La nueva planta de tratamiento de metales pesados que se está desarrollando en Bolivia es una obra piloto que forma parte del Plan Integral del Río Pilcomayo, solución integrada para un problema complejo como la contaminación de esa cuenca, compartida entre Bolivia, Argentina y Paraguay, en la que habitan casi un millón y medio de personas.

(7/6/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Claudia Mazzeo) – Coordinado por el Proyecto de Gestión Integrada y Plan Maestro de la Cuenca del Río Pilcomayo, se está desarrollando en Chuquisaca, Bolivia, una obra que tiene por objeto mitigar la contaminación minera. Se trata de una planta de tratamiento de metales pesados en una localidad afectada por la contaminación de las aguas del río Pilcomayo, que son utilizadas también para otros usos como el riego de cultivos.

De acuerdo con el boletín “Somos Pilcomayo”, que edita la Comisión Trinacional para el Desarrollo de la Cuenca del Río Pilcomayo y la Delegación de la Unión Europea en Bolivia, “la planta ha sido ubicada a la entrada del canal de riego existente y servirá como filtro para el tratamiento de las aguas de riego. En una primera etapa de construcción se instalará un sistema de tratamiento primario de sedimentación acelerada que servirá para la remoción de partículas sólidas suspendidas en el agua. Seguidamente se ubicará una serie de humedales artificiales”. Los humedales son ecosistemas ubicados en zonas de transición entre sistemas acuáticos y terrestres, que comparten características de ambos.

El emprendimiento ha sido encarado como una obra piloto. Esta clase de obras son acciones de carácter integral que producen impactos susceptibles de medición y evaluación a fin de que puedan ser replicados, en condiciones similares, en otras zonas de similares características.

Agua para todos, una meta del Milenio

Aunque la humanidad ha dado un salto significativo en los últimos cincuenta años en lo que hace al avance de la ciencia y de la tecnología, ese camino parece no guardar un correlato con el retraso que se evidencia en un tema clave para la supervivencia del Planeta y sus habitantes como es el acceso al agua potable.

A siete años del inicio del siglo XXI, el 40 por ciento de la población mundial, es decir, más de 2.600 millones de personas, no tiene acceso a sistemas de saneamiento, mientras que más de 1.100 millones de habitantes no alcanzan a beber agua segura, esto es, agua potable de buena calidad. De este modo, el agua se transforma cada día más en un lujo al que sólo accede uno de cada seis habitantes.

Las Naciones Unidas han fijado como meta para el 2015 reducir a la mitad el número de personas que no tienen acceso a un suministro de agua segura. Este objetivo se amplió durante la Cumbre de la Tierra celebrada en Johannesburgo, con la inclusión de la problemática del saneamiento doméstico.

Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF alertan sobre el retraso que se evidencia en el cumplimiento de dichas metas, cada día que comienza representa una nueva oportunidad, y a la vez un desafío. Si se quiere dar un cumplimiento real a los compromisos adquiridos para el 2015, es necesario que cada nuevo día –y hasta el 2015– 300 mil personas accedan al agua potable y cerca de 500 mil dispongan de nuevos sistemas de saneamiento, según datos de UNICEF.

La mayor parte de los especialistas coincide en que para abordar de un modo integral la gestión del agua debe partirse del análisis de la cuenca hidrográfica. Se trata de la unidad ambiental fundamental, donde interaccionan tanto el medio físico como las actividades humanas, y su abordaje permite una visión global de los procesos relacionados con el agua.

De acuerdo con una definición del catedrático Leonardo Nanía, de la Universidad de Granada, España, la cuenca es una zona de la superficie en donde las gotas de lluvia que caen sobre ella tienden a ser drenadas hacia un mismo punto de salida.

La gestión por cuencas fue destacada en el Foro Mundial del Agua, celebrado en La Haya en el año 2000, reunión en la que se enfatizó la necesidad de estructurar los organismos encargados de realizarla en cada país, así como la idea de reforzar sus funciones y la participación pública.

Geografía compartida

Suscripto en 2000, el Convenio \”Proyecto de Gestión Integrada y Plan Maestro de la Cuenca del Río Pilcomayo\” tiene por objeto técnico definir las condiciones para un uso racional del agua, ejecutar y validar acciones para estabilizar la erosión e implementar acciones para asegurar la sostenibilidad (del Proyecto).

Más de 1.400.000 habitantes viven en la Cuenca del Río Pilcomayo, que cubre una superficie de 270.000 km2 compartida entre Bolivia, Argentina y Paraguay. De ese total, el 64 % habita en Bolivia, el 28% en Argentina y el 8% restante en Paraguay.

El Pilcomayo es un curso de agua resultado de la unión de varios ríos, que nacen en la Cordillera de los Andes, desde la región de Sucre hasta el extremo noroeste argentino. Luego, el río busca y determina su cauce propio hacia las planicies de Argentina y Paraguay. Desde la Cordillera, desciende en forma tumultuosa transportando tanto los productos naturales de la erosión, como los originados por la actividad minera desplegada en el área. A consecuencia de ello, su cauce se ve alterado por la acumulación de enormes cantidades de sedimentos, que obstaculizan su flujo. Por otra parte, el derrame de productos químicos y tóxicos de la industria minera en su curso está causando una alta contaminación de las aguas, haciendo difícultoso precisar su aptitud para los usos actuales y otros previstos en el futuro.

Las comunidades que componen la Cuenca del Pilcomayo se relacionan con el río de diferentes modos. Mientras que para los agricultores de Chuquisaca el río es sinónimo de agua de riego para sus cultivos, para los habitantes de la ciudad de Potosí el río Pilcomayo es sinónimo de diques de colas, ingenios mineros y contaminación. Ya en el territorio chaqueño, las poblaciones ribereñas se relacionan con el río a través de la pesca como un recurso económico, hecho compartido por las poblaciones vecinas de las riberas salteñas del Pilcomayo.

En territorio paraguayo, en cambio, el río está ligado a la producción ganadera en pequeña escala. En los campos formoseños –Argentina– el río desdibuja su geografía transformándose en bañados, y se vincula con la producción agrícola del este de la provincia, y con un Parque Nacional, que por su valor ambiental ha sido incluido en la lista de Humedales de importancia internacional.

Los diferentes usos del agua se ven afectados por problemas que requieren un abordaje simultáneo y consensuado entre los tres países que la integran. Los cambios en el cauce del río ocasionan desbordes e inundaciones y sequías, causando frecuentemente pérdidas considerables de cosechas y ganado, así como demorando inversiones productivas en la cuenca, que afectan a la población. Los pescadores de la cuenca sufren las consecuencias de la variabilidad del caudal por la inestable cantidad de peces y por la posible contaminación de los recursos ictícolas. De igual modo, ganaderos y agricultores de la cuenca ven afectados la calidad de sus productos a causa de los procesos de erosión y sedimentación, y por la contaminación del agua y del suelo.

Gestión integrada

“En el marco de la dimensión social, uno de los desafíos del Proyecto Pilcomayo es lograr –a través de procesos educativos informativos y de gestión – que los habitantes de la Cuenca adquieran la significación compartida de cuenca trinacional”, señala un documento de la Comisión Trinacional para el Desarrollo de la Cuenca del Río Pilcomayo. “La gestión integrada del recurso hídrico posee aristas políticas, económicas y socio-ambientales donde el eje fundamental está constituido por los actores sociales, genuinos destinatarios de las acciones que se realizan”, destaca.

Los tres países han decidido abordar las problemáticas del Rió Pilcomayo desde un punto de vista de cuenca, respetando las fronteras políticas, pero aunando esfuerzos para la búsqueda de soluciones. A tal fin, se está construyendo un andamiaje institucional en el que interactúan la Comisión Trinacional, la Unión Europea, que se desempeña como entidad gestora, las Unidades de Seguimiento del Proyecto en cada país, los Comités de Coordinación nacionales y el comité de Coordinación Trinacional, entre otros protagonistas.

El Proyecto promueve, a su vez, un alto nivel de participación de la sociedad civil, a través de la conformación en cada país de un Comité de Coordinación integrado por distintas organizaciones comunitarias, como asociaciones de mujeres, cooperativas y comunidades indígenas.