(30/8/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) -. El doctor en física Carlos Balseiro es investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Cuyo -hijo del físico José Antonio Balseiro, uno de los fundadores y el primer director del Instituto de Física de Bariloche, que tras su fallecimiento se llamó Instituto Balseiro. Reconoce que el Estado, a través de la SeCyT, ha realizado esfuerzos importantes para incluir a la nanotecnología dentro de las áreas prioritarias del desarrollo científico y tecnológico. Y dice que en la Argentina, la inversión del sector privado en ciencia, y en nanotecnología específicamente, es ínfima.

¿Cuándo comenzó a interesarse por la física?

Nací en un ambiente de físicos. En mi caso, la vocación se fue construyendo cuando, siendo pequeño, jugaba cerca de los laboratorios del Centro Atómico Bariloche. Nunca se me habría ocurrido ser nadador profesional.

En esa época no sabías que, entre otros intereses, ibas a trabajar en el campo de la nanociencia y de la nanotecnología –el estudio y manipulación de la materia a nivel atómico – que está cobrando importancia a nivel mundial.

Así es, los avances tecnológicos están fundamentalmente determinados por los materiales que uno puede manipular, de hecho cuando miramos la historia de la humanidad, se habla de la edad de piedra, de la edad de hierro, de la edad de bronce y eso es porque la humanidad comenzó a incorporar nuevos materiales que tenían novedosas posibilidades en cuanto a su aplicación. La tecnología actual permite estudiar y manipular la materia a escalas extremadamente pequeñas, de un mil millonésimo de metro, lo que permite fabricar materiales dotados de nuevas propiedades a partir de la manipulación de átomos individuales. Estos nuevos materiales podrían generar una revolución tecnológica en medicina, en biología, en informática y en la construcción, entre otros campos. Hay economistas que preveen una revolución industrial que impactará transversalmente todas las cadenas productivas.

¿La idea entonces es crear materiales a partir de unidades de materia de escala nanométrica?

Sí, definitivamente, la idea es crear materiales compuestos con estructuras en la nanoescala, como si se tratase de acomodar pequeños ladrillos, cada uno de los cuales tienen propiedades particulares, pero ahora en lugar de fundirlos y hacer un material homogéneo, se trata de mantener la unidad de estos pequeños ladrillos para hacer un material compuesto que tienen propiedades que no son ni las del material homogéneo ni la del ladrillo aislado, sino que poseen nuevas propiedades. Esta es una de las estrategias para crear nuevos materiales a partir de unidades que están en el área de la nanoescala y que pueden ser manipuladas y controladas.

¿No sería extraño que en el futuro esta época sea conocida como la edad de los nanomateriales?

Podría ser, no lo sé. Lo cierto es que nuestros antepasados se dieron cuenta que la unión de materiales generaba nuevas posibilidades que podían ser útiles para la vida cotidiana. Mezclaron paja y barro para hacer adobe, la paja le daba unidad al barro. El que hacía casitas en la pampa hace siglos sabia que era bueno mezclar materiales para crear otros nuevos, pero ahora se trata de hacerlo a nivel atómico y molecular.

¿Qué tipo de materiales se podrían desarrollar en el campo de la nanotecnología?

Uno puede imaginar pinturas inteligentes basadas en nanopartículas, funcionalizar superficies recubriéndolas con distintas moléculas para hacerlas más biocompatibles mejorando así los implantes, superficies que no se mojen, nanoestructuras que detecten selectivamente cierto tipo de células, fabricar sensores de distinta naturaleza que pueden ser utilizados, por ejemplo, en el control de calidad de alimentos. La lista de posibilidades es muy amplia.

¿Cuáles son los proyectos que desarrollan actualmente en la CNEA en el campo de la nanotecnología?

Desde hace siete años que realizamos encuentros sobre nanotecnología en el Centro Atómico e Instituto Balseiro, en Bariloche, con la idea de que los investigadores argentinos que trabajan en el campo presenten los resultados y discutan nuevas ideas para formular algunos nuevos proyectos. A partir de esos encuentros organizados en la CNEA, nacieron algunas redes de nanociencia y nanotecnología con el apoyo de la Secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SeCyT). Estas redes promueven y coordinan la actividad de científicos en distintas instituciones y regiones del país. Una de estas redes se dedica al diseño y a la fabricación de micromáquinas

¿En qué consisten esas micromáquinas?

Son dispositivos microelectromecánicos (MEMS según sus siglas en inglés), que permiten medir propiedades con una sensibilidad mayor que los métodos convencionales. En la CNEA se desarrollaron narices electrónicas y magnetómetros muy sensibles.

¿Qué aplicaciones podrían tener esas narices electrónicas?

Las narices electrónicas son instrumentos de olfato electrónico que permiten identificar olores, a veces inaccesibles al olfato humano. Tienen la capacidad de registrar pequeñas cantidades de ciertas moléculas específicas. Dependiendo del diseño se podrían usar para detectar cierto tipo de drogas o pesticidas, por ejemplo, o medir la calidad de determinados productos en el sector alimentario, entre otras aplicaciones.

-¿Qué otros proyectos están realizando?

Actualmente en nuestra institución se desarrollan instrumentos con posibles aplicaciones en el Plan Espacial Argentino y se estudian posibles aplicaciones en otros. Uno de nuestros fuertes es el estudio de materiales nanoestructurados, tanto su fabricación como el análisis de sus propiedades. En nuestro grupo en particular, hacemos trabajos teóricos ayudando a interpretar resultados experimentales o avanzando en algunas áreas de frontera a las que aún no tenemos acceso en los laboratorios.

-¿Cuál es el panorama de la inversión privada en nanotecnología en la Argentina?

En la Argentina, la inversión del sector privado en ciencia, y en nanotecnología específicamente, es ínfima. En algunas pocas empresas grandes se desarrolla investigación en temas de nanotecnología. La idea es, por ejemplo, lograr superficies dotadas de propiedades tales como lubricidad, superhidrofobicidad y anticorrosividad. Sin embargo, se trata de casos aislados.

¿Y desde el Estado?

La CNEA tiene un programa interesante, que es apoyado desde hace varios años. De hecho, nuestra institución ha creado recientemente el Instituto de Nanociencia y Nanotecnologia, se trata de un programa que coordina y promueve la actividad en los distintos Centros Atómicos. Otras instituciones avanzan en la misma dirección, los investigadores y becarios del CONICET forman un núcleo sin el cual hoy no sería posible el desarrollo del área, la UBA ha declarado la nanotecnología como un área prioritaria, INTI también desarrolla actividad en esta temática.

En ese sentido son varias las iniciativas que promueven el desarrollo local de la nanotecnología.

Sí, por ejemplo, desde el Ministerio de economía se creó la Fundación Argentina de Nanotecnología destinada al desarrollo y a la transferencia a la industria, y los programas de la SECYT son muy importantes para el desarrollo nacional de la nanotecnología. La SeCyT ha realizado esfuerzos importantes para incluir a la nanotecnología dentro de las áreas prioritarias del desarrollo científico y tecnológico. Dentro de sus posibilidades ha fomentado el área con programas que incluyen subsidios a la investigación y el desarrollo, la conformación de redes nacionales de nanotecnología, la creación de un centro binacional con Brasil, y actualmente se están evaluando nuevos proyectos de alcance nacional. Sin embargo, hay que decir que los recursos que la Argentina destina a la ciencia en general no alcanzan, son inferiores al porcentaje del PBI de Brasil y de México. Nuestro país todavía tiene que hacer un esfuerzo por poner más recursos propios en el desarrollo de la ciencia, si realmente quiere convertirse en una sociedad tecnológica más avanzada.