Científicos del Conicet y pobladores de la Puna se unieron para realizar un “chaku”: una práctica indígena que consiste en la captura, esquila y liberación de estos camélidos sin causarles heridas ni estrés.

(3/06/13 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Nadia Luna)– En la Puna jujeña, está todo listo para el chaku. Pobladores locales, científicos, miembros de comunidades indígenas y estudiantes aguardan expectantes. Están a punto de realizar una práctica ancestral de captura, esquila y liberación de vicuñas silvestres. Casi, casi, como lo hacían los incas hace varios siglos atrás. Pero ahí están ellos, sujetando una larga soga con cintas de colores, formando una especie de cordón humano. Cercando a los veloces camélidos. Finalmente, logran arrearlas hasta el corral, a través de un embudo de red. Es hora de sacarles la lana.

Los integrantes del grupo de investigación interdisciplinario Vicuñas, Camélidos y Ambiente (VICAM), del CONICET, saben muchas cosas acerca de estos animales. Saben, por ejemplo, que es preciso esquilar solo el lomo y los costados de la vicuña, ya que necesita la fibra del pecho, cuello y vientre para regular su temperatura corporal. Pero no saben esquilar. En este punto, los expertos están en la comunidad. El resultado del encuentro de saberes es triplemente beneficioso. Los científicos obtienen datos inéditos. Los pobladores, un recurso económico esencial. Y, gracias a los recaudos que se toman, los animalitos son liberados ilesos, con lo que evitan volver a estar en riesgo de extinción.

La doctora en biología y coordinadora del grupo VICAM, Bibiana Vilá, cuenta por qué decidieron incorporar conocimientos ancestrales a su trabajo científico: “Quisimos volver a hacer ese chaku prehispánico, pero asociado a protocolos de trabajo en bienestar animal. Como las vicuñas pasan por una situación estresante, tratamos de que sea lo menos impactante posible en su biología”. Para festejar el éxito del chaku, realizado entre el 19 y el 21 de noviembre del 2012 en la localidad jujeña de Santa Catalina, todos agradecieron a la Pachamama con una chayada: un ritual indígena en el que se cava un agujero en el suelo y se depositan ofrendas de comida y bebida para la Madre Tierra.

“Cuesta dejar las seguridades de la disciplina en la que te venís manejando. Sin embargo, me di cuenta de que para conservar una especie, la biología es fundamental, pero sola no alcanza”, reflexiona Vilá, quien es profesora asociada del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján y acaba de recibir un premio de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) por su trabajo sobre el manejo de las vicuñas.

La elección de trabajar junto a la comunidad también respondió a sus necesidades económicas. “Hay muchas zonas del altiplano donde convive gente de la más pobre del país, con un recurso natural como la fibra de vicuña, que es una de las más caras del mercado”, remarca Vilá. Como su fibra siempre fue valorada, la caza las puso en peligro de extinción. Para 1950, quedaban 10 mil vicuñas en total. En Argentina, solo 2 mil.

Durante el chaku realizado el año pasado, coordinado por la doctora Yanina Arzamendia, de la Universidad Nacional de Jujuy y miembro del VICAM, se capturaron 106 vicuñas. Uno de los criterios de bienestar animal fue que a las 17.00 se dejara de esquilar y se liberaran todos los animales, de manera que pudieran llegar a termorregular su temperatura antes de que cayera la fría noche puneña. Otros cuidados consistieron en utilizar una capucha que tranquilice a las vicuñas y evitar la aplicación de una técnica común con las llamas: “para dominarlas, les retuercen la oreja para que se queden quietas. A un animal silvestre, en cambio, no lo podemos orejear, porque le implicaríamos un sufrimiento sumado al estrés”, explica Vilá.

Mientras los pobladores esquilaban las vicuñas, los científicos tomaban datos de sus parámetros fisiológicos, ritmo cardíaco y respiratorio, y estado nutricional y sanitario, entre otros. “Fueron datos que obtuvimos gracias a que las pudimos tener entre las manos”, enfatiza la bióloga. Además, les colocaron un collar de distinto color para machos y hembras, con un número, y tomaron muestras de sangre. En este momento, el grupo VICAM está abocado al trabajo de investigación a partir del seguimiento de las vicuñas liberadas. Mientras, volcaron todo el trabajo en un libro titulado Lineamientos para un plan de conservación y uso sustentable de vicuñas en Jujuy, que fue presentado a las autoridades de la provincia. La idea es escribir también una cartilla con esas recomendaciones, pero en un lenguaje accesible para las comunidades locales.

vicuñascorral

Corral de vicuñas

Crédito: Bibiana Vilá

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Arreo  de vicuñas.

Crédito: Bibiana Vilá

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Captura de vicuñas.

Crédito: Nilce Sivina Enrietti