(08/05/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Ricardo Gomez Vecchio y Bruno Geller)-. Jorge Alberto Blaquier se doctoró bajo la dirección del Premio Nobel Bernardo Houssay en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). Tras más de treinta años dedicados a la investigación en el CONICET, se orientó a la clínica para atender a personas con problemas de fertilidad. Recibió premios nacionales e internacionales, fue presidente de la Sociedad Argentina de Andrología, Directivo del International Council of Scientific Unions (ICSU), y asesor en Institutos de Planificación Familiar de varios países, entre ellos la República Popular China. Cuáles son las actuales potencialidades, las limitaciones y también los desafíos que deben enfrentar los especialistas en fertilidad son algunos de los temas desarrollados por el Dr. Blaquier.

¿Cómo empezó a formarse en el área en el que actualmente se especializa?

Cuando era estudiante de medicina, en el año ´59, entré a trabajar en el Instituto de Houssay, el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), donde permanecí hasta el año ´61. En ese momento se iniciaba el CONICET, entré como becario y después llegué a investigador full-time hasta el año ´85, siempre dedicado a temas de reproducción. Mi primer trabajo consistió en ayudar al Dr. Roberto Mancini a estudiar el efecto de la hipoglucemia sobre los testículos de las ratas.

Luego de décadas de investigación decidió dedicarse a la clínica, ¿A que se debió ese cambio?

Llegué a cierto hartazgo, como le puede pasar a muchos investigadores, porque dedicaba mucho tiempo escribir trabajos y pedidos de subsidios para poder seguir manteniendo a todo un grupo de investigadores, con la angustia y la responsabilidad que eso implicaba. Entonces, surgió la posibilidad de empezar a hacer fertilización in vitro. Como teníamos experiencia en fertilización con animales de laboratorio, el Instituto de Ginecología y Fertilidad (IFER) me pidió a mí y a otros investigadores con los que trabajaba en el IBYME que pusiéramos en marcha un laboratorio. Fue así que armamos FERTILAB, que era esencialmente un laboratorio de fertilización in vitro y que después se convirtió en centro médico. Fuimos creciendo y empecé a atender pacientes.

¿Qué diferencia encuentra entre el mundo de la investigación y el de la clínica?

Son muy diferentes, el mundo de la investigación básica es muy satisfactorio desde el punto de vista intelectual, es un desafío muy importante, buscar nuevos conocimientos, encontrarlos, publicarlos, confirmar hipótesis y ver si uno no estaba equivocado. Uno es convocado a congresos. Nosotros habíamos logrado bastante notoriedad y afortunadamente mis seguidores, los jóvenes, también la tienen actualmente. El mundo de la clínica tiene otra connotación, el trato con la gente es muy lindo, tiene una gran recompensa, y angustias de otro tipo cuando las cosas no salen bien. Son dos mundos complementarios; la verdad es que me siento muy afortunado de haber podido estar en ambos.

– ¿Qué casos atienden en FERTILAB?

Atendemos parejas, matrimonios que no pueden tener hijos. Los ginecólogos atienden a las mujeres con problemas. Yo atiendo hombres con problemas porque soy andrólogo.

¿Qué porcentaje de los casos de infertilidad se pueden atribuir a los hombres y qué porcentaje a las mujeres?

Una cuarta parte de los problemas corresponden exclusivamente a la mujer, hay otra cuarta parte en la cual los problemas se deben exclusivamente al hombre, y la mitad restante se debe a problemas compartidos.

¿Cuáles son los problemas de fertilidad más frecuentes?

En las mujeres, los casos más frecuentes se relacionan con trastornos ovulatorios, por ejemplo, los trastornos hormonales. A veces vemos problemas de útero y trompas. En el hombre encontramos disminución de la calidad o cantidad de semen, en algunos casos la causa es varicocele, a veces una infección, y en una proporción muy importante no sabemos cuál es el problema. A veces podemos resolverlo y a veces no. Está mucho más desarrollada la fisiología reproductiva en la mujer que en el hombre.

¿A qué se debe?

Básicamente, a la píldora anticonceptiva. En los años ´50 y ´60 hubo una inversión fenomenal en el estudio de la reproducción de la mujer para poder desarrollar anticonceptivos. Tanto los gobiernos como los laboratorios tenían importantes intereses en lograrlo, y entonces el conocimiento de la fisiología del hombre quedó atrás, y no se ha recuperado todavía. En el hombre es bastante más difícil lograr la anticoncepción. En la mujer, hay que evitar la ovulación de un óvulo por mes, en el hombre hay que neutralizar a millones de espermatozoides que produce por día.

¿Los tratamientos para el cáncer basados en quimioterapia o radioterapia afectan la capacidad reproductiva en hombres y mujeres?

En mayor o menor medida, sí. La quimioterapia es como un veneno que actúa sobre las células, y en términos generales las células son más sensibles cuando se reproducen. Una célula del cerebro es más inmune a la quimioterapia, en cambio las células de la sangre o los espermatozoides, que son células que se reproducen diariamente por millones, son muy sensibles. La radioterapia y la quimioterapia son tratamientos agresivos que afectan la fertilidad, eso trae como consecuencia la esterilidad en un porcentaje muy alto. Por ejemplo, cuando se hacen los tratamientos de transplante de médula, que son muy buenos, que salvan a pacientes que tienen leucemia o linfomas, el 90 por ciento de la gente que se cura queda con esterilidad, el hombre sin espermatozoides y la mujer con una menopausia precoz.

¿Qué puede hacerse para preservar la capacidad reproductiva de los pacientes?

A mi modo de ver, lo importante para preservar la fertilidad es la educación, en primer lugar que el paciente sepa que puede perder su fertilidad, y en segundo lugar que conozca que puede hacer algo para evitarlo y se lo exija al médico. Hay estadísticas realmente impactantes, se estima que en el año 2020 uno de cada 250 jóvenes en edad reproductiva va a ser un sobreviviente de algún tipo de cáncer.

¿Los especialistas en oncología tienen en cuenta este problema?

Hace un par de años dialogué con especialistas en oncología, sobre todo hematólogos que atienden a una gran masa de niños con linfomas y leucemias. La respuesta que obtuve es “a nosotros nos preocupa salvarle la vida a los chicos”. Es una cuestión de educación y quizás de desarrollo. En otros países, sobre todo en Europa, hay importantes programas dedicados a preservar la fertilidad de los pacientes. Por ejemplo, en Francia extraen un pedazo de ovario a las niñas antes del tratamiento contra el cáncer, y tiempo después se lo reimplantan para que puedan tener hijos.

– Desde el punto de vista psicológico podría ser muy positivo para los pacientes pensar en un proyecto de futuro después de la recuperación.

Sí, el problema es que como la gran mayoría de los pacientes en esta situación son niños, son los padres quienes deben tener en cuenta esa realidad, la de preservar la fertilidad de sus hijos. Pero están tan agobiados por la enfermedad que terminan descuidando este aspecto. Hay además otros aspectos de agresión y costos vinculados a los tratamientos para preservar la fertilidad. El ideal en chicos, en jóvenes, prepúberes, es extraer un pedazo de ovario o un pedazo de testículo, la biopsia se guarda y eso requiere cirugía. Entonces a veces los padres dicen “encima de todo lo que está pasando con su enfermedad, tiene que someterse a estos procedimientos médicos”. Los costos no son elevados, nosotros lo hacemos realmente al costo porque es un servicio, no un negocio.

¿Cuál es el costo aproximado?

Por ejemplo, con un púber que tiene un tumor de testículo lo que hacemos es guardar cinco muestras de semen en nitrógeno líquido a muy baja temperatura. Eso tiene un costo inicial por el congelamiento y el primer año de guardado de 600 pesos, y cada año siguiente un costo de 300 pesos. Lamentablemente estos tratamientos no los cubren actualmente las obras sociales ni las prepagas.

¿Cuáles son los actuales desafíos para la investigación en su área?

Creo que hay dos, por un lado, conocer mejor la fisiología del hombre. Hay aproximadamente un 40% de hombres que vienen con problemas de infertilidad a los que no podemos hacerle diagnóstico ni tratamiento, podemos decirle “usted tiene pocos espermatozoides, o no tiene o son malos, pero cuál es la razón no”. Es un porcentaje enorme. El otro desafío, que es muy interesante, es el estudio de la implantación del embrión. Actualmente podemos extraer con mucha eficiencia óvulos y producir embriones de buena calidad, pero luego es como si los colocáramos en una caja negra, que es el útero de la mujer. Allí se implantan o no se implantan por razones que desconocemos y que no podemos diagnosticar, ni tratar tampoco.

¿Qué grado de efectividad tienen los implantes?

En un buen laboratorio, con suerte se implantan un 20% de los embriones.

¿Cuántos embriones se le implantan a una mujer?

Generalmente dos o tres si es mayor de 38 años. Nuestra estadística indica que el 80 por ciento de los embarazos que se logran desarrollan un solo feto.

¿Se dan casos en que luego de varios implantes no se consiguen embarazos?

Sí, deben ser aproximadamente el 30% de los casos. Es un porcentaje alto.

¿En qué grado tienen ustedes en cuenta los aspectos psicológicos?

En la institución hay un psicólogo que nos ayuda a saber cómo tratar a un paciente, nos dice “esta persona necesita más contención, esta persona es más independiente, esta persona está muerta de miedo”. Pero notamos una importante reticencia de los pacientes en acudir al psicólogo. Creo que es una cuestión cultural y además hay muchos pacientes que ya tienen su propio terapeuta.

¿Atienden a mujeres que no quieren tener pareja o a parejas homosexuales?

No, tenemos una serie de pautas éticas, entre ellas, que se trate de una pareja estable y heterosexual con al menos tres o cuatro años de convivencia.

¿Cómo fue su experiencia como asesor en el Instituto de Planificación Familiar de China?

Fue en una época en la que formaba parte de un comité de la Organización Mundial de la Salud (OMS). China se manejaba completamente con su medicina tradicional, la anticoncepción estaba basada principalmente en el aborto, era impresionante ir a las clínicas de los pueblitos por las montañas y ver cómo realizaban abortos sin anestesia. Entonces, la OMS, la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller apoyaron proyectos vinculados con la Planificación Familiar. Fuimos grupos de distintos países para darles ideas y discutir con ellos proyectos alternativos, fue un trabajo realmente interesante. Hoy en día la situación en ese país es muy diferente, tanto en crecimiento económico como científico y tecnológico.