Al tomar el pecho, el bebé recibe bacterias que ayudan al desarrollo de su sistema inmunológico. Científicos argentinos aislaron esos microorganismos de la leche materna, los cultivaron y conservaron para saber si pueden incorporarse a un producto que imite lo mejor posible a la leche materna.

(15/02/10 – Agencia CyTA – Instituto Leloir / Prensa UNL. Por Priscila Fernández)-. La leche materna, a diferencia de lo que se pensaba hasta hace pocos años, no es estéril ya que posee bacterias que la mamá transfiere al bebé para ayudar a su desarrollo inmunológico. Se trata del mismo tipo de microorganismos que se usan en los alimentos probióticos que ya se hicieron comunes en las góndolas de los supermercados. Científicos de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET aislaron bifidobacterias de muestras de leche materna y evaluaron la resistencia de estas cepas a los procesos tecnológicos que implica un manejo industrial.

Así buscan acercarse al desarrollo de una leche infantil que favorezca al desarrollo de la flora intestinal del bebé.  De acuerdo con estudios comparados, con ello se reduciría el riesgo de alergias y enfermedades gastrointestinales durante la infancia.

“Lo ideal sería desarrollar una leche fórmula que contenga los microorganismos benéficos que aporta la leche materna. Esto hasta el momento no existe en el mercado nacional. El producto no está pensado como un sustituto de la leche materna, sino como un complemento en casos donde la lactancia se vea disminuida o imposibilitada”, explicó Florencia Zacarías, una joven becaria doctoral del Instituto de Lactología Industrial (INLAIN) dependiente de la UNL y el CONICET.

Del laboratorio a la mamadera

La clave para que las bacterias probióticas tengan efectos benéficos para la salud es que lleguen al intestino en cantidad suficiente. Las bifidobacterias de la leche materna mostraron una muy buena resistencia en los ensayos de laboratorio. Así, los investigadores observaron que tras suspenderlas en leche, secarlas y rehidratarlas aún subsiste un importante número de ellas.

En primer lugar, las experiencias del INLAIN evidenciaron que las cepas de la leche materna son capaces de fermentar y acidificar la leche. Del mismo modo, lograron resistir al almacenamiento congelado, algo importante para su uso industrial. “Salieron muy bien los ensayos porque las mantuvimos congeladas a -70ºC y -20ºC por al menos seis meses y no se modificó el número de células viables”, detalló.

También se obtuvieron buenos resultados al evaluar el proceso de secado por spray, el mismo que se usa para hacer leche en polvo. Este procedimiento sirve para concentrar las bacterias y almacenarlas, por eso vieron qué ocurría tras seis meses de almacenamiento, tanto a temperatura ambiente como refrigeradas. Las que permanecieron a 5ºC -que es la temperatura de cualquier heladera doméstica- aún después de medio año no mostraron disminución en la cantidad de células viables. En el caso de las que se mantuvieron a temperatura ambiente sí hubo una baja de los niveles.

Por último, los investigadores imitaron la preparación de una mamadera con la leche en polvo en la que habían secado las bifidobacterias. “Suspendimos esa leche en agua caliente a distintas temperaturas. A  40ºC o 50ºC, temperatura a la que los pediatras recomiendan preparar las mamaderas, se constató una buena viabilidad”, comentó.

En ratones

Pero ingerir las bacterias sólo es una parte del recorrido; la otra depende del tránsito dentro del cuerpo del consumidor. Entonces, el grupo de trabajo, integrado también por los doctores Ana Binetti, Gabriel Vinderola y Jorge Reinheimer del INLAIN y  Marcelo Laco del Instituto Médico de la Mujer, además de mostrar que las bifidobacterias son lo suficientemente resistentes como para usarlas a nivel industrial, está analizando los efectos concretos que estas bacterias tienen en el organismo.

En primer lugar pudieron comprobar que las bacterias resisten la digestión, gracias a un ensayo in vitro que simula todo el proceso que ocurre desde que se ingiere el alimento hasta que llega al intestino. “Incluso en un entorno muy ácido como es el del estómago, las bifidobacterias no mostraron disminución en su viabilidad”, aclaró Zacarías.

Los ensayos con ratones son más recientes y aún se encuentran en desarrollo. Los resultados preliminares muestran que los ratones que recibieron por diez días la leche con bifidobacterias tuvieron un aumento significativo de las células productoras de inmunoglobulina A (IgA) que forma parte de la defensa inmunológica de la mucosa intestinal.

El modelo experimental comparará los efectos de la alimentación por tres, seis y diez días y, al mismo tiempo, las diferencias entre la leche con bifidobacterias que fueron secadas y almacenadas y leche con bifidobacterias frescas.

“Otro punto que tenemos que evaluar en el futuro es la dosis. La madre al niño le trasfiere concentraciones de bifidobacterias en leche mucho más bajas que las que normalmente se usan en los alimentos probióticos. En los ensayos in vivo se deberá estudiar la concentración adecuada de bifidobacterias y el período de administración”, adelantó Zacarías.

Baby Bottle isolated on white background