noche de los Museos, el Instituto Leloir recibió 1.800 visitantes a lo largo de siete horas, una cifra que superó los 800 de 2014 y los 1200 de 2015.

En la Noche de los Museos, el Instituto Leloir recibió 1.800 visitantes a lo largo de siete horas, una cifra que superó los 800 de 2014 y los 1200 de 2015.

Además de espacios interactivos sobre biología molecular de plantas, neurobiología, biología celular, desarrollo, cáncer, microbiología y bioinformática, los visitantes presenciaron charlas sobre temas tan variados como los relojes y calendarios biológicos, el almacenamiento de recuerdos en el cerebro, la estrategia del virus del dengue para ingresar a las células y la resistencia a antibióticos.

Además de espacios interactivos sobre biología molecular de plantas, neurobiología, biología celular, desarrollo, cáncer, microbiología y bioinformática, los visitantes presenciaron charlas sobre temas tan variados como los relojes y calendarios biológicos, el almacenamiento de recuerdos en el cerebro, la estrategia del virus del dengue para ingresar a las células y la resistencia a antibióticos.

El doctor Luis Quesada Allué, jefe del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo del Instituto Leloir, coordinó la “mesa del gusto”. Con otros investigadores atendió a 385 personas que pudieron conocer su Perfil Personal del Gusto. Para eso,  aplicaron un sencillo test – diseñado por Quesada Allué en 1993 – que pone en evidencia sobre todo la capacidad de detección y sensibilidad al gusto amargo. Esta habilidad ancestral es la que permitió a nuestros antepasados reconocer alimentos eventualmente peligrosos. Con ese test se han detectado 20 perfiles diferentes en la Ciudad de Buenos Aires.

El doctor Luis Quesada Allué, jefe del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo del Instituto Leloir, coordinó la “mesa del gusto”. Con otros investigadores atendió a 385 personas que pudieron conocer su Perfil Personal del Gusto. Para eso, aplicaron un sencillo test – diseñado por Quesada Allué en 1993 – que pone en evidencia sobre todo la capacidad de detección y sensibilidad al gusto amargo. Esta habilidad ancestral es la que permitió a nuestros antepasados reconocer alimentos eventualmente peligrosos. Con ese test se han detectado 20 perfiles diferentes en la Ciudad de Buenos Aires.