Si bien el protocolo de Montreal –orientado a la reducción de determinados gases clorofluorocarbonos- ha conducido a la preservación de la capa de ozono que protege la vida del planeta de los efectos de los rayos ultravioleta que provienen del Sol, un informe advierte que la radiación ultravioleta podría aumentar en algunas regiones en el transcurso del siglo XXI como consecuencia del cambio climático. 

(09/02/11 – Agencia  CyTA – Instituto Leloir)-. Los rayos ultravioleta, provenientes del Sol serían dañinos para la vida si las capas de la atmósfera –sobre todo la de ozono-no absorbieran parte de su radiación. Teniendo en cuenta que fenómenos tanto naturales como acciones humanas pueden modificar la atmósfera, y por lo tanto la radiación ultravioleta solar que llega a la Tierra, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, según sus siglas en inglés) estableció un panel internacional de científicos para analizar y evaluar evidencias sobre el tema a nivel global.

“Cada cuatro años, un panel internacional de cerca de 35 científicos producimos un documento que resume los avances en el conocimiento sobre los efectos de la radiación ultravioleta sobre la salud, los ecosistemas terrestres y acuáticos, y los materiales, entre otros temas, y sus relaciones con componentes del cambio global”, explica a la Agencia CyTA el doctor Carlos Ballaré, líder del grupo de Ecosistemas Terrestres en el Panel de Evaluación de Efectos Ambientales de UNEP, quien además se desempeña como profesor de Ecofisiología de las Plantas, en la Facultad de Agronomía de la UBA.

El último informe sobre los efectos de la radiación ultravioleta en los ecosistemas terrestres fue presentado por la UNEP a fines de 2010 y acaba de ser publicado en la edición del 20 de enero de la revista científica internacional Photochemical & Photobiological Sciences. “Este trabajo es uno de los capítulos del informe del Panel de Naciones Unidas sobre problemas del Ambiente”, señala Ballaré. Y agrega: “El artículo publicado en esta revista sintetiza nuestras conclusiones referidas al impacto sobre ecosistemas terrestres. En términos generales, basados en evidencias científicas concluimos que, gracias al éxito del Protocolo de Montreal (tratado internacional para proteger la capa de ozono a través de medidas económicas y políticas), el aumento de la radiación ultravioleta causado por acciones antrópicas en la segunda mitad del  siglo XX han tenido consecuencias relativamente pequeñas sobre la productividad de los ecosistemas terrestres. También presentamos evidencias que sugieren que ciertas relaciones funcionales en ecosistemas terrestres (como las que se producen entre plantas e insectos herbívoros, o plantas y patógenos) pueden ser bastante sensibles a cambios en la radiación ultravioleta solar”, señala el investigador del CONICET.

Una de cal, una de arena

El informe indica que la capa de ozono tenderá a recuperarse en las próximas cuatro décadas; sin embargo, advierte que los niveles de radiación ultravioleta podrían aumentar en ciertas regiones a consecuencia del cambio climático, en especial en respuesta a disminuciones en el grado de nubosidad.

“Las consecuencias de estos cambios en la radiación ultravioleta asociados a modificaciones en los patrones de nubes pueden ser muy importantes para los ecosistemas terrestres”, destaca Ballaré, quien recibió la distinción “Líderes Latinoamericanos para el Nuevo Milenio” otorgada por la cadena CNN y la revista TIME de Estados Unidos en 1999, un reconocimiento dirigido a personalidades de menos de 40 años que a juicio de esos medios de comunicación serían influyentes en el siglo XXI. En ese año Ballaré y su grupo de investigación ya estaban dedicados al estudio de las consecuencias ecológicas de variaciones en los niveles de radiación UV.

¿Qué relación hay entre la radiación solar ultravioleta, el cambio climático y su efecto en ecosistemas terrestres? “Muchos modelos climáticos predicen cambios importantes en los patrones de nubosidad durante el siglo XXI. Para la segunda mitad del siglo, predicen aumentos en nubosidad sobre los polos y altas latitudes, junto con disminuciones en la nubosidad en latitudes medias o bajas, en ambos hemisferios. Una disminución en la nubosidad traerá aparejado un aumento en los niveles de radiación ultravioleta. Estos aumentos se darían en áreas del planeta que no fueron afectas por la erosión de la capa de ozono (esto es, zonas tropicales y subtropicales), donde las cargas de radiación ultravioleta son naturalmente muy altas. Diversos procesos ecológicos, como por ejemplo la fotodegradación de la materia orgánica, podrían verse afectados en esas regiones por estas variaciones en la radiación ultravioleta causadas por el cambio climático”, explica Ballaré.

De acuerdo con el investigador, las nubes filtran radiación, de todas las longitudes de onda, incluyendo la radiación ultravioleta solar. En este sentido, el aumento en la nubosidad reduce los niveles de radiación que se recibe a nivel del terreno.

En esta línea el especialista señala que hasta el momento, los cambios en la radiación ultravioleta se dieron en respuesta a una disminución del ozono estratosférico, no por el cambio climático. “Las principales evidencias de efectos biológicos surgen de analizar datos que relacionan los cambios en la radiación ultravioleta causados por la erosión de la capa de ozono y el funcionamiento de una serie de componentes en ecosistemas terrestres”, asegura. Y continúa: “Aumentos en la radiación ultravioleta causados por disminución del contenido de ozono pueden perturbar el crecimiento de plantas sensibles y afectar las interacciones entre plantas y organismos consumidores.”

Por otra lado, Ballaré destaca como un hecho positivo que los efectos de la erosión de la capa de ozono hayan estado circunscriptos a una banda latitudinal relativamente angosta. ”Dado que el Protocolo de Montreal logró frenar la emisiones de sustancias que deterioran la capa de ozono en forma exitosa, las consecuencias sobre los ecosistemas terrestres, cultivos y bosques manejados por el hombre han sido relativamente pequeñas, como concluimos en nuestro informe. En este sentido ha jugado un rol fundamental la acción internacional”, enfatiza el científico.  Y prosigue: “Pero como dije anteriormente, la mala noticia es que, a pesar que la capa de ozono se recomponga, la radiación ultravioleta podría aumentar como consecuencia, ahora sí, del cambio climático, afectando un elenco aún más amplio de regiones geográficas y procesos ecológicos. Es por ello que actualmente es fundamental tener en cuenta el vínculo entre UV y cambio climático.”

Conciencia global

Dado el gran efecto que generan las actividades humanas sobre la Tierra, Ballaré opina que es importante que todos sus habitantes conozcan los resultados científicos que tratan el tema. “Este es un punto central. Nuestro Panel tiene la misión de informar a los países signatarios del Protocolo de Montreal acerca del estado del conocimiento, de modo que se puedan tomar acciones políticas basadas en la evidencia científica disponible. Pero es fundamental llegar a todo el espectro de actores sociales de modo que se tome conciencia de las potenciales consecuencias del cambio climático”, subraya el investigador.

“Implementar acuerdos internacionales que limiten la emisión de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono y metano, entre otros) tendría ramificaciones y consecuencias políticas muchísimo más complicadas que las que entraron en juego en el Protocolo de Montreal. En última instancia, es fundamental que la sociedad se convenza de las consecuencias potencialmente desastrosas del cambio climático para que apoye decisiones que pueden parecer antipáticas en el corto plazo, pero que son absolutamente necesarias”, concluye el doctor Ballaré.

 FOTO nota Cambio climatico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El doctor Carlos Ballaré, líder del grupo de Ecosistemas Terrestres en el Panel de Evaluación de Efectos Ambientales de UNEP, quien además se desempeña como profesor de Ecofisiología de las Plantas, en la Facultad de Agronomía de la UBA. 

Créditos: Gentileza del doctor Carlos Ballaré.