El NDACC agrupa a más de 70 estaciones de observación y vigilancia, incluyendo una en Río Gallegos que funciona desde hace una década.

(18/01/2016 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Rubén López)-. Después de varios años de planificación y diseño de los instrumentos, en enero de 1991 se puso en marcha una red global destinada a monitorear la capa de ozono y otros cambios de la atmósfera. Veinticinco años más tarde, la iniciativa, que cuenta con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ya cuenta con más de setenta estaciones de observación y vigilancia en todo el mundo, incluyendo una en la provincia de Santa Cruz, Argentina.

La Red de Detección de Cambios en la Composición Atmosférica (NACDD, por sus siglas en inglés) representa un proyecto de gran importancia para hacer frente al cambio climático. “La vigilancia, por ejemplo, del comportamiento de la capa de ozono, es fundamental para el seguimiento del efecto de las medidas de mitigación que se han tomado en los acuerdos internacionales”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir el doctor Eduardo Quel, miembro de Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), en Villa Martelli, y responsable del Observatorio Atmosférico de la Patagonia Austral, que funciona desde hace una década en la Base Aérea Militar de Rio Gallegos.

Las estaciones de monitoreo, que utilizan distintos instrumentos y evalúan diferentes parámetros atmosféricos, se distribuyen por todo el planeta, desde Canadá y Rusia hasta Italia, Australia y la Antártida. Pero si se divide el planisferio en cuatro partes, señaló Quel, el observatorio argentino es el único que se encuentra en el cuarto inferior correspondiente a América del Sur y parte de la Antártida. Su ubicación no es casual. El agujero de ozono que existe sobre la Antártida gira en el mismo sentido que la Tierra, pero con una frecuencia de aproximadamente 7 días. Y tiene una saliente que casi llega al continente, muy cerca del lugar donde está instalado el centro de observación.

El observatorio patagónico lleva diez años y medio de funcionamiento. Está montado sobre un contenedor especial donado por el gobierno de Francia y, por lo general, realiza las mediciones durante noches sin nubes. Para esa tarea, un generador de rayos láser emite haces de la luz monocromática de alta intensidad, en tres frecuencias simultáneas, que interactúan con las moléculas del ozono, oxígeno, nitrógeno y vapor de agua atmosféricos y producen en consecuencia varios fenómenos físicos, tales como absorción y fluorescencia. Las radiaciones asociadas regresan luego al lugar de origen del láser, donde son captadas por un telescopio sensor, y remitidas a una “caja” de instrumentos que analiza y determina la proporción de cada componente.

Los datos obtenidos son ingresados al NDACC, de donde pueden ser consultados directamente por todos los países miembros. En Argentina, el Servicio Meteorológico Nacional baja la información y ante cualquier modificación de los valores admitidos como seguros, emite un alerta para que la población y los funcionarios tomen las precauciones debidas.

La capa de ozono, cuyo mayor espesor se encuentra en la estratósfera, nos protege de la radiación ultravioleta (UV) que la Tierra recibe del Sol. “Sin ella, no podría existir la vida”, resaltó Quel.

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La Red de Detección de Cambios en la Composición Atmosférica (NACDD, por sus siglas en inglés) reúne a más de 70 estaciones de observación y vigilancia, incluyendo una en Río Gallegos que funciona desde hace una década.

Créditos: Gentileza del Dr. Quel.