Un especialista de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, que junto con sus equipos de investigación lleva 25 años estudiando el problema de la contaminación de cursos de agua y sus posibles estrategias remediales, reseña las principales problemáticas que deben tenerse en cuenta para generar estrategias realmente eficaces en el plano medioambiental, social y epidemiológico.

(29/6/07 – CDC-FFYB UBA. Por Amalia Beatriz Dellamea) – En estos días, como fue ampliamente informado en los medios de comunicación, se puso en marcha el proyecto de saneamiento de las márgenes del Riachuelo, que demandará unos diez años de trabajo, y que incluye el retiro de basura gruesa, de montículos de tierra y escombros, así como el control de roedores, el desmalezado periódico y el corte de los pastos de modo que no lleguen a superar los cinco centímetros de altura. Sumado a esto, a mediados de junio fue clausurada una petrolera que operaba en el Polo Petroquímico de Dock Sud, en el partido de Avellaneda, decisión que tomó la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo.

Ambos hechos pusieron nuevamente sobe el tapete la cuestión de los planes de saneamiento de este curso de aguas contaminado, así como la responsabilidad que tienen las industrias y los empresarios, sumado al papel de los Estados en el contralor de las actividades contaminantes y las estrategias para remediar los daños al ambiente y los ciudadanos.

Un investigador de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, el doctor Juan Agustín Moretton, analiza las principales cuestiones que deben tenerse en cuenta tanto en el diseño como en la implementación de estrategias eficaces de saneamiento y recuperación de cursos de agua contaminados y, también, del entorno físico, biológico y social al que afectan.

“Los métodos que se proponen para depurar la cuenca Matanza-Riachuelo deben ser exhaustivamente evaluados a fin de tomar las mejores decisiones que aseguren un verdadero saneamiento”, advierte Moretton, profesor titular de la Cátedra de Higiene y Sanidad de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB) de la UBA.

El dragado y los estudios de lodo del fondo

Una de las cuestiones sobre las que advierte Moretton, doctor en Bioquímica por la UBA, es la permanente actividad de dragado que se practica en el Riachuelo, especialmente en la última parte de la Cuenca, es decir desde su desembocadura –kilómetro 0— hasta el Puente Pueyrredón. “Se draga el curso y lo que se obtiene de ese proceso es, en parte, arrojado al Río de la Plata”, relata el experto, y se pregunta: “Pero, ¿qué ocurre con estos contaminantes que están en `aguas sucias´ cuando se las arroja a ´aguas más limpias´?”.

En este sentido –destaca Moretton—resulta fundamental estudiar la dinámica de los contaminantes, conocer cuántos y de qué tipo son, si su concentración es uniforme, entre tantos otros aspectos”.

La zona donde se practica el dragado es también el área donde se concentra la mayor cantidad de cascos de barcos hundidos y todo tipo de chatarra. A esto se suma la cantidad de barcos viejos que están en la rivera. “Habría que retirar todos estos desechos, tanto del fondo como de la rivera, de modo que se facilite el movimiento del agua”, explica Moretton.

El experto de la UBA forma parte de un equipo multidisciplinario que está estudiando actualmente los contaminantes metálicos. “Por un lado, analizamos los metales pesados, como el mercurio, el cromo, el cadmio y el zinc. Por otro, también investigamos la presencia de contaminantes orgánicos persistentes (COPS), un grupo integrado por aproximadamente una docena de compuestos que incluyen varios pesticidas (bifenilos policlorados o PCB´s) y otras sustancias que, en general, son cloradas. En ambos casos se trata de compuestos muy difíciles de degradar y que son altamente tóxicos”, señala.

“Realizamos ensayos en aguas –continúa el experto—y verificamos que no se registra una concentración significativa de estos compuestos, lo que se entiende perfectamente porque estas sustancias son solubles en agua. La hipótesis, entonces, es que los compuestos se fueron ´abajo´, al fondo del cauce. De allí el interés que tenemos de trabajar con los extractos del fondo de la Cuenca Matanza-Riachuelo”.

Ahora bien, se trata de una cuestión nada sencilla. “El problema es cómo tomar muestras del fondo del Riachuelo. En el tramo en que no hay dragado, el fondo está lleno de desechos de todo tipo, además de ingente cantidad de automóviles, cascos de barcos, elementos de demolición. Es muy difícil acceder al fondo y estamos estudiando cómo lograrlo”, dice Moretton.

Para tomar muestras de lodo del fondo, los expertos utilizan un captador de muestras. Para decirlo de manera sencilla, se trata de una especie de gran sacabocados que se clava en el fondo y permite extraer una columna de varios centímetros del lodo acumulado en el lecho del río. Con esa muestra se puede investigar qué compuestos y en qué cantidades están instalados en el fondo de un curso de agua contaminado. “Algo que parece sencillo, pero resulta que este tipo de captador de muestras se engancha con los elementos de desecho que tapizan el fondo y no se puede extraer la muestra de lodo”, relata el especialista de la UBA.

Con el fin de sortear esta dificultar los investigadores de Farmacia y Bioquímica comenzarán a tomar muestras extraídas de los meandros. “Cuando termina la rectificación del Riachuelo, aproximadamente a la altura de Puente Alsina –señala Moretton—allí se produce una detención del curso de agua que genera meandros. Por esta detención, el agua registra un altísimo nivel de contaminación. De allí, entonces, extraeremos el lodo”.

La genotoxicidad y sus riesgos

Desde hace más de 20 años, los especialistas de la FFyB estudian la genotoxicidad en ambientes. Para ello utilizan como modelo biológico una bacteria que está especialmente diseñada para detectar sustancias que producen alteraciones del ADN. Se trata de un sistema ampliamente conocido, que fue diseñado en 1968 por Bruce Ames, quien actualmente es director de Estudios Ambientales de la Universidad de Berkeley, en los EE.UU.

El sistema es rápido, fácil, económico y eficaz para detectar genotóxicos. Con este sistema, y también con el complemento de otros –como el que utiliza levaduras en vez de bacterias–, los expertos de la UBA tratan de detectar los compuestos con capacidad de dañar el ADN.

“Los genotóxicos son sustancias potencialmente cancerígenas y teratógenas (causan alteraciones en el feto que resultan en malformaciones en los que alcanzan a nacer vivos) y esto puede afectar tanto a los animales como a los seres humanos que están en contacto con estos compuestos”, advierte Moretton.

“El escenario más terrible sería que algún microorganismo patógeno, una bacteria x, se vuelva resistente a los antibióticos. Tengamos en cuenta que en la zona viven ingentes cantidades de insectos y ratas, que son conocidos vectores para microorganismos patógenos”, explica el experto en higiene y sanidad.

En la Cuenca Matanza-Riachuelo viven 7.266.029 personas, y más de 2.000.000 de ellas son poblaciones de riesgo que alcanzan niveles de necesidades básicas insatisfechas un 60%. A esto se suma el hecho de que sólo el 55 por ciento de la población total de la Cuenca tiene acceso a cloacas y el 35 por ciento carece de agua potable, como advierten el mismo Plan Integral desarrollado por la Secretaría de Ambiente de la Nación y los dichos de la secretaria de Ambiente, Romina Picolotti (Ver http://www.clarin.com/diario/2007/06/27/um/m-01446241.htm).

Estrategias de fitorremediación y búsqueda de indicadores de resistencia

En un proyecto conjunto, los investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, con expertos de la Facultad de Agronomía, también de la UBA, y del Museo “Bernardino Rivadavia”, abordan, por un lado, el estudio de la dinámica de los contaminantes. Por otro, diseñan y prueban estrategias de remediación, en particular de fitorremediación, mediante el uso de plantas locales, como los juncos, que actúan como “filtros naturales” de los compuestos tóxicos y difíciles de degradar (Ver www.uba.ar/comunicacion/difusion/noticia01.php?id=1152 –).

“También hemos iniciado investigaciones sobre el uso de los suelos con el fin de identificar indicadores de “resiliencia”, principalmente indicadores biológicos, lo que nos permitirá tener una ´medida´ de la capacidad de resistir a la agresión”, explica Moretton.

El equipo de la FFyB, junto con profesionales de la Facultad de Agronomía, trabajarán con una ´villa de emergencia´, instalada en Lanús. Se trata de un asentamiento poblacional constituido en una zona que fue rellenada con basura. “El basural fue colocado sobre el antiguo cauce del río, pero se filtra agua proveniente de la rectificación del Riachuelo, con lo que se forma una ´esponja´ por debajo del relleno de basura”, relata el especialista de la FFyB.

“Los pobladores –cuenta Moretton— relatan que se registran muchas mordeduras de ratas, ya que estos roedores encuentran allí un muy buen lugar para vivir, en medio de esa ´esponja´ de basura y agua del Riachuelo”.

Actualmente, el problema se está abordando mediante la constitución de un grupo de trabajo integrado por representantes del Municipio de Lanús, pobladores del asentamiento, miembro de diversos organismos gubernamentales y no gubernamentales y expertos de las Facultades de Farmacia y Bioquímica y de Agronomía.

“Este asentamiento poblacional y los problemas higiénico-sanitarios que padecen sus pobladores llama la atención sobre otra cuestión que requiere de un urgente abordaje: los basurales clandestinos, muchos de ellos situados en las márgenes de la Cuenca Matanza-Riachuelo”, dice el especialista. De hecho, el propio Plan Integral advierte que hay por lo menos 105 basurales clandestinos.

El saneamiento y la recuperación de cursos de agua contaminados requiere inexorablemente medidas racionales, planes integrales que se ocupen de todos los aspectos –y no sólo de recuperación del espacio físico—, el trabajo de equipos interdisciplinarios altamente capacitados, investigación científica rigurosa, voluntad política acorde, y programas y acciones continuados en el tiempo. Nada más lejos de aquella promesa realizada en enero de 1993 por una funcionaria sobre limpiar el Riachuelo en solo 1.000 días