Revisando datos genéticos de la perla antártica (también conocida como clavel antártico), investigadores de Argentina, Estados Unidos e Italia descubrieron que expresa un agente viral hasta ahora desconocido. Los científicos se preguntan cómo hace para replicarse en temperaturas tan bajas.

(Agencia CyTA-Fundación Leloir)-. Durante la mayor parte del año, la perla antártica o clavel antártico (Colobanthus quitensis) puede confundirse con un musgo, aunque en los fríos veranos de la Antártida produce pequeñas flores blancas o amarillas con forma de campana. En las hojas de esa aguerrida planta, una de las dos con flores de todo el continente blanco, científicos de cuatro países hallaron un enigmático virus que plantea interrogantes sobre la supervivencia microbiana en condiciones tan extremas y su interacción con hospedadores.

Para uno de los autores del estudio, el biólogo Humberto Debat, del Instituto de Patología Vegetal del Centro de Investigaciones Agropecuarias, que depende del INTA, en Córdoba, se abren ahora nuevas preguntas: ¿Ese virus le genera algún daño o un beneficio a la planta? ¿Cómo hace para replicarse en un ambiente tan adverso y a temperaturas bajo cero? ¿Hay algún hongo oculto aún no descubierto que le provee un microclima?

El virus hallado pertenece a la familia Barnaviridae, cuyo miembro más conocido afecta los cultivos de champiñones y puede producir grandes pérdidas económicas. Pero no todos son perjudiciales: el año pasado se descubrió uno de la misma familia que actúa sobre Rhizoctonia solani, un hongo patógeno muy extendido que causa estragos en diversas hortalizas. “Ese virus podría servir como una herramienta de control biológico que reemplace el uso de agroquímicos”, explicó Debat.

El nuevo virus, que Debat y colegas de Estados Unidos, Reino Unido e Italia bautizaron como “barnavirus 1 asociado con Colobanthus quitensis” (CqABV1), fue encontrado revisando una base de datos online que contiene la información de la expresión genética de la perla antártica. Muestras de esa planta habían sido recogidas por dos de las autoras, Laura Bertini y Carla Caruso, de la Universidad de la Tuscia, en Viterbo, Italia, durante una campaña en una base polaca cercana de la base argentina Carlini, en la isla 25 de Mayo de las Shetland del Sur. La temperatura anual promedio en ese lugar es inferior a 2,3°C.

Por otra parte, “existen fuertes evidencias de que el hospedante real de este virus es un hongo aún desconocido que vive en el pequeño microhabitat de la perla antártica”, afirmó Debat, quien agregó que se están realizando estudios adicionales para identificarlo.

¿Cómo sigue esto? Caruso se fue de vuelta a la Antártica para tomar no solo muestras de ARN de la perla antártica, sino también del suelo y hojas frescas que llevó a su laboratorio en Italia donde logró cultivar hongos asociados a esta planta. “Estamos más cerca de completar la historia”, indicó Debat.

El estudio también podría tener implicancias productivas: “Dado que CqABV1 pertenece a una familia de agentes infecciosos presentes en cultivos de importancia alimentaria, su estudio puede brindar información básica para el diseño de estrategias que sirvan para mejorar el rendimiento agrícola”, aseguró el investigador del INTA.

El trabajo fue publicado en la revista “Archives of Virology” y también lo firman investigadores de la Universidad de Harvard, Max Nibert y Austin Manny, y de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, Andrew Firth.

Los científicos de Argentina, de Estados Unidos y de Italia descubrieron un nuevo virus en una planta en la gélida isla 25 de Mayo, en la Antártida, donde la temperatura anual promedio es de menos 2.3 grados celsius.

Dos de los autores del hallazgo, Humberto Debat, biólogo del INTA, en Córdoba, y el doctor Max Nibert, de la Universidad de Harvard.