Y Dios dijo: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. (Génesis: Versículo 20)
“Lo esencial es invisible para los ojos”
“El principito”, Antoine de Saint-Exupéry
(4/9/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir-María Cristina Chaler) – En una nota anterior sobre evolución mencioné la probable hipótesis del pasaje del reino mineral al reino biológico o vivo. En ésta continuaremos viendo el proceso evolutivo de la materia viva hasta llegar al hombre.
La evolución es un proceso continuo y se produce acorde con el medio, de modo que la materia viviente se transforma y adapta para poder subsistir. Esta dinámica es continua y a través de ella se producen los cambios necesarios (mutaciones) para la continuidad de la vida.
El estudio de la evolución proporciona una gran información e indica que todas las especies descienden de otras, es decir, que todos los organismos vivos poseen antecesores comunes.
Es muy probable que al comienzo de la evolución la Tierra estuviera poblada exclusivamente por organismos procariontas (células sin núcleo) semejantes a bacterias.
Las mencionadas bacterias no poseen núcleo individualizado y el material hereditario, ADN, esta libre en el Citoplasma (contenido celular). Este es el que les permite fabricar las sustancias necesarias para vivir (proteínas) y reproducirse.
Los organismos unicelulares son los que más se han adaptado a través del tiempo a los distintos medios, por lo que resultan ser los más abundantes sobre la Tierra y en consecuencia nuestros antecesores. Las células con núcleo, como las nuestras, aparecieron recién hace 1500 millones de años.
Los tiempos evolutivos son distintos. La vida actual, tal como la conocemos, tardó millones de años para lograr establecerse en nuestro planeta y es producto de un maravilloso mecanismo de equilibrio dinámico y de adaptación al medio, en el que el hombre no fue el ejecutor, sino sólo uno de los productos de esta evolución Universal.
Cuando comenzó la vida, las células se alimentaban de sustancias que tomaban del medio que las rodeaba. Cuando estas sustancias comenzaron a escasear, el mecanismo de supervivencia que ideo la naturaleza fue un proceso químico que se dio en cada célula, de modo que les permitía fabricar por sí mismas alimentos. Esas fueron las primeras cadenas metabólicas. Para que éstas se produjeran aparecieron determinadas moléculas especiales llamadas enzimas, que favorecían esas reacciones específicamente, de modo que la vida pudo continuar.
A medida que el tiempo fue pasando se agregaron más reacciones y por lo tanto más enzimas especializadas para cada una de ellas. La hipótesis de que estas reacciones son de antigua data esta fundamentada en que todos los organismos, desde los más simples a los más complejos, poseen el mismo tipo de reacciones para obtener las mismas sustancias.
¿Cómo pasamos del organismo unicelular (una célula) al pluricelular (muchas células)?
Se cree que la etapa intermedia entre estos dos tipos de organismos fueron las colonias, agrupación de células que se asocian para lograr la continuidad de la vida y a veces son tan dependientes unas de otras que no pueden vivir aisladas. Estas colonias han sido los antecesores evolutivos de los tejidos, células especializadas de los organismos más complejos que cumplen funciones determinadas para vivir.
Los organismos pluricelulares, entre ellos el hombre, nacen de una única célula fecundada (huevo o cigota) que se va diferenciando y tomando distintas estructuras a través de su crecimiento. Estos diferentes tejidos van adoptando funciones químicas específicas, para terminar formando un organismo viviente que será expresión final de una larga historia evolutiva. Animales que en estado adulto son muy distintos, en estado embrionario resultan ser muy semejantes pues poseen una historia común.
Con el avance de la biología molecular surgió en los últimos años la antropología molecular, que utiliza herramientas de la biología para el estudio de la evolución del hombre.
A principio de los años 60, Morris Goodman, de la Universidad de Detroit, comparo proteínas del suero de los monos y del hombre y propuso un modelo de parentesco diferente al que estaba vigente hasta ese momento: el humano, junto al chimpancé y al gorila, pertenecen al mismo grupo, mientras que el orangután estaría a una distancia evolutiva mucho mayor. Además, aportó una novedosa conclusión, el chimpancé estaría evolutivamente más cerca del hombre que del gorila.
En 1987, Alan Wilson publicó un artículo que habla del origen del hombre según el análisis del ADN. En el mismo concluyó que el ADN de los africanos resultó ser más antiguo que el de los asiáticos y el de los europeos, por lo tanto el origen del hombre se supone que se encuentra en África. Esta hipótesis no está totalmente aceptada por toda la comunidad científica y aún sigue generando polémica.
Con el correr del tiempo se quiso dividir al hombre en distintos grupos y razas, pero con el estudio de la genética se llegó a la conclusión de que las razas no existen en la especie humana.
La especie humana se caracterizó por realizar múltiples migraciones, de modo que a través de la historia se dieron incesante intercambio de individuos de diferentes poblaciones. Esto dio lugar a individuos que aparentemente son diferentes, pero genéticamente son semejantes.
No todo es como se muestra a nuestra vista; finalmente lo diferente resulta ser esencialmente semejante.