El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente dio a conocer un informe sobre el ambiente para el desarrollo, titulado GEO-4. El trabajo aporta una visión general de las tendencias a nivel mundial y regional que se evidenciaron en las últimas dos décadas. El cambio climático sobre el tapete. Los desafíos para el siglo XXI en América Latina.

(5/11/07 – Agencia CyTA.Instituto Leloir) – El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) dio a conocer recientemente un informe sobre el ambiente para el desarrollo, titulado GEO-4. El trabajo aporta una visión general de las tendencias ambientales, sociales y económicas a nivel mundial y regional registradas en las últimas dos décadas, desde que la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como Comisión Brundtland, produjera el informe “Nuestro futuro común”.

El informe destaca que en la actualidad las amenazas más graves que se presentan son el cambio climático, el índice de extinción de las especies y el reto de alimentar a una población en crecimiento. El documento sugiere además que la forma de tratar con estos problemas de difícil manejo es ubicar al ambiente en el centro de la toma de decisiones, esto es, pensar la realidad en términos del “ambiente para el desarrollo, y no del desarrollo en detrimento del ambiente”, advierte.

La explosión demográfica de los últimos años es uno de los temas que generan mayor preocupación. Dice el informe: “la cantidad de recursos necesarios para sostener a la población humana sobrepasa lo disponible, ya que su demanda es de 21,9 hectáreas por persona mientras que la capacidad biológica de la Tierra es, en promedio, sólo de 15,7 hectáreas por persona”.

Para América Latina y el Caribe tal vez el mayor reto es el diseño de políticas que se dirijan al manejo sostenible, tanto de los activos naturales como de los sociales. Las prioridades para esta región son el crecimiento urbano no planificado, las amenazas a la biodiversidad, el daño costero y la vulnerabilidad al cambio climático.

Si bien la región contiene el 23,4% de la cobertura forestal del mundo, el comercio, la urbanización no planificada y la falta de planificación en el uso de la tierra están conduciendo su conversión a pastizales y a monocultivos para la exportación.

Otros problemas acuciantes son la desertificación –causada por la deforestación, exceso de pastoreo e irrigación inadecuada– que afecta al 25% de la región, la salinización en algunas áreas y la intensificación agrícola, que ocasiona un agotamiento de los nutrientes.

Por otra parte, durante los últimos 20 años, las tormentas tropicales y los huracanes del Atlántico Norte se han incrementado en número, frecuencia, duración e intensidad. Muchas veces las sociedades de la región no han podido hacer frente a estos eventos climáticos extremos debido a la falta de capacidades de adaptación y de sistemas de observación y monitoreo.

Aunque nuestra región –que constituye poco más del 8% de la población mundial– es una de las que más ha sentido los efectos del cambio climático, su contribución a este fenómeno es baja: es responsable de poco más del 5% de las emisiones mundiales de CO2.

Adaptarse al cambio

Los expertos de Naciones Unidas aseguran que además de los saberes técnicos es indispensable la construcción de capacidades y marcos políticos e institucionales apropiados para mitigar y adaptarse al cambio climático. Algo nada sencillo para una región como América Latina si se considera que entre 1990 y 2004 el PBI creció cerca del 2,9% anual, un porcentaje notablemente menor que en las otras regiones en desarrollo, y muy por debajo del 4,3% necesario para cumplir con las Metas de Desarrollo del Milenio en la reducción de la extrema pobreza.

Las llamadas Metas de Desarrollo del Milenio son objetivos acordados en 2000 por dirigentes mundiales de 189 países, y fijan como plazo 2015 para, entre otras cosas, erradicar la pobreza extrema y el hambre; alcanzar la enseñanza primaria universal; promover la igualdad de género y reducir la mortalidad infantil.

Sin embargo, no todas son malas noticias. Un 10,5% del territorio total forma parte de las áreas protegidas y las tasas anuales de deforestación en el Amazonas están cayendo debido a la implementación de programas de prevención integrada y control. Otro ejemplo es el caso de Paraguay, que hasta 2004 tuvo una de las tasas más altas de pérdida de bosques, pero en la actualidad sus índices de deforestación se redujeron hasta llegar al 85% en algunas zonas.

El informe GEO-4 destaca el hecho de que América Latina y el Caribe poseen una alta diversidad cultural, con más de 400 grupos indígenas diferentes que, según se estima, viven en la región. Pero advierte sobre la necesidad de rescatar los conocimientos ancestrales de estos grupos, no sólo como legado sino también como saberes específicos –por ejemplo el uso de plantas medicinales– que nos permitirán enfrentar los retos ambientales que se presentan para este siglo.

“Habitualmente las respuestas dadas a través de las políticas ambientales se han concentrado en reducir las presiones o en enfrentarse a los efectos; el objetivo está ahora cambiando hacia formas de transformar las fuerzas que crean las presiones, incluyendo el crecimiento demográfico y económico, el consumo de los recursos y los valores sociales”, describe el documento.

En el nuevo enfoque que se avecina pueden resultar significativos “los cambios estructurales en las organizaciones gubernamentales e intergubernamentales, dando prioridad al ambiente en los planes sectoriales, y un acercamiento más holístico en la planificación del desarrollo”, concluye el informe.