Según un informe de investigación argentino, en la actualidad hay dos millones de estudiantes extranjeros matriculados en universidades de todo el mundo. Se calcula que para 2020 serán más de 4,5 millones los que estudien en un país distinto al de su residencia habitual. Por ahora, Estados Unidos es el imán más poderoso: en ciencias exactas e ingeniería, casi la mitad de los doctores que se gradúan en sus universidades provienen de otros países. En tanto, Australia, Nueva Zelanda, China y Singapur se afianzan como nuevos polos de destino.

(29/11/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane)- En los últimos veinte años, el número de estudiantes universitarios extranjeros creció de forma exponencial. Se estima que en la actualidad hay unos dos millones de estudiantes matriculados en universidades extranjeras en todo el mundo, casi el triple de la cantidad registrada por la UNESCO a mediados de la década de 1980, cuando la cifra rozaba los 800.000.

Los datos fueron difundidos en un trabajo de investigación del Centro REDES publicado en el último número de la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad –que edita ese centro de estudios argentino en conjunto con la Organización de Estados Iberoamericanos y la Universidad de Salamanca- y son interpretados como la cara visible de los procesos de movilidad de personal calificado e internacionalización de la educación superior que se vienen registrando desde mediados del siglo pasado.

Todavía brilla el american way

“Ya en la década de 1960, las universidades estadounidenses y, en menor medida, europeas, contaban con importantes contingentes de estudiantes universitarios extranjeros. Esta tendencia se intensificó en las últimas dos décadas, acompañada por una mayor diversificación de los destinos y la dinámica de movilidad”, explica Lucas Luchilo, autor del trabajo de REDES.

Cerca del 80 por ciento de los estudiantes que estudia fuera de su país lo hace en alguna de las treinta naciones más desarrolladas del mundo, pero todavía son las universidades estadounidenses las que atraen más estudiantes, buena parte de los cuales se afinca en el país al terminar sus estudios.

La atracción estadounidense está directamente vinculada con la demanda de personal altamente calificado, concentrada en ese país y, aunque en menor medida, en otros cuatro: Alemania, Reino Unido, Francia, Japón y España. Estados Unidos recluta alrededor de un tercio de los estudiantes extranjeros de todo el mundo, en especial asiáticos, que se trasladan desde India, China, Corea, Japón, Taiwán, Tailandia, Indonesia y Hong Kong para cursar sus estudios de posgrado en el país del norte.

No es inusual que científicos argentinos graduados en la universidad pública hagan también ese tipo de trayectoria. Aunque, por distintas razones, muchos regresan. Por ejemplo, la bióloga Mariela Urrutia, de 34 años, pasó tres años y medio en Estados Unidos, realizando la parte experimental de su doctorado y luego volvió. El caso de Urrutia es singular, porque hizo un doctorado mixto, bajo la tutela de un estadounidense y un argentino, y se doctoró con título de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

“A los 24 años, me recibí en la UBA y me fui al Center for Advanced Research in Biotechnology, que depende de la Universidad de Maryland, cerca de la ciudad de Washington. Vi un aviso en la Facultad de Farmacia y Bioquímica para hacer el doctorado afuera, y me presenté a la entrevista. Como acá nadie me aseguraba contar desde un principio con un trabajo pago, me pareció una buena alternativa buscar en el exterior”, comenta Urrutia, que ahora se desempeña como investigadora posdoctoral en el Laboratorio de Inmunología Estructural y Molecular del Instituto Leloir.

A nivel del doctorado, la primera potencia mundial concentra una cantidad de estudiantes extranjeros equivalente a la de todo el resto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sumados. Las Academias Nacionales de Estados Unidos destacan en un informe reciente la necesidad de atraer a los más talentosos de mundo para mantener el liderazgo en la investigación en ciencia y tecnología, gracias a su participación en la academia, la industria y el Estado.

“En Estados Unidos destinan mucho dinero a las ciencias y dan bastantes posibilidades a los extranjeros. Ellos reconocen que los argentinos tenemos talento. Y muchos se van allá no tanto porque lo prefieran, sino por una cuestión de oferta. En ciencia es mucho más probable encontrar una oportunidad de trabajo en Estados Unidos que en Europa”, comenta Urrutia, que pasa sus días entre anticuerpos y proteínas.

En ingeniería, matemáticas, computación, física y química, cerca de la mitad de los doctores graduados en Estados Unidos cada año son extranjeros. Los doctores en esas áreas representan más del 80 por ciento del total de doctores extranjeros graduados por año en aquel país.

Los doctores chinos e indios son los que más tiempo permanecen en Estados Unidos una vez que terminan el doctorado. En la mayor parte de los casos, obtienen su título de grado en instituciones de prestigio en sus países de origen, como el Indian Institute of Technology, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Pekín. Por su parte, las universidades receptoras se hacen cargo de costear los estudios de posgrado, a través de becas y ayudantías de docencia e investigación muchas veces financiadas por los organismos del gobierno federal.

Jóvenes en movimiento

“Si bien los estudiantes ‘móviles’ son un pequeño porcentaje del total de estudiantes universitarios, la noción de que es posible, conveniente o interesante estudiar en un país distinto del de nacimiento ya no es una excepción”, afirma Luchilo en el trabajo.

Sucede que la alta movilidad internacional de estudiantes universitarios no es ajena a procesos más amplios. Según el informe de REDES, no son sólo los jóvenes de países desarrollados los que viajan, sino que también se movilizan segmentos de las clases medias de los países en desarrollo. La mayoría son menores de 25 años que dominan una segunda lengua –por lo general, el inglés- y están familiarizados con los viajes internacionales. Los especialistas hablan de una nueva cultura juvenil de la movilidad, motivada no tanto por la búsqueda de mayores ingresos o un mejor estándar de vida, sino más bien por factores de educación, tiempo libre y adquisición de experiencia.

Al respecto, Mariela Urrutia comenta: “Aunque en su momento irme significó la única posibilidad de tener un sueldo, creo que fue en sí misma una experiencia muy valiosa, no sólo en lo científico, sino también por las vivencias que implica estar en el primer mundo. Además, después me abrió puertas acá. Por ejemplo, me ayudó para entrar al Leloir.”

“En algunas áreas y situaciones –continúa Urrutia- investigar allá significa contar con toda la tecnología que se necesita y no estar limitado en reactivos o instrumental. Generalmente es una forma de aprovechar más recursos económicos que capacidades intelectuales, que acá por suerte en ciencia hay bastante, pero en cuanto a recursos económicos, cuando yo estuve, la diferencia era abismal. Ahora, el instituto donde estoy ha crecido mucho mediante la obtención de subsidios extranjeros, lo cual lo aproxima bastante a los laboratorios que conocí en Estados Unidos.”

Nuevos destinos

Los programas de educación a distancia, la instalación de sedes locales de universidades extranjeras y la articulación entre universidades locales y extranjeras ya están a la orden del día. También se multiplican los congresos, los proyectos de investigación, los programas de intercambio de investigadores, publicaciones y actividades de cooperación. Todos tienen como denominador común la búsqueda de proyección internacional por parte de muchas universidades.

¿Qué lógicas están detrás de la movilidad internacional de estudiantes? El informe identifica al menos tres: la tradicional cooperación entre países y culturas, que en algunos casos, como el europeo, está vinculada con la construcción de una unidad supranacional; el aumento del stock de personal calificado en el país, y la obtención de recursos a través del cobro de matrículas, un verdadero negocio para muchas universidades y empresas.

Para los próximos años, el informe de REDES prevé un nuevo escenario Si bien el liderazgo estadounidense es fuerte, se estima que la competencia internacional por estudiantes será cada vez más intensa, a la par del crecimiento sostenido de la movilidad. Los distintos países no pierden de vista que hacia 2020 serán alrededor de cuatro millones y medio los estudiantes que se movilicen en el mundo. Un estudio australiano hasta se anima a decir que en 2025 habrá cerca de 8 millones de estudiantes móviles.

En realidad, el imán estadounidense está perdiendo capacidad de atracción. Después de un pico alcanzado en 2002-2003, la cantidad de estudiantes extranjeros se redujo en 2,4 por ciento, hasta un total de 572.509. Algunos adjudican la disminución de solicitudes de admisión a las políticas migratorias posteriores al 11 de septiembre, sobre todo respecto de países del Cercano Oriente y algunos asiáticos con mayoría de población musulmana.

Lo cierto es que otras regiones del mundo también están a la caza de jóvenes. Por un lado, algunas angloparlantes, como Australia y Nueva Zelanda, que están impulsando una activa política de reclutamiento internacional de estudiantes asiáticos. A su vez, ciertos países asiáticos están encabezando un nuevo patrón: en los últimos años China y Singapur no solamente empezaron a repatriar a sus investigadores, sino que están expandiendo sus sistemas educativos y científicos para atraer a estudiantes extranjeros. En Singapur, por ejemplo, cada vez es más frecuente la presencia de ramas de universidades estadounidenses y europeas de primer nivel, sobre todo en las áreas de negocios y tecnología, gracias a una activa estrategia de marketing.

Por su parte, a la Unión Europea también le preocupa la retención de científicos y tecnólogos que tienden a emigrar a Estados Unidos y la repatriación de profesionales desde allí. También buscan promover el atractivo global de sus universidades: “Los jefes de Estado europeos reunidos en Estocolmo en 2003 afirmaron que la Unión Europea debía convertirse en ‘el destino más favorecido para los estudiantes, académicos e investigadores de otras regiones del mundo’”, comenta Luchilo, de REDES. A esta altura, ya nadie se perdonaría permanecer al margen del fenómeno.