El doctor en matemática y primer director del Departamento de Computación de la UBA, Hugo Scolnik, critica el excesivo “sesgo hacia la aplicabilidad” de la investigación científica y sostiene que resultados matemáticos a priori “inútiles” permitieron grandes desarrollos tecnológicos.

(18/11/2015 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. En tiempos en que parece priorizarse la apuesta por la ciencia aplicada, Hugo Scolnik siente que es necesario remarcar la importancia del equilibrio con la investigación básica. Fundador y primer director del Departamento de Computación de la UBA, creado en 1985 en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Scolnik dialogó con la Agencia CyTA-Leloir sobre las prioridades del desarrollo científico y tecnológico en el país, del mito del 1% de inversión del PBI en el área y la necesidad de articular la academia con las empresas.

¿Qué áreas del desarrollo científico y tecnológico son prioritarias para el país y qué lugar ocupan las ciencias informáticas?

Es un tema complejo. Por un lado, existe el comprensible clamor de los investigadores por tener libertad de acción; por otra parte, nuestro sector tiene la obligación moral de devolver a la sociedad lo que hace por nosotros. Además, los fondos disponibles, aunque llegáramos al mágico 1% del PBI de inversión, son ínfimos cuando se los compara con los presupuestos de los países centrales. Por eso, no hay más remedio que concentrar esfuerzos en los temas que tienen un impacto potencial mayor. Obviamente, la biotecnología y las tecnologías de la información y la comunicación (TICS) son las que más se destacan por sus logros.

¿Qué opina usted sobre quienes buscan establecer una distinción entre ciencia básica y aplicada?

Es necesario tener en cuenta que hoy en día existe un sesgo hacia la aplicabilidad, como contrapartida al énfasis en la investigación básica que históricamente predominó en nuestro país. No existe una comprensión cabal de que lo que se precisa es un sano equilibrio entre ambos aspectos. La investigación básica es esencial, y, de hecho, origina las patentes más promisorias para la Argentina. Un ejemplo impactante es el comercio electrónico, que el año pasado movió la tremenda suma de un trillón de dólares. ¿Y de qué depende su seguridad en Internet?  ¡Pues de resultados matemáticos puros e “inútiles” obtenidos por la escuela de Euclides hace 2300 años!

¿Cómo podría ser más eficiente el sistema científico argentino?

Un tema crucial es cambiar el asfixiante aparato burocrático estatal, cuya misión fundamental es controlar antes que hacer. Las ideas se someten a largos procesos de evaluación que permiten la filtración de las mismas hacia terceras partes. De hecho, muchas patentes en el hemisferio norte se originaron en resultados obtenidos en nuestra región, que fueron confiscados por empresas multinacionales. En otras palabras: estamos subsidiando a otros países.  Esa burocracia implica que hablar del 1% del PBI como número mágico es un mito, porque si no cambiamos la eficiencia del sistema, el retorno de más inversiones en el sector no será el que deberíamos esperar.

En varias ocasiones usted ha planteado la necesidad de promover la articulación de diferentes disciplinas.

Así es. Un camino para aumentar la calidad global de nuestra producción científica-tecnológica es estimular la interdisciplina. Los investigadores tendemos a encerrarnos en nuestros círculos, perdiendo la oportunidad de que gente de otras disciplinas aporte ideas no convencionales que pueden producir resultados espectaculares, y de eso hay ejemplos muy relevantes. Por eso, creemos que una buena idea sería organizar seminarios donde investigadores importantes de cada área presenten sus problemas a colegas de otros campos.

¿Cuáles son, desde su punto de vista, las políticas científicas que deben implementarse desde el Estado y qué tipo de articulación entre diferentes actores deben promoverse para impulsar el desarrollo del país?

Una asignatura pendiente es avanzar hacia la obtención de una articulación entre la investigación básica, la tecnológica, la que se genera en ámbitos estatales y la que debería hacerse en forma progresiva en las empresas privadas. Los países industrializados se caracterizan por tener una cadena continua entre esos factores. Necesitamos reproducir aquí ese esquema.

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