Un estudio hecho en población estadounidense confirma una fuerte relación entre la obesidad y trastornos de ansidad, como la depresión, tanto en hombres como en mujeres. Esta relación es mayor entre los blancos de nivel educativo más alto, que entre otros grupos culturales y sociales, y podría tener que ver en parte con la estigmatización de la gordura en ciertos niveles sociales.

(04/06/07 – CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio) – Hay un fuerte vínculo entre obesidad y trastornos de ansiedad, especialmente entre los norteamericanos blancos de mayor nivel de educación e ingresos, según un estudio hecho por investigadores del Group Helth Center for Health Studies publicado en el número de julio de Archives of General Psychiatry.

Los investigadores hallaron que una persona obesa tiene un 25 % más probabilidades de tener un trastorno de ansiedad, como la depresión, que una persona no obesa. También descubrieron que entre los americanos blancos y los de mayor nivel de educación que son obesos, esta probabilidad se eleva al 44%.

El trabajo no indica si la obesidad lleva a la depresión o viceversa, pero según Greg Simon, psiquiatra que condujo el estudio, es casi seguro que esta asociación trabaja en ambas direcciones.

En la investigación también participaron Michael Von Korff, Kathleen Saunders y Diana Miglioretti, del Group Health Center for Health Studies; Paul K. Crane y Gerald van Belle, de University of Washington; y Ronald C. Kessler, del Harvard Medical School.

Los investigadores también encontraron una asociación negativa entre la obesidad y el abuso de sustancias. Es decir, que una persona obesa tiene un 25% menos de probabilidades que una no obesa de tener un trastorno provocado por abuso de sustancias durante algún momento de su vida.

“Comprender la conexión entre la obesidad y la depresión es un tema de salud pública importante porque ambas condiciones son muy comunes y tienen un impacto significativo sobre nuestro sistema de salud”, afirmó Simon.

Según las estadísticas, un estadounidense promedio tiene un 30 por ciento de probabilidades de ser obeso. Este estudio demuestra que cuando una persona está deprimida, la posibilidad de ser también obesa crece un 40%.

Por otra parte, a un 20 por ciento de los estadounidenses, alguna vez en su vida se les diagnostica depresión. Entre quienes son obesos, la probabilidad de depresión crece a un 28%.

El estudio estuvo basado en una encuesta que realizaron los investigadores de Harvard Medical School en una muestra nacional representativa de 9.125 hombres y mujeres adultos. La obesidad se definió a partir de tener un índice de masa corporal de 30 o superior.

Estudios previos habían ya demostrado la conexión entre depresión y obesidad, pero este es el trabajo más grande y representativo sobre dos de los problemas más importantes en la población estadounidene. Según Simon, el estudio incluyó también un cuidadoso asesoramiento sobre los problemas mentales, en mayor grado que investigaciones anteriores.

A diferencia de los estudios anteriores, en los que el vínculo entre obesidad y depresión se encontró principalmente en las mujeres, en este estudio se halló un fuerte vínculo en ambos géneros. Pero hubo diferencias significativas entre distintos grupos culturales y sociales. En los grupos en los que la obesidad es más frecuente – personas no blancas y de menor nivel de educación – hay un menor grado de depresión entre quienes son obesos, mientras que en los grupos donde la obesidad es menor, se registra mayor depresión.

Según Simon un estigma podría dar cuenta de algunas de las relaciones entre obesidad y depresión. Quizás en los grupos donde la obesidad es menos aceptada socialmente hay una mayor asociación con la depresión, mientras que en los grupos donde la obesidad está menos estigmatizada, la gordura no parece ser tan depresiva. Por ese motivo, algunos estudios del Group Health se orientan actualmente a lograr una mejor comprensión de la relación entre peso corporal y salud mental.

Simon y su equipo están ahora llevando adelante estudios para responder a preguntas como ¿Las personas deprimidas tienen mayor dificultad de incrementar su actividad física? ¿Sus dietas con diferentes de las dietas de las personas no deprimidas? ¿Podrían marcar una diferencia los programas para perder peso diseñados para las personas deprimidas?