(28/06/06 – CyTA-Instituto Leloir. Por Ricardo Gómez Vecchio)-. José Luis Gómez es Biólogo egresado de la UBA y se formó como paleoartista, realizando trabajos en escala, copias y replicas de organismos desaparecidos y reconstrucciones, particularmente de dinosaurios y mamíferos fósiles argentinos. Hizo numerosos trabajos dentro del CONICET donde se desempeñó hasta l990 y luego se dedicó en forma autónoma y con gran tesón a la Paleoreconstruccion. Sus obras han sido adquiridas por instituciones y coleccionistas privados. Organizó Paleorama, un museo itinerante cuyas principales estrellas son dos dinosaurios, Carnotaurus y Amargasaurus, provenientes de la Patagonia argentina. Brinda asesoramiento y provee de materiales, como copias, modelos, pinturas y dioramas a diversas instituciones del país y del exterior. Entre sus reconstrucciones se halla el enorme Giganotosaurus carolinii que fue exhibido en el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires y actualmente está en el museo de El Chocón. En la entrevista cuenta cómo es su trabajo, que desarrolla en un enorme galpón que le facilita en ACA de Don Torcuato, y en el que une el arte y la divulgación de la ciencia para un público muchas veces sin acceso a los grandes museos.

-¿Por qué decidió estudiar biología?

Hay muchos sentimientos involucrados en la elección, pasión por lo bello, por lo misterioso, por lo complicado, por todo lo que nos rodea. Desde muy pequeño empecé a curiosear, a mirar los animales, las plantas, a fascinarme con las ilustraciones, con todo lo que es la naturaleza. Lo que me llevó a buscar este destino fue desentrañar el secreto de la vida.

-O sea que su decisión la tomó de pequeño.

Desde muy pequeño no sabía que iba a ser biólogo, pero algo en mí iba en esa dirección. Y como siempre digo, lo que uno hace con gusto es realmente maravilloso. Estoy contento con lo que estoy haciendo.

-¿Dónde cursó la carrera?

En la UBA, fue para mí una carrera difícil y larga, porque trabajaba para mantener a mi familia en una época difícil. Empecé en el ’72 y terminé en el ‘82, la hice junto a mi esposa, que también es bióloga. Codo a codo, nos fuimos ayudando mutuamente.

-¿Ya estaban casados cuando empezaron a estudiar?

Empezamos la carrera siendo novios, nos casamos después. Nos recibimos con la misma materia, el mismo día, a la misma hora. Mi hija está ahora estudiando biología en la misma Facultad.

-Cuando se recibió, ¿qué fue lo que hizo?

Estaba trabajando en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, y ya tenía una larga carrera en el CONICET donde entré en el ‘75. En el Instituto Nacional de Neurobiologia había comenzado a investigar temas vinculados con el comportamiento animal, era un trabajo de laboratorio que consistía en estudiar la relación entre los gritos de las crías y la secreción de prolactina materna en ratas.

-¿Cómo empezó a trabajar en el CONICET?

Entré como técnico y trabajé en varios institutos. Fui encargado de bioterio en el CENAI, estaba a cargo de la ambientación, alimentación, reproducción, etc. de anfibios y reptiles de diversas partes del planeta. Era un trabajo bastante tedioso porque hay que ser muy organizado, muy ordenado. Después trabajé con animales venenosos, reptiles y anfibios; hacía campañas para buscar animales para los estudios.

-¿Siempre como técnico?

Sí, empecé en la categoría más baja y cuando llegué al Museo pasé a ser profesional principal. Allí trabajé con el Dr. José Bonaparte, Jefe de la Sección de Paleontología de Vertebrados. Trabajamos muchísimo con materiales muy importantes.

-¿En qué consistía su tarea?

Me ocupaba de la extracción de los fósiles en el campo junto con un equipo y también de la preparación, el modelado, el moldeado y el copiado de las piezas. Mi función más importante era el modelado, la parte más artística podríamos decir. Si faltaba una pieza había que modelarla siguiendo un patrón razonable, por ejemplo, en el caso del Carnotaurus, modelé la parte faltante de las patas y la cola.

-¿Esa fue la época en la que empezó su interés por los dinosaurios?

El interés ya existía desde antes. Entré al museo por un amigo mío, que lamentablemente falleció, un paleontólogo muy jovén, Miguel Soria, que me puso en contacto con José Bonaparte allá por el año ‘80. Los dinosaurios son un aspecto de mi gusto por la naturaleza. Además de lo bello que son, tienen un agregado, desde mi punto de vista, que es el misterio de no saber cómo eran exactamente, lo que permite cierta “libertad” para imaginarlos. Cuando tenía cinco años, mi tío, un pintor muy importante, me regaló una enciclopedia Billiken con una ilustración muy pequeña en blanco y negro de un Tiranosaurus rex dibujado por un un tal Charles Knight. Me empecé a preguntar ¿qué animales son estos? Muchos años después fui al Field Museum de Chicago, uno de los museos más importantes del mundo en estos temas, y en un mural enorme estaba el dinosaurio que había inspirado a Charles Knight. Fue muy impactante.

– Pero no es el único tema que le interesa.

Desde chico también buscaba información que tuviese que ver con el hombre primitivo. Soy un polígamo de la naturaleza, me interesa mucho la paleontología, pero me interesa muchísimo el ambiente actual, tanto como la paleontología, soy un poco un botánico también, o sea, no puedo quedarme con una sola cosa.

-¿Hasta qué año trabajó en el museo?

En la época de la hiperinflación, en el 89, me fui a Suiza, porque ya no podía vivir con el sueldo del CONICET. Un primo vivía en Basilea y me dirigí a esa ciudad con una valija en la mano y algunos de mis trabajos. Pero era muy difícil trabajar en los museos de ese país por cuestiones legales. Pasé una situación muy difícil. Recuerdo que tenía en mi poder una pequeña copia del cráneo de un fósil, que es como un armadillo con dos cuernitos. Fui al negocio de un hombre que vendía minerales y cosas relacionadas con geología, le conté mi historia y le pedí que lo comprara. Me ofreció cincuenta francos y tres números telefónicos que dijo me servirían de ayuda. En uno de ellos me atendió un señor que dijo “venga y veamos qué podemos hacer”. Viajé a la ciudad de Aathal y el pasaje me costó 50 francos, lo único que tenía. Le mostré algunas de las reconstrucciones que llevaba conmigo. En un taller tenía piezas originales de un ictiosaurio que venía de Alemania y estaban totalmente destrozadas. Lo tenían que preparar para un museo de ese país. Me preguntó si podía hacer ese trabajo y le contesté que era mi especialidad, que había trabajado durante años en eso. Entonces me dio trabajo en su empresa y así, del ‘89 al ’91, viajé de Suiza a Buenos Aires. Terminé convenciendo al director de la empresa para que realizase la primera muestra de dinosaurios de Argentina en Europa, en Zurich. Para ello hice un montón de trabajos, entre los cuales pude hacer un Carnotaurus. A partir de esta experiencia empezó a desarrollarse el proyecto en que el estoy ahora, Paleorama, un museo itinerante con reproducciones de dinosaurios y otras piezas.

-Cómo nació Paleorama.

Nació gracias a la hiperinflación. Yo tenía un borrador muy primitivo sobre el proyecto, pero nunca se habían dado las condiciones para realizarlo hasta esa oportunidad en que fui a Suiza. En Argentina fue algo más curioso, tenía en mi casa un lugar muy pequeño para trabajar, para armar el esqueleto de un Carnotaurus, que es de grandes dimensiones. Así que tenía que hacerlo por etapas, las patas, el torax, etc. Entonces le pedí a la Sociedad de Fomento General Belgrano si me permitían armar un fin de semana ese animal completo en su salón. Cuando se enteraron de que iba a armar un dinosaurio de esas características me dijeron “lo vas a armar y lo vas a dejar, que la gente lo venga a ver y además vas a cobrar una entrada”. Si cobro entrada, la mitad va ser para la Sociedad de Fomento, les dije. Y así fue la primera actividad. Asistieron seis mil personas, se inauguró con el coro infantil de un colegio de la zona y la orquesta de cámara de Don Torcuato. Ayudaron los bomberos y también la Municipalidad de Tigre, que declaró la muestra de interés municipal.

-¿En qué consistió esa primera muestra de lo que hoy es Paleorama?

Estaba la reproducción del esqueleto del Carnotaurus en tamaño original y un montón de otras piezas, que eran reconstrucciones. Constituía todo un paseo por la era mesozoica. Fue una exposición que iba a durar una semana y duró 15 días. Y tuvimos que sacar las piezas porque ya se había organizado un campeonato de fútbol. Después organicé exposiciones una tras otra. A partir de estas experiencias empezó a surgir Paleorama.

-¿De dónde salió el nombre Paleorama?

Surgió de casualidad, una chica que me estaba ayudando en la parte de informatica me dijo “tenés que ponerle un nombre a tu museo”. Le conté que en Suiza había uno que se llamaba Culturama y de allí salió la idea de ponerle Paleorama. Es un neologismo que quiere decir vistazo del pasado.

-A partir de estas primeras muestras ¿qué pensó que podía ser Paleorama?

Lo que es ahora, casi una empresa familiar que cumple una función de difusión de la ciencia, especialmente de la paleontologia, y busca despertar el interés por la naturaleza en toda la gente. Además trata de llenar espacios que los museos grandes no cubren. Por ejemplo, en Entre Ríos encontraron un Gliptodonte gigante, un Panoctus. En el museo de Lucas Gónzalez, de esa provincia, trabajamos con un grupo de amigos, ayudamos a la preparación, al montaje de los originales, todo gratis. Esa es otra función, prestamos materiales para que empiecen a formarse museos, también hacemos trabajos para parques nacionales que me encargan poner animales y pinturas para armar un ambiente especial, o para museos de paleontología que necesitan construir alguna pieza. Hacemos difusión a nivel escuelas, damos charlas. La municipalidad me ha dado la posibilidad de armar una muestra itinerante dentro del partido de Tigre. Nuestra idea no es competir con ningún museo, ni aquí ni afuera, porque no tendría sentido, la idea es mostrar lo que hacemos en Argentina. Sintetizando, es un museo itinerante que realiza otras actividades.

-¿Cuánta gente trabaja en Paleorama?

Mi esposa, Alicia Alvarez, mi hija Virginia, y Roberto Díaz, que es mi mano derecha. Es una persona que en su vida había trabajado con dinosaurios, pero hasta empezó a aprender los términos científicos. Comenzó a trabajar conmigo a partir de un Plan Trabajar. Aprendió a hacer moldes, copias, a dar pátina a los fósiles. También mucha gente aficionada, muchos chicos, han estado trabajando con nosotros.

-Su idea es llevar Paleorama a lugares donde los museos no llegan.

Así es, además ¿cómo podría competir con los museos? El interés es común y no hay competencia, La función de un museo también es divulgar la ciencia. Nosotros lo hacemos en lugares donde los museos no llegan o donde podemos ser una digna “Embajada” de nuestro país, y a eso le sumamos otras actividades.

-Podría decirme los principales lugares donde paleorama ha abierto sus puertas.

En el museo Angel Gallardo, de Rosario, en el museo de Mendoza. La presentación que hicimos en el Cabildo de Córdoba fue sin duda la más importante dentro del país, por el número de gente que fue y por el lugar histórico en el que se llevó a cabo, un lugar privilegiado para una presentación. Después hemos estado en Santa Fe, Jujuy, General Acha, San Luis, Río Cuarto. Y también lo destacable es que hemos estado en pueblos que ni figuran en los mapas.

-¿Los materiales que hacen corresponden a dinosaurios argentinos?

Dinosaurios argentinos y algunos de otras partes del mundo, también tenemos materiales de fauna pampásica e inclusive de la evolución humana.

-¿Han combinado presentaciones del material que llevan ustedes con material de museos de esos lugares?

Esa es la idea, siempre llevamos material de Paleorama con la intención de que una institución local participe, como para que la gente, los aficionados locales, le brinden su reconocimiento. Por ejemplo, participar en el museo de Rosario significó que mucha gente que ignoraba completamente la existencia de un museo de Ciencias Naturales en su ciudad, comenzara a visitarlo. A partir de la muestra que hicimos se generó un movimiento que mostró mucho interés por ese espacio. Lamentablemente después lo incendiaron, cosas de nuestro país. Nosotros donamos copias para ese museo, como forma de colaborar para que empiece a funcionar nuevamente, y ya estamos planeando otra exposición allí para que continúe, porque lo están rearmando.

– ¿Hicieron presentaciones en el exterior?

La primera fue en Paraguay, en la Sociedad Rural de Asunción del Paraguay. Un millón de personas vieron nuestros dinosaurios. Hacer exposiciones en el exterior implica un montón de trámites y también muchos costos. Entonces nos asociamos con un grupo que se llama Gestores del Patrimonio Cultural Latinoamericano, también se sumaron el museo del Chocón y la Universidad Nacional del Comahue, unimos una cantidad interesante de materiales sobre dinosaurios argentinos e hicimos el año pasado una exposición en el museo de Ciencias Naturales de Torino, uno de los museos más visitados de toda Italia. Fue una cosa maravillosa. Después estuvimos en el SciTech Museum en Aurora, cerca de Chicago, Estados Unidos. Esa muestra la inauguró el embajador de Argentina, estuvo el cónsul argentino en Chicago, y el alcalde de Aurora. Además la declararon de interés en Illinois. Estamos organizando muestras con el objeto de difundir lo que es nuestro trabajo en Argentina.

-¿Cuál es la proxima actividad que tienen planificada?

Hay varios proyectos, uno es seguir elaborando más esqueletos, más reconstrucciones, tenemos por lo menos ya cuatro en carpeta. La próxima exposición será en Córdoba, junto con el museo del Chocón vamos a organizar en julio una muestra en el Cabildo de allí en la que la estrella principal será el Giganotosauros carolinii, el esqueleto que actualment
está en el Chocón, un dinosaurio carnívoro enorme, el más grande del mundo. También vamos a presentar otros cien materiales que, aunque más pequeños, son importantes, porque permiten recorrer toda una historia a partir de dichas piezas. Vamos a tratar de continuar con esta tarea de divulgación.