La variación de la flora está condicionada a períodos de inundación y sequía que se miden en pulsos. Según una investigadora de la Universidad del Noreste (UNNE), las curvas de dichos pulsos indican la plasticidad de la vegetación para volver a la situación anterior a la perturbación hídrica.

(07-07-08 – Agencia CyTA, Instituto Leloir. Por Catriel López Acosta – UNNE) – La distribución de la vegetación fluvial en el Bajo Paraná, es decir, desde la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay hasta la localidad de Diamante, en Entre Ríos, está condicionada por el régimen de pulsos hidro-sedimentológicos. Así lo demuestra un estudio realizado por Sylvina Casco, integrante y docente del Centro de Gestión Ambiental y Ecología (Cegae) de la UNNE y del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal).

Casco, quien en su calidad de licenciada en zoología y doctora en biología, ha hecho varias investigaciones relacionadas con la vegetación del Paraná, explica en su trabajo, que la misma es un indicador de los cambios climáticos regionales y globales; y que su distribución está condicionada por los períodos extremos como son las inundaciones y las sequías.

Según explicó Casco a la Revista Ciencia y Técnica, el análisis del régimen de pulsos en cada posición topográfica de la planicie en la cual crecen las plantas, permite explicar los límites de su distribución y la velocidad que tiene cada tipo de paisaje de retomar su condición anterior a alguna perturbación (resiliencia).

Pulsos de energía y materia

Casco comenta que “el análisis de la vegetación fluvial, como expresión de las características y la dinámica del paisaje, ha sido ampliamente reconocida y usada con distintos enfoques metodológicos y prioridades”. Pero aclara que “desde los primeros trabajos en 1944 y hasta fines de la década del ‘80, la mayor cantidad de contribuciones ecológicas publicadas para Sudamérica estuvieron referidas al conocimiento de lagos y otros ambientes de aguas quietas, con poca observación sobre los ríos. Buena parte de los trabajos producidos en ese período fueron de tipo descriptivo y constituyen, en su conjunto, una base de información generalmente dispersa, referida a condiciones abióticas y bióticas”.

El funcionamiento y estructura de los ríos con planicie de inundación, como el Paraná, están condicionados por las inundaciones periódicas. Según Casco, a partir de los estudios realizados por el doctor Juan José Neiff, un pionero en el estudio de este río, se conoce que, en realidad, se trata de “pulsos de energía y materia” o “pulso hidrosedimentológico”. En ríos como el Paraguay o el Paraná, las crecientes y las bajantes conforman dos fases complementarias de ese pulso hidrosedimentológico: aguas altas o potamofase y aguas bajas o limnofase, las cuales tienen una influencia notable en la estabilidad de los ecosistemas del macrosistema fluvial.

Este régimen de pulsos está caracterizado por atributos hidrológicos, contenidos en la función FITRAS (acrónimo de: Frecuencia, Intensidad, Tensión, Regularidad, Amplitud, Estacionalidad), propuesta por Neiff.

La frecuencia, la intensidad y la amplitud de ambas fases del pulso dependen de la posición topográfica en las cuales crece la vegetación, por lo que, en cada punto de la planicie o de las islas, los efectos de una misma creciente son potencialmente distintos.

El análisis del régimen de estos pulsos de inundación en cada posición en la cual crecen las plantas, permite explicar los límites de su distribución y la velocidad que tiene cada tipo de paisaje de retomar su condición anterior a alguna perturbación. Pero también puede realizarse el análisis a la inversa.

Vegetación, indicador de cambios y perturbaciones

La vegetación de la planicie del Bajo Paraná no se distribuye en forma homogénea, sino que evidencia pautas repetitivas en su distribución. La presencia, ausencia y frecuencia de las especies indican la receptividad del hábitat y si el sitio es favorable o desfavorable para ellas.

La mayor parte de la vegetación fluvial se distribuye en un amplio rango de condiciones de hábitat que indican la plasticidad de cada especie, o sea, la capacidad para resistir a hidroperíodos críticos, la que se refleja en curvas.

Las unidades de paisaje herbáceas como los bañados, esteros, juncales, pajonales presentan una tendencia a distribuirse con mayor frecuencia en posiciones más bajas. La vegetación leñosa como palmares, alisales, sauzales y bosques se distribuye con mayor frecuencia en zonas más elevadas de la planicie del Bajo Paraná.

Además, ninguna semilla de las plantas del río Paraná germina en condiciones de inmersión prolongada, con lo cual las posibilidades de la vegetación para colonizar la planicie de inundación no son las mismas en puntos con diferentes fases hidrológicas. Así se observó durante prolongadas sequías (período 1943-1970) y en fases hiperhúmedas, a partir de 1971.

Casco concluye de esa manera que “la vegetación es un indicador local sintético de la heterogeneidad del paisaje y, especialmente, del grado de conexión entre distintos sectores del paisaje y el régimen de pulsos de inundación”. E insiste en que “la colonización de un sitio de la planicie, distribución, crecimiento y producción de la vegetación, dependen en mayor o menor medida de su posición topográfica y de la frecuencia, intensidad, tensión, amplitud y estacionalidad de las fases del pulso hidrosedimentológico en cada sitio”.

Dado que la vegetación está condicionada en su distribución y abundancia por las perturbaciones extremas que imponen las inundaciones y las sequías, es un muy buen indicador de cambios climáticos regionales y globales, reitera Casco. Y concluye: “Como es factible valorar el ajuste entre ese indicador y el factor forzante (inundaciones y sequías), la vegetación constituye un valioso elemento para el seguimiento de perturbaciones naturales o de disturbios del régimen hidrológico”.