Días atrás un submarino ruso alcanzó el fondo del Océano Ártico, debajo del Polo Norte, a más de 4000 metros de profundidad, en una misión que permite a Moscú reclamar las riquezas minerales de la región. Se renueva el interés mundial por el control del Ártico, impulsado por el cambio climático, con demandas y planes para estudiar la zona en mayor detalle.

(10/8/07 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Alejandro Manrique) – Rusia comenzó tal vez la última avanzada colonial mundial al situar una bandera bajo el Polo Norte, un símbolo que se asocia con el reclamo de grandes recursos petroleros en el Ártico por parte del Kremlin.

En una peligrosa misión sin precedentes, el submarino Mir-1, con tres hombres a bordo, llegó exitosamente al fondo del Océano Ártico, a una profundidad de 4260 metros, y dejó un molde de titanio con los tres colores de la bandera rusa.

Luego de atravesar profundas masas de hielo durante una semana, dos naves rusas llegaron al Polo Norte y liberaron a los mini-submarinos Mir-1 y Mir-2 bajo la atenta mirada de los países nórdicos, siempre ávidos de extender sus propios dominios sobre el Ártico.

Artur Chilingarov, veterano explorador del Ártico y líder de la tripulación del submarino que llegó al lecho oceánico bajo el Polo Norte, expresó: “debemos determinar el límite, el punto más al norte del territorio de Rusia”.

Según el Instituto Ártico y Antártico en San Petersburgo, organizador de la expedición, la inmersión es la primera de una serie con el objeto de alcanzar el fondo del océano debajo del Polo Norte, en el intento de demostrar que una sección del lecho que pasa a través del polo y que se conoce como Dorsal de Lomonosov, es en realidad una extensión de la masa terrestre de Rusia.

Clima y recursos

Esta misión refleja el creciente interés internacional en el Ártico, en parte debido al cambio climático, que causa un mayor deshielo y por lo tanto la zona se hace más viable para la actividad económica y la investigación.

El deshielo abriría por primera vez el histórico pasaje del Noreste, cuya búsqueda se cobró incontables vidas de navegantes. La ruta, que podría disminuir dramáticamente el tiempo de viaje desde Europa hasta Asia, estaría navegable al tráfico comercial dentro de unos ocho años.

Las condiciones más benignas convertirían al trayecto en una perspectiva por demás atractiva. Y no sólo eso: de acuerdo a estimaciones, el Ártico albergaría un cuarto de las reservas energéticas mundiales no explotadas, que estarían así muy accesibles.

¿Disputas territoriales?

En un país que en los tiempos de la Unión Soviética fue pionero de la exploración en el Ártico, la expedición liderada por Chilingarov cautivó la imaginación del público de Rusia. Pero sus declaraciones causaron inquietud en la comunidad mundial, por cuanto consideró que tanto el Ártico como el Polo Norte pertenecerían a Rusia.

Más allá de la postura de Chilingarov, la expedición representa una apuesta diseñada por el Kremlin para atraer el apoyo público en el histórico reclamo de Rusia de la sección bajo el Ártico, casi la mitad del tamaño de Europa Occidental.

El Kremlin siempre creyó que el territorio correspondía a Rusia y fue señalado como tal desde el año 1920 en los mapas soviéticos. Pero en 1997, Rusia ratificó la Convención de las Naciones Unidas de los Mares, que limita la jurisdicción de las cinco naciones sobre el Océano Ártico, Rusia, Noruega, Canadá, Estados Unidos (a través de Alaska) y Dinamarca (a través de Groenlandia), a unas 200 millas de aguas territoriales.

Bajo el tratado, las cinco naciones están habilitadas a reclamar un mayor territorio ante una comisión de las Naciones Unidas, siempre y cuando puedan probar que sus plataformas continentales están geográficamente ligadas al lecho marino del Ártico.

Rusia se convirtió en el primer país en presentar reclamo en el año 2001, con el argumento que la sección de Lomonosov no era una mera cadena de montañas en aguas internacionales, sino una extensión continental del territorio de Siberia. Sin embargo, la comisión no aceptó esa postura y solicitó reportes sísmicos y medidas de sonar válidas para apoyar el pedido ruso.

Después de una expedición de seis semanas que finalizó a mediados de año, el Instituto Ruso de Geología Oceánica sostuvo su posición y estimuló la misión patriótica encabezada por Chilingarov.

No obstante, el instituto advirtió que Rusia está lejos de presentar un reclamo creíble y que no podría hacerlo hasta el año 2010. El director del organismo, Georgy Cherkashev, admitió: “Es muy pronto todavía para aseverar que la evidencia lograda es concluyente, existe progreso en esa dirección pero debemos ser cautos hasta que los datos hayan sido procesados y analizados”.

Todo este proceso ha despertado el accionar de las otras naciones lindantes al Ártico: Dinamarca presentará su propio reclamo y Canadá anunció un incremento en el número de rompehielos que inspeccionan la región. Los dos países también estudiarán la zona Lomonosov, que va desde Groenlandia hasta la Isla Ellesmere de Canadá; donde se estiman unos diez mil millones de barriles de petróleo.

Por su parte, Estados Unidos y Noruega también preparan sus reclamos, lo que presenta la perspectiva de agrias disputas territoriales en el futuro.

La parte que pretende Rusia es un triángulo que va desde la Península de Kola, en el oeste del país, hasta la Península Chukots en el este. Aunque este sector no fuese concedido a Rusia, es improbable que otro país pueda alcanzarlo.

Si Rusia tiene éxito en su propósito, sus ya poderosas reservas energéticas tendrían un masivo impulso, aunque existen dudas sobre la factibilidad técnica de extraer gas y petróleo del Ártico.

A pesar de los progresivos recelos sobre el uso que daría Moscú a su energía para ejercer una mayor preponderancia política, los científicos rusos han reiterado permanentemente que no existe intención de anexar ninguna parte del Ártico y que el país se somete a la convención de las Naciones Unidas.