Una variación genética que aumentaría la sensibilidad de las papilas gustativas al sabor amargo explicaría el rechazo de un significativo porcentaje de niños al consumo de determinadas verduras, revela un estudio realizado en Estados Unidos. Según los autores del trabajo, los padres deberían conocer el gusto de sus hijos para elaborar nuevas estrategias de alimentación.

(1-08-06 – Agencia CyTA–Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – Una investigación sugiere que un gen que regula el sabor amargo ayudaría a explicar por qué algunos niños rechazan el consumo de algunas verduras.

En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista científica The American Journal of Clinical Nutrition de julio, participaron 65 niños, 33 mujeres y 32 varones cuyas edades oscilaban entre tres años y medio y cuatro años y medio.

De los 65 participantes, 24 fueron identificados como sensibles al gusto amargo gracias a una sencilla prueba realizada por el equipo de científicos del Departamento de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Rutgers en Estados unidos. La prueba consistió en dar a beber un componente amargo, llamado 6-n-propiltiouracilo (PROP), diluido en agua.

El grupo de niños que no era sensible al gusto amargo no distinguió ningún sabor en particular. Respondieron que lo que bebían tenía sabor a agua. Sin embargo, el otro grupo respondió que sabía mal o “asquerosa”.

Para estudiar la aceptación de los alimentos de los niños, los investigadores realizaron otros procedimientos que incluyeron tres cuestionarios. Uno de ellos debía ser respondido por los chicos que debían poner una puntuación a las verduras dentro de una escala de categorías que variaba de “super bueno” a “super rico”. Los otros cuestionarios estaban dirigidos a los padres, quienes debían no sólo informar sobre las preferencias alimenticias de sus hijos, sino también señalar el modo en que sus propias preferencias hacia determinadas comidas podían influir en los gustos de sus hijos.

En reiteradas ocasiones, se les permitió a los niños seleccionar entre cinco tipo de verduras como aceitunas negras, brócoli, pepinos, zanahorias y pimientos rojos.

Kendra I. Bell y Beverly J. Tepper, autoras del estudio, observaron que la diferencia fue mayor con respecto a las verduras más amargas, como las aceitunas negras, el brócoli y los pepinos. Un 32 por ciento de los sensibles al gusto amargo rechazaron su consumo frente a un 8 por ciento del otro grupo que también se opuso a comer esas verduras.

Bell y Tepper consideran que el gen TAS2R38 que regula los receptores de los sabores amargos sería una de las causas principales que explicarían el rechazo de un grupo significativo de niños a determinadas verduras.

Tepper opina que los padres no deberían proyectar en sus hijos sus propias preferencias alimenticias. Puede suceder que en algunos casos los hijos no quieren comer el mismo plato que se sirve en la mesa. Por esta razón sugiere que los padres ofrezcan otras alternativas culinarias a los pequeños comensales. Otra opción posible sería hervir los vegetales dado que la cocción reduce el sabor amargo.

Los niños con mayor sensibilidad a los sabores amargos no están destinados a rechazar las verduras a lo largo de la vida. “Todos cambiamos nuestras preferencias alimentarias a medida que crecemos y aprendemos\”, concluye la especialista.