Para el doctor Máximo Valentinuzzi, cofundador del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (INSIBIO) de la Universidad Nacional de Tucumán,  esa rama de la ciencia va a dar mucho que hablar gracias a los avances de la neuroingeniería, de la biorobótica y de la  nanotecnología.

(31/01/2014 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Carl Ludwig, fisiólogo y médico alemán, considerado el padre de la bioingeniería actual, nació dos años antes de que Mary Shelley publicara (en 1818) la novela “Frankenstein”, primera obra de ciencia ficción que refleja la fuerte confianza humana en la ciencia experimental en el siglo XIX.

El trabajo de Ludwig está lejos de las controversias éticas originadas por la creación de un ser animado. “La moderna tecnología que se emplea en medicina para medir los ritmos cardíacos, la actividad cerebral, la capacidad respiratoria y otros parámetros de la salud humana, de alguna forma, poseen raíces en contribuciones de Ludwig y sus muchísimos colaboradores”, explicó a la Agencia CyTA el doctor Máximo Valentinuzzi, co-fundador y ex-director del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (INSIBIO), que depende de la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET.

Y agregó que en esencia la bioingenería postula que las ciencias de la vida pueden y deben explicarse a través de las leyes químicas, físicas y matemáticas.

Ludwig inventó entre 1846 y 1847 el quimógrafo (kymos, onda), el primer registrador gráfico continuo de la presión sanguínea. Esta tecnología sentó las bases de los dispositivos de registro que siguieron, si bien dominó durante décadas el mercado en todo el mundo. “Hacia 1950 aún era posible encontrar algún quimógrafo operativo y muchos médicos añosos seguramente lo recuerdan. Actualmente el registro en papel se ha abandonado casi totalmente y predomina el registro digital”, destacó Valentinuzzi, autor del libro “Bioingeniería. La ciencia de medir, definir, modelar, predecir… y cocinar” (Colección Ciencia que Ladra, Siglo XXI).

Los avances de la bioingeniería han sido enormes, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, y otros en esta primera década del XXI. “Se busca cuantificar las ciencias de la vida y predecir comportamientos y patologías, a nivel de organismos, de sistemas, llegando hasta la ecología. El espectro es sumamente amplio”, explicó el investigador.

Una de las metas más ambiciosas de esa disciplina es crear, por ejemplo, piel, riñón o corazón artificiales que sirvan para reemplazar tejidos u órganos dañados, como en la serie “El hombre nuclear”. “Por el momento, los intentos han sido más o menos exitosos”, afirmó Valentinuzzi, aunque el avance de la neuroingeniería, la biorobótica y las micro y nanotecnologías utilizadas en sistemas biológicos están preparando el camino para nuevos grandes inventos aplicables a la medicina. “La bioingeniería se presenta brillante y llena de posibilidades”, agregó.

Valentinuzzi cyta

El doctor Máximo E. Valentinuzzi (der.) recibiendo un Premio Konex de Platino 2013 en la categoría Ciencia y Tecnología. Asimismo figura dentro de la lista de las 100 personalidades destacadas de la década según el jurado designado por la Fundación Konex.

Créditos: Fundación Konex

FOTO BIOINGNIERIA

Entre 1846 y 1847 Carl Ludwig, considerado el padre de la bioingeniería actual, inventó el quimiógrafo o primer registrador gráfico continuo de la presión sanguínea. Este dispositivo estaba acoplado a un sistema de palancas terminado en un estilete horizontal que rasgaba una superficie ahumada con hollín que se movía sobre un tambor giratorio.